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Indios, negros y otros indeseables. Capitalismo, racismo y exclusión en América Latina y El Caribe. De Paco Gómez Nadal.

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downloadpdf51SrHOnBZYL._SX307_BO1,204,203,200_Jose Antonio García Fernandez
Universidad Complutense de Madrid
joseaga@ucm.es

Indios, negros y otros indeseables. Capitalismo, racismo y exclusión en América Latina y El Caribe.(2015, Milrazones, España)
Paco Gómez Nadal.

Que la matriz del poder hegemónico desde la conquista de América por los europeos se ha basado en la usurpación, el racismo y la exclusión de los pueblos originarios de Abya Yala, es algo de sobra conocido. En cambio, aún es insuficiente la profundización en el debate sobre la vigencia de la colonialidad del poder como estructura de control y exclusión de los pueblos latinoamericanos y caribeños en estos tiempos de globalización. Paco Gómez Nadal nos ofrece en este libro su aportación crítica a este debate sin ocultar, eso sí, su mirada comprometida, fruto de la reflexión y la experiencia sobre el terreno.

Estructurado en tres partes -las dos primeras más analíticas, la tercera más vivencial-, el eje argumental que atraviesa sus páginas consiste en el relato y análisis del racismo colonial y neocolonial como coartada y herramienta de exclusión de los pueblos originarios y afrodescendientes, una suerte de “disculpa cultural para justificar un proyecto económico de mayor envergadura”, en palabras del propio autor.

En la primera parte, El nudo racista, da razón de los mecanismos que, desde la época colonial hasta la actualidad, vienen produciendo la exclusión económica, política y cultural de unos 200 millones de latinoamericanos. Desde la obsesión cuantificadora de los censos étnicos -expresión clara del biopoder- a la victimización de las poblaciones a través de planes de ayuda condicionados, o la ‘inclusión capitalista’ mediante lo que Harvey (2006) llama acumulación por desposesión. Lo que lleva a interrogarse por lo que hay detrás de la estructura del poder y los procesos históricos y sociales que han llevado a la dominación de los llamados “pueblos sombra” por el autor.

Para responder a esta cuestión, en la segunda parte, Los prejuicios y los juicios de la historia, señala los mecanismos de dominación y de usurpación simbólica llevados a cabo a través de manifestaciones concretas, como la legitimación de las relaciones dominante- dominado por medio de la idea de raza; el fundamento económico del racismo y la esclavitud, o el control de la población mediante su distribución en grupos. Realiza un lúcido y documentado análisis del proceso histórico y socio-político que ha llevado a los pueblos originarios a la dislocación de su cultura, a la asimilación cultural que induce a los oprimidos a servirse del discurso del opresor frenando la construcción de un relato indígena propio, suplantado por una narrativa de la hibridación, donde las culturas indígenas quedan relegadas.

En el encuentro de Gómez Nadal con personas como Isaías -el sabio uitoto de la Amazonia colombiana-, va constatando como la cosmovisión espacio-temporal, la lógica del “pancoger” (solo se cultiva lo que se necesita), el modo de vida de estos pueblos, en definitiva, se ve amenazada por la lógica mercantilista del modelo occidental, impuesto por el poder neocolonial y favorecido por el blanqueo intelectual y social de las élites intelectuales criollas formadas en universidades europeas o yanquis. La adecuación al modelo económico capitalista, basado en el dinero, la acumulación, el lucro y la explotación de los otros, rompe la idea de gestión del tiempo y el espacio, subvierte el modo de relación basado en la confianza, la colaboración, la reciprocidad y el trabajo comunitario, pilares de las culturas de estos pueblos.

Para Gómez Nadal las propuestas de resistencia a la regresión neocolonial de los movimientos indígenas forman parte de la unidad en la lucha contrahegemónica de diferentes movimientos y grupos de resistencia mundiales (“indignados”, colectivos de autogestión, etc.) enfrentados al común objetivo de reivindicar la autonomía para la gestión de sus vidas y hacer frente a la crisis civilizatoria que atravesamos. Lo cual permite mirar al futuro con esperanza y sitúa al Abya Yala como un laboratorio político de la Humanidad.

Un espacio desde donde “cambiar el mundo creando algo diferente”, propone el autor citando a Raúl Zibechi (2014).

En la tercera parte, Los encuentros, nos acerca a distintos lugares y gentes que ha conocido en su periplo vital por el Abya Yala. Lo hace con el respeto y la humildad necesarios, lejos de la mirada entrometida e inoportuna del reportero en busca de su reportaje, o de la mirada “entomológica” del antropólogo. Nos lleva a las riberas del IgaraParaná colombiano para conocer a Víctor, el cacique uitoto de alma verde como el Amazonas, dejándose utilizar por él como eventual taxista o telefonista (¡el hombre blanco al servicio del indio, por una vez!). A cambio, Víctor le confiará su visión del conocimiento: lejos del que ofrece la escuela occidental, donde se enseña el valor del éxito más que el de la búsqueda, la paideia de Víctor viene de su relación con los bosques, con los ríos, con la tierra, con sus semejantes. Su mirada siempre atenta al flujo universal de la realidad (Heráclito en la Amazonia colombiana). Se trata de buscar “conocimiento nuevo” compuesto de razón, emoción, espiritual, llevado a la práctica, coincidiendo con el concepto de conocimiento de María Zambrano (2004), o del sentipensar que propone Arturo Escobar (2014).

El relato La colonia satelital, nos cuenta cómo la Guyana francesa sigue siendo una colonia, destino privilegiado para los técnicos y burócratas franceses, donde lo que importa son los euros que proporciona la Central Espacial Guayanesa a Paris, pero “favela de Francia” para los guayaneses, anécdota para la población indígena y cárcel para el tráfico de reclusos ¿Liberté, égalité, fraternité?

En ¿Quién mató a nuestro Ankoré? el autor relata su acercamiento al pueblo emberá, en el Chocó colombiano, donde el aprendiz de jaibaná (chamán) Jaime Jumí le confiesa su incomprensión hacia el desencuentro de los blancos con la naturaleza. Para un emberá como él “vivimos para cuidar la madre tierra” y le sorprende que a los blancos “les gusta tener más y más” sin conciencia de compartir, de vivir con los demás. Su desconfianza hacia la escuela de los blancos, un lugar donde importa más la respuesta que la pregunta, no le impide mandar a sus hijos a ella “para que se defiendan”. Y es que el problema de este pueblo con el mundo de los blancos no es la modernidad, sino la exclusión. Por ello considera necesario indigenizar la modernidad.

En Los marrons y la fiebre del oro, nos acerca a las orillas del río Surinam para contar la lucha de la pequeña comunidad cimarrona de Nieuw Koffekamp que se debate por sobrevivir en medio la explotación minera canadiense que la circunda y la dureza de unas vidas que se dejan por un gramo de oro. “Todo por el dinero” -cuenta Gómez Nadal que reza un letrero de un camión- aunque el coste sea la destrucción de la naturaleza. Para la comunidad cimarrona de los Saramaka la defensa del territorio es la clave para sobrevivir. Por ello su lucha les ha llevado a reivindicar ante la Corte Internacional de Derechos Humanos el reconocimiento de sus territorios y el freno a las concesiones madereras y mineras, con sentencia favorable.

En El país que se desconoce nos descubre al pueblo Ngäbe y a la comunidad Guacamaya donde más que pobreza, lo que se percibe es la exclusión y el abandono que empuja a los nativos a irse de sus territorios para ganarse la vida como recolectores de café. La propaganda oficial hace gala de Panamá como crisol de culturas, cuando lo que hay realmente es discriminación racial, desprecio e invisibilización de estos pueblos salvo como imagen exótica para el turismo. “Yo no tengo raíces sino tengo alas. (…) creo en el mestizaje como biodiversidad”, recoge Gómez Nadal en su conversación con el pensador y escritor Inawinapi del pueblo Guna. Defienden su identidad, sin por ello idealizar lo indígena. La imagen de victimización de los indígenas y los afrodescendientes, como pobres, desnutridos, mendicantes, infantiles, violentos es una construcción occidental que se propaga y alienta desde la escuela y los medios de comunicación. Pero no todo está perdido. El pueblo Ngäbe Buglé, o los Naso Tjër Dji mantienen su lucha de defensa por la participación política y cultural en Panamá. Cerrando el libro, en Cacao, el refugio hmong nos habla de la diáspora de este pueblo desde los confines asiáticos hasta la Guyana Francesa, donde llegó Siong Txeo René junto a otros quinientos refugiados en 1977, dejando atrás los campos de refugiados en Tailandia para asentarse finalmente en “un lugar donde no había nada”. Así surgieron rarezas geopolíticas como Cacao y Javouney, incomunicadas con el país.

El conocimiento y la reflexión que transmite este libro se ha ido fraguando durante más de dos décadas, mientras el autor pateaba las tierras de América Latina y El Caribe haciéndose preguntas. Sin embargo, no se puede clasificar con la etiqueta simplificadora de libro de viajes o de relato periodístico. Surge de los encuentros del autor con la gente, más para darles voz que para forzar respuestas, pues para Gómez Nadal, como para Kapuscinski (2000), no tiene sentido escribir sobre gente con quien no se ha compartido como mínimo algún momento de su vida. Por esto su trabajo se puede enmarcar en lo que el escritor polaco llamó periodismo intencional: aquel que se fija un objetivo y que intenta cambiar algo. Su acercamiento a las comunidades y a las gentes es un acto de aprendizaje y de autoconocimiento, consciente de ser un “blanquito” y del significado de esto para sus interlocutores; con humildad, pero sin idealizar al nativo como sucede, a veces, en estos encuentros. Le importa más vivirlo que contarlo: “No sé si estoy contento, quizá me hubiera gustado que la prueba se alargara, nunca tener el material para escribir. (…) Sigo con la pregunta en el pecho y en los labios”, nos confiesa Gómez Nadal.

Con un lenguaje claro sin menoscabo del rigor conceptual, su lectura nos hace reflexionar sobre los procesos de usurpación simbólica (Guerrero, 2004) y real a que han sido sometidos estos “pueblos sombra”, indeseables para el poder colonial, al mismo tiempo que despierta un sentimiento de hermanamiento con esta otra parte de la Humanidad, colonizada por nuestros ancestros y que hoy lucha por deshacerse de las nuevas formas de colonialidad. La amplia documentación manejada por el autor refuerza la verosimilitud del relato de los procesos de exclusión de que han sido objeto estos pueblos. Detalladas notas y referencias a pie de página amplían y precisan los fenómenos tratados, facilitando la profundización en los temas que trata.

Referencias

Escobar, A. (2014). Sentipensar con la tierra. Medellín, Colombia: Unaula. Guerrero, P. (2004). Usurpación simbólica, identidad y poder. Quito, Ecuador: Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional.

Harvey, D. (2003). The New Imperialism. Oxford: Oxford University Press.

Kapuscinski, T. (2000). Los cínicos no sirven para este oficio. Barcelona: Anagrama. Zambrano, M. (2004). Filosofía y poesía. México: FCE.

Zibechi, R. (2014). Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias. Santiago, Chile: Quimantú.

Para citar este artículo: Gómez, P. (2016). La donación de sangre en México: elementos para un debate. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (dossier), pp. 163 – 166. Recuperado de: http://iberoamericasocial.com/indios-negros-otros-indeseables-capitalismo-racismo-exclusion-america-latina-caribe-paco-gomez-nadal

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La falacia del desarrollo sustentable, un análisis desde la teoría decolonial

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downloadpdfLaura Mota Díaz
Políticas públicas, desigualdad social y movimietos socio-ambientales
l.mota68@gmail.com

Eduardo Andrés Sandoval Forero
Interculturalidad, Migración y Procesos de Paz
forerosandoval@gmail.com

Profesores-Investigadores, Universidad Autónoma del Estado de México

Recibido 31/03/2016 Aceptado 08/04/2016

Resumen: La actual crisis socio-ambiental que se vive en el mundo es fiel reflejo de lo insustentable que ha sido el modelo económico dominante cuyo discurso, en los últimos treinta años, se ha centrado en una supuesta preocupación entre el crecimiento económico y el deterioro ambiental, razón por la que en los primeros años de la década de los ochenta se dio lugar al desarrollo sustentable ya todo el andamiaje institucional para su puesta en práctica mediante acciones de política pública en el ámbito internacional. Pero esta estrategia delineada e impuesta por los organismos internacionales no ha sido otra cosa más que la prolongación de un modelo colonizador, concentrado ahora en la mercantilización de la naturaleza para dar rienda suelta a la explotación de los bienes naturales que se encuentran en distintos territorios. Considerando lo anterior, el objetivo del presente documento consiste en analizar de modo crítico el paradigma del desarrollo sustentable, partiendo de que su origen se ubica en los discursos de la colonialidad del poder, específicamente en lo que corresponde al dominio que se ejerce sobre la naturaleza y los territorios. La propuesta teórica para tal análisis se ubica en la teoría de la decolonialidad, pues ésta nos permite hacer una deconstrucción del concepto sobre el cual se funda nuestra crítica.

Palabras Clave: Colonialidaddel poder, crisis socio-ambiental, insustentabilidad del desarrollo, decolonialidad

Abstract: The current socio-environmental crisis that exists in the world is a true reflection of the unsustainable that has been the dominant economic model whose speech, in the last thirty years, has focused on a supposed concern between economic growth and environmental degradation, reason that in the early years of the 1980s place all the institutional framework for its implementation was given to sustainable development and through public policy actions in the international arena.But this outlined and imposed by international organizations strategy has been nothing more than the continuation of a colonizing model, now focused on the commodification of nature to unleash the exploitation of natural resources found in different territories. Considering the above, the objective of this paper is to critically analyze the paradigm of sustainable development, assuming that its origin lies in the speeches of the coloniality of power, specifically as it pertains to the domain exerted on nature and territories. The theoretical proposal for the analysis lies in the theory of decoloniality, as this allows us to do a deconstruction of the concept on which our criticism is founded.

Key Words: Coloniality of power, socio-environmental crisis, unsustainability of development, Decoloniality

Preámbulo

Aludir al desarrollo sustentable (DS) precisa de una consideración sobre el término desarrollo, en su versión más general, de tal modo que sea posible comprender el contexto de origen, su institucionalización y evolución, para luego, más adelante, ubicarlo como una expresión de la decolonialidad del poder.

En ese tenor, se reitera lo que ya autores como Gilbert Rist (1966), Gustavo Esteva (1998), Aníbal Quijano (2000b), Arturo Escobar (1996), entre otros, han señalado con respecto a que la concepción del desarrollo se gestó paralelamente a las nociones de modernidad y progreso emanadas de los procesos de transformación de la sociedad europea, ocurridos a partir del siglo dieciséis —con la conquista y colonización de Europa hacia otros continentes— y afianzados durante el siglo diecinueve con la Revolución Industrial. No obstante, la institucionalización del desarrollo en el ámbito de gobierno [1] se dio en 1949 con el discurso de Harry Truman, cuando éste tomó posesión como presidente de Estados Unidos e instauró, al mismo tiempo, la noción de subdesarrollo [2] — como forma de recolonización—, dejando atrás lo que él mismo denominó “viejo imperialismo” para emprender una nueva etapa de expansión capitalista, en la que esa Nación buscaba consolidar su hegemonía.

Cabe mencionar que, en esa fase de institucionalización, la idea de desarrollo se inspiró en los postulados teóricos de Keynes, particularmente en aquellos que provenían de la macroeconomía del crecimiento, donde se daba un papel preponderante al Estado; aunado a eso, se trataba de una época en la que los fundamentos de la racionalidad -técnica e instrumental- predominaban en la visión del mundo moderno, con lo cual la planificación económica cobraba importancia. Fue por eso que el desarrollo se restringió a dimensiones de carácter económico, aunque en el discurso estaba presente el argumento del bienestar social. Lo que se intenta destacar es que, en su discurso,Truman refirió a la configuración de un programa de desarrollo que pusiera a disposición de los países subdesarrollados los avances científicos y el progreso industrial, pero que además pudiera enfocarse en la mejora de las condiciones de vida de la población de esos países. No obstante, en el entendimiento de los agentes involucrados en la promoción e implementación de ese programa, el desarrollo fue equiparado con el crecimiento económico, de tal forma que en los discursos y en la práctica (tanto de organismos financieros como de gobiernos nacionales) llegaron a ser considerados sinónimos.

Bajo esa tesitura, las estrategias implementadas para alcanzar las metas del desarrollo se concentraron en el crecimiento económico de las regiones consideradas subdesarrolladas, lo que condujo a un maldesarrollo, en términos de lo que José María Tortosa (2009) refiere como una serie de males que aquejan de forma diferenciada al sistema mundial en su conjunto y que se ven reflejados en las áreas del bienestar, libertad, identidad y seguridad. De eso dieron cuenta numerosos estudios que se realizaron entre las décadas de 1960 y 1970 para develar el panorama de marginalidad, pobreza y desigualdad que predominaba tanto en las ciudades como en el campo [3].

Casi dos décadas después de haberse formalizado y puesto en práctica el desarrollo de la versión Trumaniana, se hicieron distintas reformulaciones para tratar de subsanar las visibles contradicciones del modelo imperante, expresadas en el aumento de la marginalidad, desigualdad y pobreza, especialmente en los países que se suponía debían alcanzar las metas del desarrollo, es decir, aquellos países de África, Asia y América Latina y el Caribe que fueron colocados en el estándar de subdesarrollados.

De ese modo fue como desde las Naciones Unidas se comenzó a introducir lentamente la referencia al desarrollo social para enfatizar en la necesidad de que, más allá de lo económico, se pudiera dar lugar a aspectos de tipo social; tal asunto fue discutido en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) cuya recomendación, en 1962, fue que ambos aspectos se integraran al desarrollo. Un año más tarde, en 1963, se creó el Instituto de Investigaciones de Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD) (Esteva, 1998).

En 1970, la reformulación del desarrollo se dirigió hacia la integración de los recursos físicos, los procesos técnicos, los aspectos económicos y el cambio social, aludiendo así al desarrollo internacional que demandaba una estrategia global, pero que en la resolución de Naciones Unidas quedó establecida como un enfoque unificado, en el que ligeramente llegó a hablarse de desarrollo participativo.

Luego, en 1972, después de más de dos décadas de estrategias encaminadas a lograr las metas del programa de desarrollo impulsado por Truman, pero con fuerte énfasis en el crecimiento económico, comenzó a llamar la atención la relación de ese factor con el deterioro ambiental, de tal modo que se constituyó en el tema central de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente celebrada ese año en Estocolmo, Suecia, con lo cual se fue gestando el concepto de desarrollo sostenible institucionalizado en la década siguiente (Esteva, 1998).

En 1975, desde la Unesco se promovía un desarrollo endógeno, que enfatizaba en la necesidad de tomar en cuenta las particularidades de cada nación. Mientras tanto, la Fundación DagHammarskjold planteaba otro desarrollo, al cual se le definió como desarrollo Integrado, por cuanto consideraba que debía incluir todos los aspectos de la vida de una colectividad (Esteva, 1998). Destaca el hecho de que esta propuesta se construyó con la participación de un grupo de investigadores latinoamericanos provenientes de distintas disciplinas como la economía, la sociología, la ciencia política, antropología, filosofía, entre otras; algunos de ellos fueron Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, quienes en la segunda mitad de 1980 difundieron la teoría del desarrollo a escala humana [4].

Finalmente, en la década de los noventa, con las contribuciones teóricas de Amartya Sen, se dio lugar a la concepción del Desarrollo Humano y a su institucionalización dentro del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dejando atrás una visión económica que había predominado por cuatro décadas, para ahoradar importancia a las personas y a la satisfacción de sus necesidades ya no solo materiales y biológicas, sino también simbólicas, con el fin de dar cumplimiento a los derechos económicos, sociales y culturales.

Con esta somera descripción en torno a la evolución de la idea de desarrollo, que cobró vigencia en plena Guerra Fría, donde se disputaba la hegemonía de las naciones que quedaron en conflicto después de la Segunda Guerra Mundial (Estados Unidos y la Unión Soviética), es posible afirmar que en cada fase ha predominado el interés capitalista soslayando las necesidades sociales de una gran mayoría de la población. Recurriendo al pensamiento de Aníbal Quijano (2000 b) se podría decir que históricamente la construcción social del desarrollo ha tenido una base común: la acumulación capitalista por medio de la colonización, expresada en distintas formas de dominación, explotación y despojo (conflicto) hacia las naciones consideradas pobres y atrasadas.

La realidad actual ha demostrado que, a pesar de todas sus reformulaciones, el desarrollo convencional (con dimensiones sustancialmente económicas) ha dejado a su paso un enorme deterioro social que se manifiesta en la crisis civilizatoria que vivimos actualmente. De ahí que las críticas y los cuestionamientos a este paradigma dominante se han hecho presentes en distintas partes del mundo [5].

Ahora bien, en razón de que la estrategia actual del capitalismo global se basa en la mercantilización de la naturaleza, es de suma importancia revisar y reflexionar críticamente el paradigma del desarrollo sustentable, que tiene todavía vigencia en el lenguaje gubernamental y en las estrategias globalizadoras del desarrollo, pero que en la práctica se contradice, porque lejos de preservar el medio ambiente contribuye a su destrucción.

Considerando lo anterior, el propósito de este trabajo es contribuir con algunas reflexiones a la deconstrucción del desarrollo sustentable a partir de los enfoques teóricos y epistemológicos de la decolonialidad; para ello el documento se ha estructurado en tres apartados. El primero hace referencia al contexto dentro del cual se da la formulación del desarrollo sustentable, para señalar las características que le otorgan el sello colonizador y que lo posicionan como un discurso dominante. El segundo presenta los postulados teóricos y epistemológicos que dan sustento a la teoría de la decolonialidad y a partir de ahí, en un tercer apartado, se retoman elementos para deconstruir el concepto de desarrollo sustentable. Finalmente se integran las conclusiones derivadas de este ejercicio reflexivo.

Contexto de la formulación del desarrollo sustentable

En sentido conceptual, como ha sido expuesto en párrafos anteriores, el desarrollo se contextualizó en la dimensión de la nueva economía clásica y se fundamentó en la idea eurocéntrica y norteamericana de modernización, que implica altos niveles de ciencia y tecnología al servicio de la industria, el comercio, las ciudades, el confort y el consumo. Es este el modelo que históricamente han promovido e impulsado los organismos internacionales en los países llamados “subdesarrollados”.

No obstante, la década de los sesenta representó un parteaguas en los cuestionamientos hacia el desarrollo hasta entonces considerado como sinónimo de crecimiento económico. Los conflictos y las presiones sociales gestadas con el agotamiento del modelo taylorista/fordista se incrementaron ante el creciente desempleo, la desigualdad social, la pobreza, la exclusión de la mujer y el deterioro ambiental (Esteva, 1998; Escobar, 1996).

De modo particular, con respecto al medio ambiente, objeto de interés de este documento, es posible ubicar el inicio de las primeras discusiones en torno a la relación desarrollo económico-deterioro ambiental en el año de 1972, dentro de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, celebrada en Estocolmo, Suecia, y de la cual derivó un primer documento conocido como la Declaración de Estocolmo.

En dicha Declaración se señaló que:

La defensa y el mejoramiento del medio humano para las generaciones presentes y futuras se han convertido en meta imperiosa de la humanidad, que ha de perseguirse al mismo tiempo que las metas fundamentales ya establecidas de la paz y el desarrollo económico y social en todo el mundo, y de conformidad con ellas. (ONU, 1972, cap. I, punto 6).

Sin aludir todavía a la noción de sostenibilidad, se hace ya referencia al hecho de que el cuidado del medio ambiente debe hacerse por el bien de las generaciones presentes y futuras; no obstante, se enfatiza en que toda acción encaminada a ello debe estar dentro de las metas del desarrollo económico, pues aunque se alude a la paz y al desarrollo social, es evidente su focalización en el ámbito económico. Siendo reforzado dicho postulado cuando se menciona:

Las deficiencias del medio originadas por las condiciones del subdesarrollo y los desastres naturales, plantean graves problemas, y la mejor manera de subsanarlas es el desarrollo acelerado mediante la transferencia de cantidades considerables de asistencia financiera y tecnológica que complemente los esfuerzos internos de los países en desarrollo y la ayuda oportuna que pueda requerirse. (ONU, 1972, cap. II, principio 9).

En esa cita se destaca la referencia al subdesarrollo, primero para culpar a los países pobres de la destrucción ambiental y segundo para justificar la intervención de los países desarrollados en otros territorios, a través de la ayuda técnica y financiera, con lo cual se expresa la continuidad del modelo económico dominante. Cabe decir que fue a raíz de esa conferencia como se dio lugar a la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el cual hasta la fecha sigue siendo la autoridad en materia ambiental a nivel mundial.

En algunos estudios sobre el desarrollo (Esteva 1997 y 1998) se registra que en 1981 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) fue la primera que planteó el concepto de “desarrollo sustentable”. Aunque de manera oficial se sabe que la introducción del concepto se atribuye al Informe de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, conocido como Informe Brundtland y cuya elaboración corresponde al año de 1987, bajo el lema “Nuestro Futuro Común”. Sin embargo, en dicho documento se hace referencia a desarrollo sostenible, por lo cual lo primero que destaca es que desde sus inicios ha existido una confusión semántica del término, lo que ha originado que en la mayoría de los casos se use indistintamente sostenible/sustentable, mientras que otros les atribuyen claras diferencias. Más adelante se retoma este debate.

En esencia, lo que planteaba el informe Brundtland era la posibilidad de obtener un crecimiento económico a partir de la implementación de políticas de sostenibilidad, así como de la expansión de la base de recursos ambientales, lo que creían podía lograrse con acciones encaminadas a promover un buen manejo de los recursos naturales, de tal forma que se garantizara no solo el progreso sino también la continuidad de la especie humana. Con esa visión se definió al desarrollo sostenible como: “aquel que garantiza las necesidades del presente, sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987).

A partir de entonces el término de desarrollo sostenible se incorporó al lenguaje de los organismos internacionales, gobiernos, ONG, políticos, ecologistas, activistas sociales y académicos, no solo de los países centrales sino también de los periféricos.

No obstante, lo que se percibe en el informe Brundtland es claramente una intención de continuar privilegiando el crecimiento económico, por lo que en esa concepción el medio ambiente quedó subordinado a lo económico. En otras palabras, hay un discurso a favor de la sustentabilidad, pero en la práctica las estrategias se orientan a seguir privilegiando el crecimiento económico por encima de la preservación del medio ambiente; es decir, al final la cuestión ambiental queda como un asunto secundario.

En el año de 1992, fue celebrada la conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro, Brasil —conocida como la “Cumbre de la Tierra”—, cuyo objetivo era:

(…) establecer una alianza mundial nueva y equitativa, mediante la creación de nuevos niveles de cooperación entre los Estados, los sectores clave de las sociedades y las personas, procurando alcanzar acuerdos internacionales en los que se respeten los intereses de todos y se proteja la integridad del sistema ambiental y de desarrollo mundial (Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1992, p. 1)

En la Declaración de Río ya se hace referencia al desarrollo sustentable cuando se menciona que: “Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sustentable. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza”. (Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1992, p. 1).

Se deduce que la incorporación del término sustentable se debió a que, para entonces, desde el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se había oficializado la noción de desarrollo humano en una óptica integral que planteaba un desarrollo en todas las esferas de la vida: lo económico, lo social, lo político y lo ambiental, cuya referencia se concretaba en los principios de equidad, participación, seguridad, sustentabilidad y gobernabilidad.

Fue así como la referencia a sostenible o sustentable se volvió común en los documentos oficiales en programas de gobierno y en las investigaciones académicas, que sin más, fueron divulgados como sinónimos. De ese modo se aludía a “desarrollo sostenible”, “sostenido”, “sustentable” o a la “sustentabilidad del desarrollo” [6].

Teniendo en cuenta lo anterior, estudios posteriores argumentaron diferencias entre los términos sostenible y sustentable. Por ejemplo, Tréllez y Quiroz sugieren que:

(…) mientras sustentable, se refiere a una posibilidad, condición o característica de un hecho o fenómeno de tener basamento de apoyo, soporte o sustentación para asegurar su permanencia en el tiempo de presentarse la oportunidad de su ocurrencia; sostenible se entiende como un proceso o hecho que una vez ocurrido puede mantenerse activo en el tiempo o continuar en operación eficiente. (1995, p. 53)

Para Arrigo Cohen (2006):

(…) sostenible se refiere al aspecto endoestructural del sistema de que se trate, lo que ha de permanecer firmemente establecido, asentado, fijo, inalterable, inamovible (…) y sustentable será lo supra o superestructural de ese mismo sistema, lo que requiere que se le esté alimentando, proporcionándole los medios de sobrevivencia y de persistencia a fin de que pueda extender su acción, no solo en su ámbito (espacio) sino también en el tiempo. (p.16).

Alberto Cortés (2001: 19) es más preciso en establecer estas diferencias pues afirma que sostenible tiene dos significados principales. Por un lado, el crecimiento económico es constante en el tiempo, y por otro, expresa conservación ambiental, pues en su uso predominante significa una política localizada que no cuestiona ni implica un replanteamiento de los patrones de consumo, de producción de bienes, de generación de desechos, ni de impactos sobre la naturaleza. En tanto, lo sustentable hace referencia a la mejora en la calidad de vida de las personas sin vulnerar las leyes de la naturaleza; es decir, respetando todas sus dimensiones, lo cual implica no solo afectarla sino cuidarla y estar en plena armonía con ella.

Al respecto, se considera que en efecto existe diferencia entre sostenible y sustentable, aunque no son conceptos antagónicos sino complementarios. Mientras el primero se centraliza en la relación crecimiento económico-medio ambiente, el segundo enfatiza en factores de tipo político y social, en un claro vínculo con el crecimiento económico y el cuidado del medio ambiente, pues buscan generar equilibrio entre esos factores para que se produzca una mejora en la calidad de vida de las personas. Es decir, que se requiere sostenibilidad en esas diferentes dimensiones para que, en conjunto, se pueda lograr la sustentabilidad.

A pesar de estas aclaraciones es evidente que en la concepción hegemónica del desarrollo sostenible/sustentable se persiguen tres objetivos: uno económico, otro social y uno ambiental. En esa trilogía, el “desarrollo” sigue asumiéndose primordialmente como crecimiento económico, lo cual explica por qué a la fecha éste es medido por el Producto Interno Bruto (PIB), la competitividad, la alta capacidad productiva y comercial, el ingreso y el consumo.

Con respecto a la población, en relación con el objetivo social que persigue el desarrollo sostenible/sustentable, hay un énfasis discursivo en la atención a sus necesidades presentes y de equidad transgeneracional. Esto se pretende lograr con políticas de atención a la pobreza y el cuidado del medio ambiente, por lo que esto último corresponde al objetivo ambiental de la citada trilogía.

Lo que la realidad muestra es la subordinación del factor social y ambiental con relación al crecimiento económico, lo cual no resulta difícil de comprender porque, como se ha argumentado en párrafos anteriores, es desde ese esquema de dominación capitalista de donde ha surgido la propuesta del desarrollo y desarrollo sustentable.

Cabe recordar que el capitalismo neoliberal tiene entre sus lógicas la libre competencia, la cual conduce a un acelerado desarrollo de las fuerzas productivas y de los medios de producción, con el propósito de incrementar productos e incentivar el consumo irracional en la población, es decir, vender más y ganar más. En esa feroz competencia de producción de mercancías y acumulación constante de capital, las empresas destruyen aceleradamente los recursos naturales, afectando también poblaciones y culturas sin ninguna consideración y sin tener obligación real de reparar daños ambientales y humanos, pues lo que les interesa es crecer económicamente para exhibir mejores cifras macroeconómicas e incrementar el Producto Interno Bruto.

La acumulación capitalista a costa de los recursos naturales presenta dos grandes contradicciones para el mismo capital: una, el agotamiento de recursos naturales, como por ejemplo el petróleo y otras fuentes de recursos energéticos; y dos, la destrucción de la naturaleza que pone en peligro la existencia de la vida humana. Ante ello, el capitalismo continúa su camino de crecimiento ilimitado sin tener en cuenta que los recursos naturales son finitos, pretendiendo remediar todas sus deficiencias, crisis y destrucciones mediante la ciencia y la tecnología.

En ese escenario, lo que se puede observar es que en América Latina la globalización económica ha convertido a la mayoría de sus países en extractivistas de recursos naturales para la exportación de materia primas, destruyendo de manera acelerada el medio ambiente y también afectando negativamente las condiciones de vida de amplios sectores de la población. Como sostiene Horacio Machado:

(…) la lógica imperial-colonial se ha instalado fuertemente sobre América Latina, haciendo de la vasta riqueza y diversidad ecológica de nuestra región uno de los más preciados -y necesarios- botines de guerra en épocas de ‘crisis ambiental global’ y de ‘escasez crítica de recursos naturales’ (Machado, 2012:26)

A grandes rasgos esta es la naturaleza del desarrollo del capitalismo en esta globalidad que de manera recurrente produce catástrofes ecológicas y sociales en una sucesión cada vez más permanente.

De-construyendo el desarrollo sustentable

En el presente texto el término desarrollo y sus múltiples adjetivos son comprendidos desde la categoría conceptual decolonialidad como marco de análisis comprensivo. Esta categoría analítica ha sido construida y desarrollada por pensadores críticos latinoamericanos, identificando al grupo de investigación “modernidad/colonialidad” conformado por autores como Walter Mignolo, Arturo Escobar, Ramón Grosfoguel, Aníbal Quijano, Edgardo Lander, Santiago Castro-Gómez, Nelson Maldonado-Torres, entre otros [7].

Una de las matrices de las teorías decoloniales o del enfoque modernidad/colonialidad consiste en demostrar y cuestionar la hegemonía del llamado Primer Mundo en el contexto de la globalización en su pensamiento y praxis política, económica, social, cultural, identitaria y epistémica, demostrando las diferencias con el denominado Tercer Mundo en el sentido no de más o de menos “desarrollo”, sino de la conformación de un sistema-mundo en el que cada región cumple papeles definidos. En palabras de Arturo Escobar (1996), el Tercer Mundo es una invención, no es objetivo ni existe por sí mismo, pues no hay países desarrollados y subdesarrollados, sino que ambos constituyen la modernidad, con roles diferentes, donde la modernidad no es un proceso que supere a la colonialidad, sino que la modernidad, necesita y reproduce la colonialidad, es “su cara oculta”.

La bibliografía sobre el tema ya es bastante amplia, y uno de los textos que desde la perspectiva académica y política fundamenta este paradigma otro como pensamiento de frontera es el de Inflexión Decolonial: fuentes, conceptos y cuestionamientos de Eduardo Restrepo y Axel Rojas (2010), el cual otorga elementos teóricos y conceptuales de lo que denominan “la colonialidad del poder, del pensar y del ser” a través de una diversidad de pensamientos y prácticas de sujeción, control, marginación, racialización, dominación de género, y otras propias de la modernidad capitalista occidental. Este pensamiento y praxis decolonial parte de la obra de Aníbal Quijano, la cual plantea que:

La colonialidad es uno de los elementos constitutivos yespecíficos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda enla imposición de una clasificación racial/étnica de la poblacióndel mundo como piedra angular de dicho patrón de poder, yopera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materialesy subjetivas, de la existencia cotidiana y a escala social (Quijano, 2007, p. 93).

La “decolonialidad” y el “giro decolonial” son dos de los conceptos centrales en el cuestionamiento del poder y de la dominación de la modernidad occidental en su dimensión crítica epistémica y como práctica que se insubordina y se torna insurgente dentro de las mismas ciencias sociales. Maldonado-Torres utiliza el concepto des-colonial y explica:

El concepto de giro des-colonial en su expresión más básica busca poner en el centro del debate la cuestión de la colonización como componente constitutivo de la modernidad, y la descolonización como un sinnúmero indefinido de estrategias y formas contestatarias que plantean un cambio radical en las formas hegemónicas actuales de poder, ser, y conocer (Maldonado-Torres, 2008, p. 66).

En esta misma tesitura, Boaventura de Sousa Santos (2009) propone el uso del concepto “epistemologías del Sur” para dar cuenta de las diversas formas de construir conocimiento no solo en América Latina, sino también en África y en Asia. Estas variadas epistemologías se proponen cuestionar y separarse de las categorías y conceptos del pensamiento occidental que naturalizan la colonialidad. Esta es la concreción del giro decolonial que genera respuestas y resistencias a la colonialidad dando en tiempos, espacios y momentos condiciones de emancipación del sistema-mundo moderno/colonial.

El denominado modelo de desarrollo actual, impregnado por la lógica economicista, se encuentra en crisis y no ha cumplido con sus preceptos fundacionales teóricos. Desde la mirada de Morin & Kern (1995) estamos enfrentando una poli-crisis, que exige no solo re-considerar y re-significar problemas no resueltos sino realizar nuevos estilos de con-vivencia social e institucional. Es decir que el paradigma del desarrollo impulsado por el capitalismo, en cualquiera de sus versiones, se encuentra en crisis y junto a él también se encuentran en crisis los paradigmas científicos. Se trata entonces de construir nuevos paradigmas sociales alternativos, y en ello la diferencia cultural y política de los procesos sociales y de resistencia de los pueblos se torna trascendente para definir proyectos de alteridad a la globalidad y a la colonización del pensar, el ser y el actuar latinoamericanos.

Los planteamientos del desarrollo sostenible/ sustentable y las prácticas capitalistas de producción y consumo son cada vez más opuestas, por lo que diversos científicos sociales han profundizado en la genealogía y la crítica al concepto de desarrollo y sus diferentes apellidos.

Por razones de espacio, se hace mención únicamente a dos grandes críticos del desarrollo. El francés Gilbert Rist en su clásico libro El desarrollo: historia de una creencia occidental (1996), aborda y de-construye históricamente el concepto de desarrollo que a decir del autor ha fascinado a las sociedades del norte y del sur. La misma deconstrucción la hace con el concepto de “subdesarrollo”, ambos términos utilizados para legitimar la historia y la cultura de occidente. Demuestra que, en la perspectiva lineal de occidente, crearon en el siglo dieciocho el mito del “progreso”, después en el siglo diecinueve “civilización” y en el veinte, posterior a la Segunda Guerra Mundial, el de “Desarrollo” incluyendo al sustentable. Los tres conceptos, como discurso y como política dominante, han sido impuestos por el mundo occidental a todos los demás países del orbe, y son términos propios del imaginario occidental que concibe que el desarrollo pueda continuar indefinidamente.

El colombiano Arturo Escobar en su libro La invención del desarrollo (2014), expone que el surgimiento y la consolidación del discurso y la estrategia del desarrollo se inició desde mediados del siglo veinte como una panacea, un recetario para resolver todos los problemas del llamado “Tercer Mundo”. Este desarrollo resolvería grandes problemas como la pobreza, las injusticias, las desigualdades sociales y regionales, la exclusión, e incluso la seguridad nacional. Desde entonces, y más precisamente después de la Segunda Guerra Mundial, la política del desarrollo con sus variantes y apellidos ha estado presente en organismos internacionales y en los países empobrecidos históricamente por el saqueo que los denominados del “primer mundo” ejercieron y ejercen sobre los “subdesarrollados”. Es decir que el “desarrollo” viene impuesto como política, como economía y como discurso/concepto desde el poder y desde la institucionalidad.

La dimensión comprensiva del desarrollo de Arturo Escobar se puede resumir con sus palabras:

Primero, el hecho de que el desarrollo es un proyecto tanto económico (capitalista e imperial) como cultural. Es cultural en dos sentidos: surge de la experiencia particular de la modernidad europea; y subordina a las demás culturas y conocimientos, las cuales pretenden transformar bajo los principios occidentales. Segundo, el desarrollo y la modernidad involucran una serie de principios: el individuo racional, no atado ni a lugar ni a comunidad; la separación de naturaleza y cultura; la economía separada de lo social y lo natural; la primacía del conocimiento experto por encima de todo otro saber (Escobar, 2014, p.18).

En el desarrollo entonces confluyen la perspectiva política y la cultural, que en su esencia privilegia el crecimiento económico, la lógica del mercado y la explotación irracional de los recursos naturales. Como dice Escobar, hay una erosión de la diversidad humana y natural, pero que el lenguaje, en todas sus dimensiones, “limita nuestros intentos de imaginar otras formas de pensar, ser y hacer; nos atrapa en las del pasado” (Escobar, 2014, p. 18). El ejemplo de Escobar es elocuente para comprender nuestra colonización del pensamiento:

¿No pensamos aún que somos ‘pobres y subdesarrollados’, que ´tenemos que desarrollarnos’? Esto constata la vigencia del desarrollo como forma naturalizada de soñar, de pensar, hasta de ser. Y no es para menos: la creación de África, Asia, y América Latina como ´subdesarrollados´ ha involucrado un profundo proceso simbólico y material; a eso apuntan los críticos cuando dicen que fuimos “inventados” como subdesarrollados (Escobar, 2014, p.18).

Es así como esta invención conceptual, política y económica, tanto del desarrollo como del subdesarrollo, tiene sus orígenes después de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto de modernidad capitalista entrelazada con la colonialidad del pensar, del ser y del actuar, que se ha interiorizado en lo más profundo del discurso político y académico apareciendo el desarrollo como lo natural, lo propio, lo necesario y lo deseable: el transitar los caminos de los países desarrollados. Esa modernidad/colonialidad ha sido impuesta por el eurocentrismo y el capitalismo imperial de los Estados Unidos, negando y combatiendo todas las otras posibilidades de desarrollo subalterno y local como el de los pueblos indígenas de México y América Latina.

En una perspectiva parecida, Gustavo Esteva en México, el profesional que se autonombra desprofesionalizado, critica la definición de desarrollo sostenible: “La llamada ‘realidad’ del desarrollo con su cosmético actual de ‘sustentabilidad’, no es sino un eufemismo más para disimular el desastre cotidiano y mundial. Ha llegado el tiempo de recobrar el auténtico sentido de la realidad” (Esteva, 1997, p. 30). Es decir que el desarrollo sostenible en nada se diferencia del desarrollo clásico, el que se fundamenta en el crecimiento económico, destruye la naturaleza, y en nada modifica las condiciones de explotación y pobreza de la mayoría de la población. Razón para decir que lo que actualmente tenemos es un modelo económico absolutamente insostenible e insustentable que sigue cacareando el desarrollo, ahora sobre la base de la mercantilización de los bienes naturales.

Paralelamente a estas críticas, organismos internacionales como la ONU, UNESCO, PNUD, insisten en el modelo de desarrollo sostenible/sustentable al que caracterizan como un tipo de desarrollo: económicamente viable, socialmente justo y ambientalmente correcto. Esta tripleta relacional de desarrollo, economía y ambiente, constituye los pilares de la teoría y la política del desarrollo sustentable que se impulsa actualmente.

Pero hay que decir que cualquier desarrollo, dentro del esquema de la modernidad-mundo, está condicionado al crecimiento de la economía, y ese crecimiento se concreta en el incremento de la productividad y en el consumo, es decir, en una ampliación de las fuerzas productivas que intervienen en la naturaleza, en la explotación de materia prima y de recursos naturales. Para que el “desarrollo” sea exitoso, además de la gran producción, tendrá que haber incrementos ilimitados de consumo, y de esta manera el interminable ciclo capitalista de desarrollo cumple con sus finalidades de acumulación irracional de capital.

En esta perspectiva el crecimiento es connatural al desarrollo, y en términos de un país se mide no por la calidad de vida o la felicidad de las personas sino por el incremento del Producto Interno Bruto (PIB) y del ingreso Per Cápita, el cual supuestamente distribuye la riqueza y los beneficios económicos del mercado entre toda la población de un país, pero que, independientemente de esta falacia distributiva, no se tiene en cuenta si estos indicadores son destructivos o no del medio ambiente.

Cabe recordar que la política del crecimiento económico a nivel mundial, caracterizada por mayor producción y mayor consumo, detonó en la segunda mitad del siglo veinte la crisis ambiental a nivel mundial, pero con mayor fuerza en los países en vías de ese desarrollo. Con respecto a eso, Enrique Leff plantea que:

La degradación ambiental se manifiesta así como síntoma de una crisis de civilización, marcada por el modelo de modernidad regido bajo el predominio del desarrollo de la razón tecnológica por encima de la organización de la naturaleza. La cuestión ambiental problematiza las bases mismas de la producción; apunta hacia la deconstrucción del paradigma económico de la modernidad y a la construcción de futuros posibles, fundados en los límites de las leyes de la naturaleza, en los potenciales ecológicos y en la creatividad humana (Leff, 2004, p. 19).

Ante esa gran crisis ambiental, producto de la política y la economía dominantes, surgió el “desarrollo sostenido” o “sustentable”, en un contexto donde el capital acelera su intervención mundial, se impone la política neoliberal, se concentra la riqueza en pequeños grupos de capitalistas, se desterritorializa el capital, se incrementa la pobreza y se intensifican las oleadas migratorias, entre muchas otras características. De manera directa, el sistema capitalista, así como la población en general, se enfrentan al no muy lejano colapso del crecimiento, de la producción y del consumo, debido al agotamiento de los recursos naturales no renovables.

El principio de sustentabilidad emerge en el contexto de la globalización como la marca de un límite y el signo que reorienta el proceso civilizatorio de la humanidad. La crisis ambiental vino a cuestionar la racionalidad y los paradigmas teóricos que han impulsado y legitimado el crecimiento económico, negando a la naturaleza. La sustentabilidad ecológica aparece así como un criterio normativo para la reconstrucción del orden económico, como una condición para la sobrevivencia humana y un soporte para lograr un desarrollo durable, problematizando los valores sociales y las bases mismas de la producción (Leff, 2004, p. 17).

Como se ha venido argumentado, una de las determinantes del capitalismo es la acumulación permanente de capital para lo cual requiere explotar al máximo la naturaleza y la fuerza de trabajo, desarrollar las fuerzas productivas, incrementar la producción, bajar costos de inversión e incentivar también al máximo el consumo. Veamos una de las grandes contradicciones que se presentan en el modelo: el sistema capitalista tiene como uno de sus objetivos el crecimiento constante y sin límite, explotando los recursos finitos de la naturaleza, agotando recursos limitados, como por ejemplo el petróleo, el gas y el carbón. Esta política y esta práctica entran en total contradicción con los postulados teóricos del desarrollo sostenible /sustentable en lo que refiere a salvaguardar el medio ambiente para las generaciones futuras.

La lógica de un desarrollo sustentable real debería ser la de controlar y disminuir al máximo el uso de las fuentes energéticas generadoras de contaminantes y del cambio climático, proponiendo alternativas para ello. Sin embargo, los capitalistas se resisten a dejar de producir aquello que saben que es fuente generadora de contaminación; por tanto, sus ganancias seguirán creciendo con la venta de sus productos. Un ejemplo es el de las empresas de automóviles, pues aun cuando son conscientes de las afectaciones ambientales que se generan en las grandes ciudades por la excesiva cantidad de autos, ellas seguirán produciendo en serie e incentivando el consumo.

En otras palabras, como afirma Renán Vega (2009:89-90), con esta pretensión del desarrollo sustentable se están tratando de eludir cosas evidentemente antagónicas, tales como: aumentar el número de automóviles y evitar el efecto invernadero; ampliar la producción de mercancías contaminantes sin incrementar la masa de desechos tóxicos; destruir las selvas tropicales y preservar la diversidad biológica, y así, una serie de contradicciones en las que lo único claro es que el desarrollo sustentable es sólo una moda retórica, que en la práctica no ha implicado ninguna modificación significativa en el sistema capitalista. Lo que se ha pretendido es conciliar el crecimiento económico con la idea de sustentabilidad, cuando en sentido estricto los dos conceptos se mueven en planos de abstracción y formas de razonamiento distintos.

Ahora bien, son innegables los avances científicos y tecnológicos que se han presentado en el mismo tiempo en que se ha venido hablando de desarrollo sostenible /sustentable. Los beneficios han sido solo para una minoría, mientras que la pobreza se ha globalizado, lo que demuestra de manera fehaciente que el desarrollo con cualquiera de sus apellidos no ha cumplido con su cometido de transformar las condiciones de desigualdad, pobreza, injusticia y deterioro ambiental. Puede concluirse con Augusto Ángel que:

De persistir las condiciones de mercado actual, los flujos internacionales de capital económico del Sur hacia el Norte, las desigualdades en los niveles de desarrollo en materia de ciencia y tecnología, etc., nos alejará aún más de este tipo de desarrollo al que ahora hemos denominado sustentable; porque seguirá fomentando la desigualdad social, política y económica entre las naciones y acrecentando la distancia entre unas y otras; limitando el acceso a oportunidades de mercado más igualitarias y equitativas; fomentará la depredación de la base de los recursos naturales de las naciones en desarrollo, debido a sus lacerantes obligaciones económicas; incrementará la migración de científicos de las naciones en desarrollo hacía los países industrializados(Ángel, 1995, p.17).

Las contradicciones entre sistema capitalista y desarrollo sostenible/sustentable y más aún desarrollo humano sustentable, son antagónicas, pues la esencia y la razón de existir del capitalismo es la explotación sin límites de la naturaleza y de la fuerza de trabajo para incrementar y acumular más capital, y todo ello es incompatible con la sustentabilidad ambiental y con la justicia social, que son los pilares del desarrollo con sustentabilidad o con humanidad. Un ejemplo no solo contradictorio sino además funesto en su práctica es el incremento anual de emisiones de CO2 por parte de los países industrializados [8] los cuales se niegan a reducirlas de manera significativa, y Estados Unidos, uno de los países con mayor emisión de gases contaminantes en el mundo, se niega a firmar elprotocolo de Kioto [9], que tiene como objetivo poner en práctica una serie de medidas para reducir los gases de efecto invernadero.

En total acuerdo con Renán Vega (2009, p. 94) se sostiene que el verdadero sentido del desarrollo sustentable es:

(…) una alianza espuria entre ciertos ambientalistas y los capitalistas de todo el mundo para mantener, disfrazado con una cubierta “verde”, el modelo capitalista de crecimiento económico ilimitado, la base fundamental que explica la destrucción de los ecosistemas, pero dando la impresión de que los embarga una gran preocupación por preservarlos.

Conclusiones

En un mundo finito, es imposible tener un desarrollo infinito, y pensar que la ciencia todo lo resuelve es una falacia más de la política capitalista-desarrollista y de la ciencia que en muchos casos resuelve problemas emergentes, pero genera otros de mayor envergadura. Es por ello que el desarrollo sustentable capitalista, que se fundamenta en el crecimiento sin límites, se contradice en su esencia, pues el crecimiento económico conlleva a la súper-explotación de los recursos naturales, y ese agotamiento de la naturaleza hoy en día es toda una realidad.

El desarrollo, la sostenibilidad o la sustentabilidad, transitan por senderos opuestos que se refutan en este contexto de economía capitalista que persigue de manera incesante la acumulación exponencial de capital, teniendo como una de sus fuentes principales la explotación de la naturaleza.

Este desencuentro de lógicas opuestas pone en evidencia la imposibilidad del paradigma en el sistema capitalista, por lo que la discusión deberá contener el cuestionamiento del modelo de la modernidad/colonialidad capitalista y sus relaciones con la situación de la mayoría de la población y con la naturaleza, tal como lo ha venido realizando la teoría de la decolonialidad.

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Notas

1 La institucionalización del desarrollo se dio una vez que éste quedó situado como eje central, alrededor del cual se definirían una serie de políticas y estrategias económicas que conducirían al “progreso de las naciones”, especialmente de aquellas ubicadas en situación de “subdesarrollo”, para lo cual se crearon una serie de organismos de ayuda financiera: Fondo Monetario (FM), Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otros. A partir de entonces el concepto se incorporó al discurso político y a la agenda gubernamental de los países del mundo.

2 La configuración del concepto de subdesarrollo, más allá de lo que expresaba en el discurso con respecto a la pobreza y el atraso de los países pobres, se sustentaba en la idea de la unidad, homogeneidad y evolución lineal del mundo (Esteva, 1998), por lo cual su introducción, paralela a la institucionalización del desarrollo, marcaba otra etapa de colonización ya no desde Europa, sino ahora desde Estados Unidos, dando inicio a otra etapa de dominación, explotación y despojo.

3 Desde los primeros años de 1960, la CEPAL había comenzado a documentar las contradicciones del capitalismo en la región latinoamericana, que se manifestaban en “[…]la lenta transformación de la agricultura, el aumento continuo del desempleo y subempleo, la proliferación de condiciones de marginalidad, la concentración del ingreso y la riqueza, la pertinaz tendencia al déficit comercial y el consecuente incremento de la deuda externa […] la manifiesta agudización de las tensiones sociales y políticas” (Rodríguez, 1984: 13). Para el caso de México son relevanteslos trabajos de Oscar Lewis (1960) Antropología de la pobreza; de Larissa Lominitz (1975) Cómo sobreviven los marginados y de Lourdes Arizpe (1975) Indígenas en la ciudad. El Caso de las Marías.

4 La teoría del desarrollo a Escala Humana se sustenta “en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado” (Max-Neff, 1994, p. 30).

5 Por mencionar solo algunos de los movimientos sociales relacionados con la crisis civilizatoria actual, se hace referencia al movimiento indígena de los zapatistas en México (EZLN); la Primavera Árabe; el movimiento de los indignados en España, Grecia y Portugal; el movimiento de los Okupa en Estados Unidos; el movimiento campesino en Colombia; el movimiento estudiantil en Chile.

6 Enkerlin, del Amo y Cano (1997) presentan una interesante discusión sobre los conceptos anotados y su relación con el término en inglés sustainable.

7 Si bien los primeros referentes del pensamiento latinoamericano sobre desarrollo se encuentran en las teorías de la Cepal y de manera importante con los planteamientos de Raúl Prebisch en torno a la dialéctica centro-periferia; el aporte crítico más importante -que antecede al pensamiento decolonial provino de la teoría de la dependencia con pensadores como André Gunder Frank, Ruy Mario Marini, Alonso Aguilar, Octavio Ianni y Theotonio Dos Santos, quienes explicaron de forma fehaciente el fenómeno del atraso de los países dependientes, argumentando que no podía ser entendido como una etapa necesaria de la sociedad, en términos de Rostow, sino que se explicaba por un tipo de sociedad dependiente y explotada. La dependencia dentro del sistema capitalista, según dichos teóricos, tiene un carácter estructural de tal forma que dentro de ese esquema no hay posibilidad de desarrollo sino únicamente de crecimiento económico, por lo cual el único camino que veían era la transformación revolucionaria de ese modo de producción.

8 En el año 2004, el Carbon Dioxide Information Analysis Center (CDIAC) aportó información relacionada con una lista de 10 países considerados los más contaminantes del mundo. Dicha lista era encabezada por Estados Unidos con 22.2 % del total de emisión de gases que contribuyen al efecto invernadero. Le seguía China con 18.4 % y en tercer lugar la Unión Europea con 11.4 % (https://globalwarmiing.wordpress.com/2008/06/14/los-paises-mascontaminantes/). Actualmente China está ocupando el primer puesto en esa lista, seguido por Estados Unidos, con lo cual ambos producen cerca del 40 % de total de emisiones de gases contaminantes del mundo. (http://www.infolibre.es/noticias/mundo/2014/11/12/).

9 En el año de 1997, cuando se firmó el Protocolo de Kioto,  el gobierno estadounidense se comprometió a reducir sus emisiones en un 6 % pero poco después se retiró. Luego, en el año 2001 el entonces presidente  George W. Bush anunció que no se firmaría el protocolo  en razón de que perjudicaba a la economía de su país (https://globalwarmiing.wordpress.com/2008/06/14/los-paises-mas-contaminantes/). En el año 2015, en la Cumbre del Clima de París, el presidente Barack Obama, declaró que como la mayor economía del mundo y segundo  mayor emisor de CO2 asumiría su responsabilidad  para contribuir con acciones a la reducción de gases de efecto invernadero que son causa primordial del cambio climático (http://www.elmundo.es/ciencia/2015/11/30/565c 482b268e3e92378b45aa.html)

Para citar este artículo: Mota, L., Sandoval, E. (2016). La falacia del desarrollo sustentable, un análisis desde la teoría decolonial. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales, VI, pp. 89 – 104. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/ la-falacia-del-desarrollo-sustentable-analisis-desde-la-teoria-decolonial

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Las relaciones entre Europa y América Latina en perspectiva decolonial ¿Encuentro o desencuentro?

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downloadpdfJosé Ángel Sotillo Lorenzo
Instituto Universitario de desarrollo y Cooperación
Universidad Complutense de Madrid (España)
sotillo@pdi.ucm.es

Javier Leonardo Surasky
Instituto de Relaciones Internacionales
Universidad Nacional de la Plata (Argentina)
javiersurasky@gmail.com

Recibido 31/03/2016 Aceptado 11/04/2016

con todos sus laureles
el norte es el que ordena
pero aquí abajo, abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite

“El Sur también existe”
(Mario Benedetti)

Resumen: En un análisis que parte de sostener los postulados de la colonialidad-modernidad en sus tres vertientes (colonialidad del poder, del saber y del ser) este trabajo analiza la situación planteada desde el inicio de siglo en las relaciones entre América Latina y Caribeña, por una parte, y Europa, por la otra. Para hacerlo recorre la construcción de la visión colonial que ha estado presente en ellas y expone una serie de modificaciones en las condiciones de esas relaciones que se verifican en ese período, particularmente a partir del llamado “ascenso del Sur” y de los impactos de las crisis económico-financieras globales y sus macro efectos sobre los países de la Unión Europea y sobre la misma Unión en relación con América Latina y Caribeña. Tras un breve recorrido que indica un proceso de acercamiento entre las sociedades civiles organizadas en ambos lados, se afirmará el potencial de cambio surgido, así como su fragilidad.

Palabras clave: Europa; América Latina y Caribeña; Colonialidad; Relaciones internacionales; Pensamiento decolonial.

Abstract: Based on the postulates of coloniality-modernity in its three aspects (coloniality of power, knowledge and being) this paper analyzes the state of relations between Latin America and Caribbean, on the one hand, and Europe on the other, since the beginning of the century. It covers the construction of the colonial vision that has been present in them and sets out a series of changes in the conditions of those relationships that take place during this period, particularly from the so-called “rise of the South”, and the impacts of the global economic and financial crisis and their macro effects on the European Union countries and on the Union itself in relation to Latin America and Caribbean. After a brief experience that shows a process of rapprochement between organized civil societies on both sides, we can confirm the potential of the emerged change, but also its fragility.

Key words: Europe, Latin America and the Caribbean, Coloniality, International Relations, Decolonial Thinking.

Introducción

El 4 de julio de 2013 la Comunidad del Caribe mantuvo una Cumbre en la ciudad de Puerto España, Trinidad y Tobago. Allí los Jefes de Estado y de Gobierno tomaron la decisión de establecer Comisiones de Reparación en los 15 países que integran el bloque, siguiendo el ejemplo que ya habían avanzado algunos miembros con la idea de trabajar conjuntamente hacia el planteo jurídico de reparaciones por los daños causados por Europa a la región como resultado del régimen esclavista impuesto tras la conquista de América.

Según lo sostuvo entonces la historiadora jamaiquina Verene Sheperd, quien estaba al frente de la Comisión de Reparaciones de su país en ese momento, no se trata solamente de un reclamo de dinero: “Antes que nada, queremos que Europa se disculpe, pues hasta ahora han emitido declaraciones de arrepentimiento, pero ningún país se ha disculpado. Luego queremos infraestructuras para el desarrollo: escuelas, centros de salud, carreteras, hospitales. Y queremos que acabe el racismo” (Primera).

Poco más de un año después los mismos protagonistas se reunían en Kingston, San Vicente y las Granadinas, y aprobaban el “Plan de diez puntos” [1] para la búsqueda de compensaciones.

Entre una y otra reunión la Comisión de Reparaciones del Caricom había entrado en funciones e identificado seis áreas en las que las consecuencias de la esclavitud aún se expresaban: salud pública, educación, institucionalidad cultural, trauma psicológico y retraso científico y tecnológico.

No se trataba del primer intento de avanzar por esta vía de obtención de reparaciones históricas, asunto que está presente en los reclamos de los Estados del Sur desde el Primer Congreso Panafricano de Reparaciones que tuvo lugar en Abuya, Nigeria, en 1993 (ver Franklin, 2013) y que ya habían intentado entre 2004 y 2011 algunos países del Caricom como Jamaica, Guyana o Antigua y Barbuda, sin obtener éxito.

Más allá de lo que estos procesos puedan finalmente lograr son la muestra de una herida histórica que sigue abierta porque las bases que le han dado origen siguen estando vigentes en el orden global: ya no se trata de prácticas esclavistas ni de ejercicios imperiales por parte de los países de Europa, al menos no a la vieja usanza, sino de la permanencia de estructuras que encuentran sus origen en dichas prácticas y persisten redefinidas hasta la actualidad, a partir de la cuales es posible hacer una relectura de las relaciones entre Europa y América Latina y Caribeña.

Los orígenes: del colonialismo a la colonialidad

La construcción histórica de América Latina y Caribeña exhibe un grado de ejercicio del poder que se expresa, entre otras vías, en la selección de las variables sobre las que ésta ha sido definida.

Para comprender el sentido de esta afirmación es necesario recuperar estrategias de pensamiento que reconstruyan y traspasen las visiones tradicionales europeas sobre la región y, para ello, se debe hacer el ejercicio de enfrentar los paradigmas científicos que desde el “viejo continente” contribuyeron al establecimiento del actual orden mundial.

Para superar esas limitaciones vamos a considerar que esas estrategias de pensamiento y la imposición de un patrón colonial conforman una unidad indivisible en tanto que ninguna es posible sin la otra (Jones, 2006 y 2008; Sabaratnam, 2011) y en conjunto conforman un único núcleo: la modernidad-colonialidad.

Esta realidad ha sido señalada con especial inteligencia por la teoría decolonial y, en particular, por la afirmación de la existencia de tres pilares sobre los que se ha construido un orden global que aún se deja sentir, a saber: la colonialidad del poder, la colonialidad del ser y la colonialidad del saber.

John Hobson (2004) señala en sus estudios sobre el imperialismo occidental en Oriente que

Si algo esencial tuvo el imperialismo fue la glorificación de los europeos como “señores de la humanidad” y el reforzamiento del yo superior europeo. De ese modo constituiría el vehículo a través del cual los capitalistas propagarían el don del capitalismo occidental, los misioneros propagarían el don del mensaje de salvación de Cristo, los científicos harían avanzar el desarrollo de los conocimientos científicos para todos. (p. 299)

Esa visión resultó en el establecimiento de un orden mundial racializado, sostenido por los aportes científicos de autores como Herbert Spencer, Robert Knox, Benjamin Kidd, Francis Bacon o Auguste Comte, que organizó al conjunto de la humanidad en tres mundos jerárquicos: el primer mundo europeo y blanco, el segundo mundo bárbaro y amarillo y el tercer mundo salvaje y negro.

En 1883 todavía James Lorimer clasificaba a la humanidad en civilizada, bárbara o salvaje, utilizando como variable ordenadora el apego de las sociedades a las formas de organización social y a las costumbres europeas. Más cerca en el tiempo la afirmación de un “pensamiento único” – que no casualmente es occidental, estatocéntrico y capitalista- sigue siendo expresión de la misma realidad. El “fin de la historia” y el “choque de civilizaciones” no son más que formas un tanto absurdas de escalar sus consecuencias hasta nuevos extremos.

El resultado de esa visión de la humanidad es expuesto por la colonialidad del poder, que apunta al orden resultante como elemento constitutivo de la extensión del capitalismo a escala global, en tanto la clasificación que hace de las personas, y de las sociedades como corolario, “opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas de la existencia cotidiana y a escala social […] y como ejes centrales de su nuevo patrón de dominación se establecen también la colonialidad y la modernidad”. (Quijano, 2007, p. 93-94).

Esta forma de colonialidad fortalece y es fortalecida al mismo tiempo por su expresión gnoseológica, expresada fundamentalmente en la asunción de que existe una única verdad y, en consecuencia, una sola forma de conocimiento verdadero, privilegio epistemológico que la direccionalidad del poder otorga al conocimiento científico, nutriendo la propia lógica de la colonialidad del poder: yo conquisto, yo ordeno, yo suprimo y yo explico científicamente el orden creado.

La verdad se torna así un producto de la ciencia, y las formas del saber científico un resultado del orden mundial de la modernidad/colonialidad impuesto desde Europa, que limita lo pensable por el recurso a la limitación de las formas en que puede ser pensado. En otros términos: “Los procesos de opresión y de explotación, al excluir grupos y prácticas sociales, excluyen también los conocimientos usados por esos grupos para llevar a cabo esas prácticas” (de Sousa Santos, 2009, p. 12).

La conjunción entre las colonialidades del poder y del saber tiene su expresión en la colonialidad del ser, en tanto el ordenamiento global de personas y culturas a partir de una “escala” -construida desde y para el poder- dio origen a una expresión tan sutil como agobiante del propio modo de ser de las personas en relación de colonialildad intersubjetiva. Presentada por Escobar (2012) como

la dimensión ontológica de la colonialidad, en ambos lados del encuentro [la colonialidad del ser] apunta hacia el “exceso ontológico” que ocurre cuando seres particulares se imponen sobre otros y, además, encara críticamente la efectividad de los discursos con los cuales el otro responde a la supresión como un resultado del encuentro. (p. 78)

Esa “supresión” tiene raíces, según afirma Dussel (1994, p. 133 y ss.), en la persona de Hernán Cortés como expresión de un ideal de subjetividad moderna/colonial al que denomina ego conquiro, previo al ego cogito cartesiano, por lo que afirma que la certidumbre del sujeto como conquistador antecede a la del sujeto pensante de Descartes: conquisto ergo soy (superior). Ser y ser superior es para el poderoso una y la misma cosa. Como reverso necesario del ego conquiro se constituye su contraparte, que es a la vez su imagen en el espejo: el ego subegera.

La presencia de esta dimensión ontológica en las relaciones entre América Latina y Europa ya había sido claramente señalada por Leopoldo Zea (1953) al sostener que la primera debía responder ante el viejo mundo por cometer

el delito o ‘pecado’ de tener otros puntos de vista, otra concepción del mundo y de la vida. Su pecado es haber escapado, por quién sabe cuántos siglos a la acción cosificadora del mundo occidental. Ahora este mundo le enjuicia y condena. En adelante, si ha de salvarse, si ha de justificarse como trozo de humanidad, tendrá que serlo de acuerdo con los juicios de su vencedor (p. 98).

La colonialidad del ser refiere así a “la experiencia vivida de la colonización y de su impacto en el lenguaje” (Maldonado-Torres, 2007, p. 130) en tanto demostración de las vivencias atravesadas por los sujetos conquistados. Mignolo (2004, p. 669) sostiene que se trata de la expresión de la colonialidad a partir del lenguaje ya que “La ‘ciencia’ (conocimiento y sabiduría) no pueden separarse del lenguaje; los idiomas no son solamente fenómenos culturales en los que la gente encuentra su ‘identidad’, también son la localización donde se inscribe el conocimiento” y así la colonialidad del ser resulta ser un producto de las dos formas de colonialidad antes expuestas.

En un sentido donde el acento está puesto en la visualización del poder en el lenguaje y su uso, Pierre Clastres (2008) camina por senderos complementarios a los del semiólogo argentino cuando sostiene que

El ejercicio del poder asegura la dominación de la palabra: solo los amos pueden hablar. En cuanto a los súbditos, están destinados al silencio del respeto, de la veneración o del terror. Palabra y poder mantienen relaciones tales que el deseo de uno se realiza por la conquista del otro […] Toda toma del poder es asimismo una adquisición de la palabra. (p. 131)

La expresión en América de esta idea de dominación de la palabra es expresada en el contexto americano por Zea (1953)

El hombre que se encuentra en esta América, el indígena, no habla, carece de una voz que pueda ser comprendida. Su voz, cuando la tiene, pasa a través de la parcial interpretación que hace de ella el europeo, a través de categorías de comprensión que no son ya las propias. Las historias y relaciones. que sobre la vida y costumbres de este hombre se escriben, van cubriendo su auténtica realidad en vez de explicarla. (p. 99). El hombre que se encuentra en esta América, el indígena, no habla, carece de una voz que pueda ser comprendida. Su voz, cuando la tiene, pasa a través de la parcial interpretación que hace de ella el europeo, a través de categorías de comprensión que no son ya las propias. Las historias y relaciones. que sobre la vida y costumbres de este hombre se escriben, van cubriendo su auténtica realidad en vez de explicarla. (p. 99)

A través de estas vías el orden colonial político construido por Europa, que alcanza proyección territorial global con la conquista de América, sirve como sostén de un orden de colonialidad mundial que atraviesa los territorios, pero también a las personas, las sociedades, las culturas y las formas que asume la verdad.

El otro extremo del puente eurolatinoamericano

Si el orden colonial es -como lo afirmamos- global, entonces debe estar presente también en la configuración de Europa.

No es necesario volver a plantear, en un ejercicio de espejo, las tres colonialidades referidas antes y basta con asumir que en tanto existe alguien colonizado hay otro sujeto colonizador o, como lo expresáramos puntualmente, al ergo conquiro corresponde necesariamente un ergo subegera.

En tal sentido nos parece más interesante analizar el particular momento de creación de la hoy Unión Europea en tanto puede ser tenido tanto como un intento de cambiar el orden de interrelaciones interno de Europa como parte de la etapa en que el continente se ve obligado a ceder su lugar de centro del orden mundial a los Estados Unidos y la Unión Soviética.

La integración europea, que surge de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a construirse en paralelo con el orden mundial propio de la Guerra Fría. El camino de la unión choca contra la propia división entre la Europa oriental (considerada un “satélite” de la URSS) y la Europa occidental, estrechamente vinculada a Estados Unidos. Como lo dijo Winston Churchill, sobre Europa había caído un telón de acero.

Como consecuencia Europa occidental se convertiría en el baluarte, la primera línea de defensa para contener la expansión del modelo soviético en un mundo bipolar sometido a la dialéctica amigo-enemigo. Chruchill proclamaba las bondades de unos Estados Unidos de Europa enlazados sobre una base intergubernamental: Europa (occidental) sería una especia de segunda América.

El mundo occidental, asociado siempre al mundo libre liderado por Estados Unidos y apoyado por sus aliados europeos, mostrará las dos caras de una misma moneda. Por un lado se defienden y expanden principios y valores, que tienen como muestra significativa la “Carta del Atlántico” suscrita el 14 de agosto de 1941 por el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill, que proponían un conjunto de principios para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional que serían refrendados luego por la mayor parte de los países del mundo, incluyendo el respaldo que le brindó la Unión Soviética el 24 de septiembre del mismo año.

La Carta del Atlántico, que tenía su precedente en los “14 puntos” del presidente Wilson de enero de 1918 donde se establecían unas “bases morales” para las negociaciones de paz tras la Primera Guerra Mundial, incluía un conjunto de principios/compromisos “para un futuro mejor para el mundo” que asumían sus firmantes, entre los que se incluían:

3. Respetar el derecho que tienen todos los pueblos de escoger la forma de gobierno bajo la cual quieren vivir, y desean que sean restablecidos los derechos soberanos y el libre ejercicio del gobierno a aquellos a quienes les han sido arrebatados por la fuerza.

4. Se esforzarán, respetando totalmente sus obligaciones existentes, en extender a todos los Estados, pequeños o grandes, victoriosos o vencidos, la posibilidad de acceso a condiciones de igualdad al comercio y a las materias primas mundiales que son necesarias para su prosperidad económica.

Como rebela Josep Fontana en su esclarecedor libro Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, ya Tucídides en el siglo quinto antes de Cristo hacía referencia a argumentos que hoy siguen siendo plenamente vigentes: “Estamos aquí por el bien de nuestro imperio y lo que os vamos a decir es para la salvación de vuestro país, porque queremos ejercer nuestro dominio sin causar ningún trastorno y que os salvéis, tanto por vuestro interés como por el nuestro”. El mismo Churchill que declaraba solemnemente los principios de la Carta del Atlántico es el jefe de Gobierno de uno de los mayores imperios coloniales.

Otro de los países fundadores, Bélgica, también era muestra de ese dominio colonial que alcanza su máximo esplendor, valga el eufemismo, en el llamado Congo Belga, propiedad de Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha y Borbón-Orleans -el Rey Leopoldo II-, fundador, dueño y señor del Estado Libre del Congo, largamente idealizado por las narraciones de las aventuras del explorador Stanley cuando en realidad, como en otros casos de conquista y ocupación colonial, la expresión “genocidio” es la más acertada para explicar lo que sucedió con la población de ese territorio, en una historia que arrastra esos hechos hasta nuestros días: Joseph Conrad narró lo que vio allí en su obra El corazón de las tinieblas, publicada en 1899; Mario Vargas Llosa también nos describe esos hechos en el libro El sueño del celta, de la mano de Roger Casement, quien publicara en 1904 un informe denunciando la situación en el Congo.

La construcción europea, como objeto político innovador, se realizó naturalizando el hecho colonial europeo, lo que es lógico si tenemos en cuenta que el liderazgo de ese proyecto político lo ejerció Francia, que aún entonces mantenía los restos de su poder colonial en el norte de África. Recordemos que la colonización francesa era una colonización de Estado y que se calcula que un millón y medio de franceses se establecieron solo en Argelia.

Esa Francia será el país que dé el paso inicial hacia la integración europea a través del llamamiento que significó la “Declaración Schuman” del 9 de mayo de 1950, es decir cuatro años anterior al inicio del sangriento enfrentamiento bélico que el país mantendría desde 1954 hasta 1962 contra del Frente de Liberación Nacional de Argelia, levantado en armas para lograr la independencia de la hasta entonces colonia francesa. Una de las razones por las que esa guerra de liberación nacional pasó a la historia fue justamente la crueldad y las tácticas de “guerra sucia” empleadas por el ejército francés, perfectamente reflejadas en la película “La Batalla de Argel” de Gillo Pontecorvo estrenada en 1966, las que no casualmente serían retomadas por los gobiernos dictatoriales de América Latina de la década de 1970 en su lucha contra lo que denominaban la “subversión” interna, que no era otra cosa más que el reclamo por la vuelta a la vida democrática y el respeto de los derechos humanos.

Uno de los más terribles testimonios de esa violencia colonial lo realizó Frantz Fanon en su obra Los condenados de la Tierra, publicada originalmente en 1961, en el que ya advertía que “El Tercer Mundo está ahora frente a Europa como una masa colosal cuyo proyecto debe ser tratar de resolver los problemas a los cuales esa Europa no ha sabido aportar soluciones” (Fanon, 1983, p. 160).

Esa Francia era la misma que había asumido un asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas tras su creación en 1945, convirtiéndose así en uno de los mayores responsables por el mantenimiento de la paz y la seguridad mundiales.

Aunque los Estados europeos mantuvieran territorios sometidos a dominio colonial -con la excepción de Alemania, que los había “perdido” como consecuencia de su derrota en el campo de batalla-, ese hecho era naturalizado como reflejo de la colonialidad, lo que hacía que el proceso transcurriese como si estuviese libre de responsabilidades coloniales, no contaminado por la situación colonial.

En la continuidad del proceso, lejos de visualizarse el hecho colonial subsistió aun cuando las colonias fueron logrando sus independencias, ya que los Estados europeos que “perdían” sus colonias buscaban otras formas de relación con los nuevos países soberanos que les permitieran extender tanto como fuera posible el vínculo colonial (la Francofonía en el caso de Francia o la Commonwealth en el caso de Gran Bretaña son claros ejemplos de esto).

Este proceso de asimilación llevaba a convertir las posesiones de países europeos en parte de su propia distribución territorial tal como ocurrió con la provincialización de las colonias portuguesas de Cabo Verde, Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y Santo Tomé y Príncipe, y con el Sahara Occidental, que en 1958 -durante el régimen de Franco- fue también declarado “provincia española” como parte de las medidas que adoptó España tras ingresar a la Organización de las Naciones Unidas, buscando extraer ese territorio del mandato de descolonización que la organización imponía.

De esta manera, cuando la “Declaración Schuman” sostenía que Europa no se haría “de una vez ni en una obra de conjunto” sino “gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho” proponía un camino de construcción regional liderado por los propios pueblos europeos, una construcción diametralmente opuesta a la de América, sosteniendo la capacidad del ergo conquiro para avanzar en si auto-organización entre pares que se negaba al ergo subgera, repitiendo la lógica racial de igualdades entre los miembros de un mismo grupo, lo que no deja de ser ejercicio de la colonialidad: hacia adentro, diálogo entre pares; hacia afuera, guerra contra las colonial que pretenden independizarse.

Para reforzar esta interpretación volvemos al texto de la “Declaración Schuman”, en particular a su afirmación de que “La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas”, a lo que se agrega que con los recursos económicos resultantes de la fusión de la gestión del carbón y el acero “Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano”: Europa organizada podría cumplir aún mejor con la “pesada carga del hombre blanco” a la Rudyard Kipling se había referido en su poema “The United States and the Philippine Islands”, ¡publicado en 1899!

La Declaración, hecha pública el 9 de mayo de 1950 por el ministro francés de Asuntos Exteriores, era el reflejo en modo de voluntad política del ideólogo del proceso de integración, Jean Monnet, considerado uno de los padres de Europa.

En sus Memorias, Jean Monnet recorre, desde su privilegiado puesto como uno de los responsables de la construcción europea, todo el proceso de integración desde sus inicios hasta los años 70. Su mirada se centra principalmente en la dimensión interna, pero también en lo que supone ese proceso en y desde fuera.

Una de las cuestiones que relata es que la experiencia comunitaria se veía más positiva desde fuera que desde el propio interior del proceso, generalmente por las rivalidades y tensiones entre los propios Estados miembros. Lo que Monnet (1985) refleja de este modo:

Este nuevo rostro de Europa tranquilizaba también a los países en vías de desarrollo, algunos de los cuales pasaban directamente del estado de colonizados al de asociados. Para cientos de millones de hombres de varios continentes la Comunidad se convertía en un socio en intercambios libremente negociados. En sus capitales y en Bruselas, sus representantes participaban en pie de igualdad con los de nuestros países, y las formas de relaciones instituciones que crearon entre África y Europa Jen-François Deniau y luego Claude Cheysson son una de las realizaciones más imaginativas y más generosas de la Comunidad. Mientras cincuenta y cinco países se reunían en torno a la mesa de Lomé o en Bruselas para buscar su interés común, nuestros diplomáticos proseguían entre ellos irreales debates sobre la entidad europea. Paradójicamente, ésta existía ya a los ojos de observadores más lejanos. (p. 491-492)

El mismo año en el que se proclama la Declaración, Aimé Césaire -escritor y político de la Martinica- escribió Discurso sobre el colonialismo, donde encontramos de nuevo la otra cara de la llamada civilización europea (Césaire, 2006):

Una civilización que le hace trampas a sus principios es una civilización moribunda.

El hecho es que la civilización llamada “europea”, la civilización “occidental”, tal como ha sido moldeada por dos siglos de régimen burgués, es incapaz de resolver los dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema del proletariado y el problema colonial. Esta Europa, citada ante el tribunal de la “razón” y ante el tribunal de la “conciencia”, no puede justificarse; y se refugia cada vez más en una hipocresía aún más odiosa porque tiene cada vez menos posibilidades de engañar. (p. 13)

Es la denuncia de la reafirmación de la sagrada misión civilizatoria del hombre blanco en la semilla misma de la idea europea, el desarrollo convertido en sus nuevos y civilizados ropajes de nueva época.

Así, la creación europea lejos de replantear la situación colonial actuó dentro de su lógica y reafirmó los pilares de la colonialidad tanto como le fue posible, al mismo tiempo que establecía las bases para unas “políticamente correctas” relaciones entre los países miembros de las comunidades europeas y sus “territorios de ultramar”, dando continuidad a una línea de tiempo cuya proyección se extiende hasta la actualidad a través de la parte cuarta y del Anexo II del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea [2].

Nótese que la relación entre los países y sus colonias no se transfiere a la Unión Europea, bien por el contrario, ésta sigue siendo un ejercicio soberano de los Estados europeos. No obstante, al tener la Unión -por entonces básicamente el Mercado Común- ciertas competencias que podrían afectar esas relaciones, es nuevamente Francia quien impulsa la inclusión de una referencia a las “relaciones con los países y territorios de ultramar” en los Tratados que dan vida a la UE. Una “señal de colonialidad” que, como la marca en la frente de Caín, acompaña al proceso europeo hasta su más reciente tratado: el Tratado de Lisboa por el que se modifican el tratado de la Unión Europea y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, firmado en 2007 y en vigor desde 2009.

La limitada presencia de colonias europeas en suelo americano al momento del establecimiento de la Comunidad Económica del Carbón y el Acero, creada por el Tratado de París de 18 de abril de 1951, y la no participación de España en el esquema europeo hasta varios años después, prácticamente excluyeron al continente de consideraciones asociadas a los territorios de ultramar, aunque aún figuren allí casos como los de las Islas Malvinas, Georgia del Sur y Sándwich del Sur.

La puesta en escena de las Comunidades Europeas que se efectiviza cuando al Tratado de París de 1951 se añaden los de Roma -por los que se establecen la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de Energía Atómica- suscritos el 25 de marzo de 1957 y en vigor desde el 1º de enero de 1958, tiene lugar de manera simultánea a las luchas por la independencia en países asiáticos y africanos. En 1960 consiguieron la independencia 17 países africanos, en un proceso conjunto para buena parte de esos dos continentes.

Que la descolonización de buena parte de Asia y de África se produzca en un contexto mundial signado por la Guerra Fría condicionará la evolución de los nuevos Estados independientes, generando tensiones entre, por una parte, la neutralidad preconizada en la Conferencia de Bandung e institucionalizada en el Movimiento de Países No Alineados y, por la otra, la adscripción a uno u otro bando mediante acuerdos bilaterales -incluyendo la instalación de bases militares- o a través de la participación de los países en organizaciones de seguridad colectiva (Organización del Tratado del Atlántico Norte, Pacto de Varsovia).

Al igual que el freno al expansionismo soviético tuvo en la Doctrina de la Contención su principal argumentario, también ser elaboró otro tipo de doctrina para frenar el comunismo y la subversión, defendiendo el mundo libre y, en definitiva al capitalismo, en los países que nacían a la independencia.

Uno de los autores por excelencia en cuanto a las ventajas del mundo libre fue Walter Rostow, quien en su obra Las etapas del crecimiento económico: un manifiesto no comunista trazó el camino a seguir para que los países atrasados consiguieran modernizarse. Manteniendo el discurso de las bondades y ventajas de un modo de vida que se pretendía hacer llegar a los países que salían del tradicional dominio colonial, el propio Rostow (1966) da respuestas a una serie de preguntas que él mismo formula:

Si los norteamericanos no buscamos la victoria en su sentido habitual, ¿qué es lo que buscamos? ¿Cuál es el interés nacional de Estados Unidos? ¿Por qué estamos nuestros recursos y asumimos los riesgos de la guerra moderna en esta lucha mundial? Para los norteamericanos la recompensa de la victoria será simplemente ésta: permitir que nuestra sociedad continúe desarrollándose según las viejas líneas humanas que se remontan a nuestro nacimiento como nación, y que se hunden aún mucho más en la historia hasta llegar a las raíces mediterráneas de la vida de Occidente. Luchamos por mantener en la escena mundial un contorno que permita a una sociedad abierta como la nuestra sobrevivir y florecer. (p.133)

De esta manera se sentaban los axiomas del “neo-colonialismo” y se perpetuaban las colonialidades del poder, del saber y del ser en el nuevo orden mundial. La “pesada carga del hombre blanco” era ahora oficialmente compartida por Europa y los Estados Unidos de América como baluartes del ¿mundo libre?

¿Cambios en el puente eurolatinoamericano?

A pesar de las situaciones señaladas, y como parte del discurso oficial elevado dentro de las mismas prácticas de la colonialidad, se sostiene históricamente que Europa y América Latina y Caribeña comparten valores y principios, bajo la premisa de que la segunda era entendida como “el otro Occidente”, tan occidentalmente cercana como alejada por la otredad.

Mientras América Latina y Caribeña -particularmente sus elites gobernantes- se vio a sí misma como el reflejo de Europa, el puente eurolatinoamericano se apoyó sobre cabeceras relativamente sólidas, apenas conmovidas por sucesos extraordinarios como la “Guerra de Malvinas” de 1982, única guerra intra-occidental que tuvo lugar durante la guerra fría.

En los últimos años, en cambio, ese puente ha comenzado a perder estabilidad. Sus extremos ya no conectan con la misma facilidad que antes.

Los cambios responden a razones de diversa índole: posicionamientos políticos, condiciones de viabilidad de opciones cambiantes, una sucesión de crisis internacionales entre las cuales destacan las financiera internacional iniciada en los Estados Unidos en 2008 y la “crisis del Euro”, un período de “super-precios” de productos básicos en el mercado internacional -que por cierto muestra claras señales de agotamiento-, la emergencia de actores “del Sur” con presencia y capacidad de influencia globales, el andar arrollador de la “locomotora china” y la construcción de alternativas a los canales tradicionales de financiamiento del desarrollo, está últimas aún en construcción.

Cuando en su Informe de Desarrollo Humano de 2013 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo elegía como tema central de estudio el “Ascenso del Sur” no hacía más que comenzar a reconocer los profundos cambios en marcha.

Volviendo una vez más a nuestras afirmaciones anteriores, así como la lógica de la colonialidad requiere tanto de subjetividades conquistadoras como subalternizadas, la afirmación de la supremacía de una forma de verdad y de organización social denuncia al mismo tiempo la subordinación de otras y con ello su existencia.

De la propia negación de “lo otro” emana la constatación de su existencia en un vínculo relacional que “más allá de los que pueda connotar en un momento dado, siempre señala a una ubicación ‘ex-céntrica’, a un afuera de los países centrales” (COMAROFF y COMAROFF, 2013, p. 84).

América Latina y Caribeña ha sido entonces no solo lo dicho sobre ella, sino además todo lo que ha sido prohibido de decir ya sea por la fuerza o por la ciencia moderna, si es que es posible esa diferencia. De esta forma “decir fuera de lo permitido” se vuelve un acto inicial de subversión y el paso inicial de una nueva afirmación.

Hoy la región ha comenzado a elevar su voz, y lo ha hecho por diversos canales entre los que podemos mencionar:

• La adopción de estructuras de integración regional diferentes a las tradicionales.

• La defensa de una nueva -desde la perspectiva científica moderna-colonial- a la vez que tradicional -en la mirada de sus pueblos y saberes originarios americanos- conceptualización de las relaciones entre las personas y la naturaleza.

• La inscripción de discursos alternativos a las tradiciones occidentales y europeas en materia de desarrollo, como lo es el sumak kawsay (buen vivir).

• El impulso de un discurso jurídico propio a través del movimiento que hoy se conoce como Neoconstitucionalismo Latinoamericano.

Desde el otro extremo, el propio orden colonial hizo de España el nexo “natural” entre Europa y América Latina.

La situación de España, considerada hasta hace poco miembro de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, por sus iniciales en inglés), un “agrupamiento” de los Estados que tras la crisis de comienzos de siglo se vieron imposibilitados para refinanciar sus deudas públicas o rescatar a sus sistemas bancarios por sus propios medios [3].

Entre las consecuencias del impacto de la crisis económica de comienzos del siglo y la que se iniciara en 2008 sobre España, este país redujo drásticamente su Ayuda Oficial al Desarrollo, fundamentalmente dirigida hacia América Latina -nuevamente, la presencia de los resabios coloniales- lo que le significó una pérdida de “poder blando” en la región, que vió por su parte decrecer su capacidad de influenciar las agendas europeas por el menor papel jugado por España en ellas.

Más allá de España en particular, cabe señalar que los impactos de las crisis económicas y financieras sobre Europa en general y sobre los países de la Zona Euro en particular también actuaron como un factor de retracción de la UE sobre sí misma, alejándola de América Latina y Caribeña.

La autoafirmación de la cabecera Latinoamericana y Caribeña y el debilitamiento de la Europea sobre las que se sostiene el puente eurolatinoamericano ha introducido tensiones en esa construcción, sobre la cual hoy circulan, de manera frágil todavía, más que una única lógica unidireccional impuesta por la colonialidad. Con esto no estamos afirmando el comienzo de una necesaria e inevitable confrontación de visiones incapaces de convivir -podrán establecerse confrontaciones en ocasiones- pero sí de un proceso de diferenciación por un intento de afirmar la propia identidad, la propia presencia particular en el mundo.

De esta manera comienza a abrirse una nueva ventana de oportunidades para el encuentro entre ambas regiones que puede resultar en beneficios para todas las partes, ya que, como sostenía Zea (1953), la voz de América “puede aportar a la cultura la novedad de sus experiencias (que) hasta ahora no ha tomado en cuenta la Cultura Occidental. Es menester que América diga al mundo su verdad; pero una verdad sin pretensiones, una verdad sincera (p. 178).

Nuevos espacios de convergencia: teorías y ciudadanos que comparten

Paralelamente a estos procesos que tienen a los Estados como centro, la globalización de la sociedad civil ha introducido un elemento diferente a los considerados, pero no menor relevante.

Aun cuando el riesgo de la colonialidad esté presente también en los espacios de organización y relaciones al interior de la sociedad civil, donde actores de ambos lados tienden a repetir esquemas de colonialidad en sus propios espacios (Sorj, 2012, p. 2-7), es posible identificar espacio de creciente comunidad entre los ciudadanos a uno y otro lado, sobre la base de la comprensión de que el trabajo conjunto es necesario para superar problemas que, aunque se expresan de diferente forma en Europa y América Latina y Caribeña, son globales en su naturaleza.

Una de las expresiones más elocuentes del encuentro entre las sociedades civiles de ambos espacios está dado por la creación, sobre la base de las nuevas formas de articulación que asume la integración regional en América Latina y Caribeña, del Foro de la Sociedad Civil Celac-UE, un foro que agrupa ONGs, movimientos sociales, asociaciones y redes de la sociedad civil latinoamericanas y europeas, cuyo primer encuentro tuvo lugar en Santiago de Chile a finales de septiembre de 2012, en el marco de la reunión de la Primera Cumbre de la Celac.

La “Declaración de Santiago” de la Sociedad Civil comienza haciendo un llamamiento a

un cambio de rumbo hacia una equitativa integración de nuestros pueblos por medio de una mayor justicia e igualdad social, una democracia más sólida y participativa, el respeto integral a los Derechos Humanos, la conservación del medio ambiente y el uso sostenible de nuestra biodiversidad.

Parten de la afirmación de que nuestros continentes se hallan atravesando “un momento crítico de la historia” y de la constatación de que “las soluciones de mercado que se vienen implementando están orientadas a proteger únicamente a los intereses de los grandes capitales” a ambos lados del Atlántico.

Mientras los pueblos de Europa se resisten a los intentos de hacerles pagar injustamente los costes de la depresión económica, en América Latina los afectados por el modelo neoliberal y los procesos de mercantilización de los bienes públicos, se rebelan contra los privilegios al sistema financiero que es el causante de la actual crisis.

Como consecuencia se plantearon cuatro demandas conjuntas a los gobiernos de ambas regiones:

1. Formular una nueva arquitectura financiera mundial que resguarde los derechos humanos

2. Dar coherencia a los modelos de inversiones con los objetivos de desarrollo sustentable y fortalecimiento de los derechos humanos y la democracia

3. Fortalecer y democratizar el diálogo político bi-regional, incorporando de forma activa a la sociedad civil.

4. Revisar la cooperación oficial al desarrollo garantizando su reciprocidad, estabilidad y previsibilidad.

Estos reclamos se repitieron en forma muy similar en el documento final del II Encuentro del Foro [4], realizado en Bruselas en mayo de 2015, donde se afirma que

ambas regiones viven procesos de incremento de la desigualdad y concentración de la riqueza, producto de un modelo de desarrollo neoliberal, depredador de los bienes naturales, mercantilizador de los bienes públicos y asentado sobre una creciente precarización y flexibilización de las condiciones laborales, generadora de una creciente exclusión social […] todo ello genera un desigual acceso al poder y a los recursos, que está en el origen de las situaciones de discriminación que persisten en nuestras sociedades como son, con carácter protagónico la desigualdad de género, pero también aquellas por razón de orientación sexual, origen étnico, régimen migratorio, religión, edad o discapacidad.

Se trata de una muestra apenas de un proceso mayor de convergencia entre los ciudadanos y ciudadanas de ambas regiones que si bien, como lo señalamos, no está exento del ejercicio de la colonialidad, expresa una aproximación renovada por fuera de las estructuras estatales, en búsqueda de respuestas que ni el Estado ni el mercado parecen estar siendo capaces de brindar a una ciudadanía crecientemente global.

Conclusiones

En los límites que impone un trabajo de las condiciones del presente, hemos intentado señalar a la colonialidad como una marca de las relaciones globales, y en particular entre Europa y América Latina y Caribeña.

El análisis realizado permite identificar que en la actualidad estamos en un punto de tensión resultante de los cambios en los equilibrios de fuerzas entre las partes. Aún sin haber profundizado en las causas globales que están detrás del mismo -que podemos ejemplificar en la degradación ambiental resultante de la consideración de la naturaleza como un espacio a ser dominado y aprovechado por el hombre, tal lo que postula la verdad surgida de la ciencia moderna y sus perspectivas homocéntricas-, el señalamiento del “auge del Sur” junto a las negativas consecuencias que han tenido en los países de Europa las dos crisis financieras globales que enfrentamos desde inicios de siglo -espacialmente la que se iniciara en 2008- basta para identificar una posibilidad de avanzar, lenta pero conscientemente, en la visibilización de las consecuencias del orden moderno-colonial a ambos lados del Océano Atlántico.

Verificamos por una parte un incremento en la posibilidad de “decir” de los países de América Latina, que ha sido aprovechado de diferentes formas tales como la generación de nuevos esquemas de integración regional basados en el diálogo político y no solo en la variable económico-comercial o la postulación de discursos asentados en sus propios saberes tradicionales como el Sumak Kawsay y el neoconstitucionalismo lationoamericano.

“Decir” es el acto original de subversión frente a un orden colonial-moderno sostenido en el silenciamiento de una parte de la humanidad, como consecuencia de su condena a la inferioridad étnica y gnoseológica.

También hemos podido señalar cómo los propios problemas que han afectado a los países de Europa, con especial referencia en el tema de nuestro interés a España en tanto potencia colonizadora en América Latina, han generado una menor capacidad de ejercicio de su poder blando en la región y han llevado a la UE a concentrarse en sus propios problemas internos: económico-financieros, primero, y de seguridad, después.

Hemos mostrado que al mismo tiempo que estos procesos se desarrollaban aumentaba la identificación de problemas globales con expresiones regionales particulares como un espacio de acción para las sociedades civiles en ambos continentes, lo que promueve un acercamiento de las mismas más allá de lo que ocurre con el Estado y desde una lógica diferente, aunque no exenta de los riesgos de reiterar las formas de la colonialidad.

En cualquier caso, ambas situaciones representan posibilidades para abrir diálogos diferentes a los tradicionales, tanto a nivel estatal como no estatal, a la vez que convocan a un ejercicio del poder estatal contestatario del orden colonial: el “poder obediencial”, expresado por Dussel (2006, p. 36) bajo la forma de “el que manda debe mandar obedeciendo”, siguiendo en esa afirmación las experiencias de los “caracoles” de Chiapas.

Ya no se trata de sostener que la legitimidad de los gobiernos se verifica “cuando la gente obedece voluntariamente a sus gobiernos” en un ejercicio de justificación política “que hace del poder de mandar un derecho y de la obediencia, un deber” (Pérez Cortés; 2002, p. 102), sino todo lo contrario: un gobierno es legítimo cuando actúa cumpliendo la voluntad de aquellos que lo eligieron para desempeñar esa responsabilidad, lo que equivale en nuestro caso de estudios a dar respuesta a las exigencias que a sus gobiernos plantean las ciudadanías de los países europeos y latinoamericanos y caribeños.

Está claro que ninguno de los procesos señalados llevará directa o necesariamente a la superación de las formas de orden global de la colonialidad, lejos estamos de afirmar tal cosa, pero la lectura realizada expone elementos que deben ser alentados a la vez que expone su fragilidad y su estrecho vínculo con los contextos globales realmente existentes.

La experiencia nos muestra que hasta ahora Europa ha hecho política, economía, cultura, sociedad, inversión hacia América Latina y el Caribe, pero no con América Latina y Caribeña, ya que la historia de esta parte del Sur es oficialmente narrada como la de “el otro, primero por Europa y luego por los Estados Unidos: el otro para ser sojuzgado, explotado y dominado”, pero ese “otro” ha demostrado también serlo en la resistencia y rebelión (Gogol, 2007, p. 1), al punto que en la actualidad va consolidando espacios de autoafirmación, una realidad que Europa debería tener muy en cuenta si pretende un diálogo nuevo con la región.

La colonialidad-modernidad como proceso también un día deberá dejar lugar a algo nuevo, a un “nuevo hombre (que) no ha de ser el que someta a otros hombres, sino el que impida, de una vez y para siempre, esta posibilidad” (Zea, 1986, p. 116).

Encontrar y exponer cualquier elemento que pueda contribuir a ello es apostar por un futuro donde el nosotros se construya respetando las diferencias, pero sin hacer de ellas un factor de dominación sino un canal para el diálogo entre pares que se reconocen recíprocamente como tales.

Referencias

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– (1953). América como conciencia, México DF: Ediciones Cuadernos Americanos (Nº 30).

Notas

1 Ver: http://ibw21.org/commentary/caricom-reparations-ten-point-plan/

2 En el artículo 198 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (antiguo artículo 182 TCE) los Estados miembros “convienen en asociar a la Unión los países y territorios no europeos que mantienen relaciones especiales con Dinamarca, Francia, Países Bajos y Reino Unido”.

3 Luego el grupo cambiaría a PIIGGS, con doble “I”, cuando Irlanda fue puesta en la misma categoría.

4 El texto completo de la “Declaración de Bruselas” del II Foro de la soiedad civil CELAC-UE puede verse en http://www.consilium.europa.eu/es/meetings/international-summit/2015/06/declaracion-foro-de-las-osc-ue-celac_es_pdf/ (último ingreso: 14/01/2016).

Para citar este artículo: Sotillo, J. A.; Surasky, J. L. (2016). Las relaciones entre Europa y América Latina en perspectiva decolonial ¿Encuentro o desencuentro? Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 54 – 68. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/ las-relaciones-europa-america-latina-perspectiva-decolonial-encuentro-desencuentro

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Glaciares y cambio climático en el cono sur

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downloadpdfDesde distintas organizaciones y plataformas sociales y políticas hace más de una década que venimos advirtiendo la necesidad de poner a los glaciares andinos en el centro de la preocupación científica y de los gobiernos en el cono sur. Esto por su carácter estratégico como moderadores del clima, fundamentales en la dotación de agua para las ciudades, la agricultura, la industria y la mantención de la vida y los ecosistemas en todas sus formas.

Los avances en información científica, que incluye la clasificación e inventarios de glaciares, el retroceso acelerado de los mismos y el recalentamiento de la atmósfera como consecuencia del cambio climático, ya son hechos incuestionables. Se trata de una tendencia que afecta a todos los glaciares de montaña del mundo (IPCC, 2001; Francou y Vincent, 2007) en magnitudes diferentes, ya no sólo se limita su afectación a la cordillera de Los Andes o a las zonas tropicales.

A pesar de lo anterior, la extrema vulnerabilidad ante el Cambio Climático de los glaciares andinos es un hecho innegable, así como la afectación antrópica a la que hemos sometido estos ecosistemas fundamentalmente por faenas mineras. Los estudios son claros y las evidencias hablan por sí solas. Los países de América Latina son altamente vulnerables al cambio climático y tendrán que soportar entre el 75% y el 80% de los costos y perjuicios asociados (CEPAL 2009). Asimismo, las proyecciones indican que la contribución relativa de la región a las emisiones de GEI ha ido en aumento, y que es necesario emprender reducciones importantes de las emisiones para limitar el aumento medio de la temperatura global a 2°C, que es el umbral crítico para la sostenibilidad de las condiciones que hasta hoy han permitido la vida en la tierra (ONU 2015).

Por tanto mantener una postura indolente sólo nos traerá consecuencias nefastas. El mes de julio de 2014 fue considerado como el mes más cálido del que se tenga registro y los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera superaron los 400 ppm por primera vez en miles de años. La posibilidad de limitar el aumento se está agotando rápidamente, aunque con acciones de gran alcance que favorezcan la transición a energías renovables y una relación armónica con la naturaleza antes del 2020 ello aún sería posible.

La desaparición de glaciares como el Chacaltaya, de la cordillera Real en Bolivia, el cual abastecía de agua potable a una parte importante de la ciudad de La Paz, la disminución del Glaciar San Francisco que abastece casi en un 70% a la ciudad de Santiago, o la desaparición de glaciares en Perú y Venezuela, requieren de acciones precautorias por parte de los gobiernos a través del desarrollo y la ejecución de estrategias de ordenamiento, adaptación y mitigación para controlar el retroceso y pérdida de los glaciares, y así atender los conflictos sociales relacionados con el acceso, uso y distribución del agua que se incrementaran. Las estrategias locales de adaptación deben incluir los saberes y conocimientos tradicionales y avanzar hacia sistemas de transición y desarrollo sustentable.

Este escenario crítico sin duda también es una oportunidad para avanzar en un marco conjunto de apoyo entre los países andinos que permita una mejor integración en estas materias, que son de interés estratégico, lo que permitiría instalar a la protección de los glaciares como un ejercicio conjunto de cooperación e integración para el cono sur y no como un factor de diputa y herencia bélica para las generaciones futuras.

Lo que dará viabilidad a este proceso, sin duda, es el trabajo de incidencia ciudadana. Ya que es desde este espacio y no desde los gobiernos ni la academia, que se ha puesto y construido una agenda sobre esta materia. Las luchas sociales que dan cuenta de esta afirmación existen en todos los países de América y muchas de ellas están ampliamente documentadas. En la otra vereda están los gobiernos de turno que generan las condiciones para que la industria minera, hidroeléctricas, forestales, entre otras, pueda explotar e instalen sus faenas en la alta cordillera destruyendo el patrimonio de todos. En este sentido, la emergencia climática, nos pone en la disyuntiva extrema de proteger estas reservas de vida, no tan solo para hoy sino en solidaridad intergeneracional con las futuras generaciones.

Los esfuerzos gubernamentales en la línea de normar y detener faenas industriales, principalmente mineras, en áreas peri-glaciares y de glaciares propiamente tal, con vista a alcanzar su protección, no han resultado fácil, ya que los intereses económicos, el tráfico de influencias y en cierta forma la criminalización de los movimientos ciudadanos en pro a paralizar proyectos mineros para proteger los glaciares, han jugado en contra.

En junio se cumplen casi siete meses desde la Cumbre por el Clima realizada en Paris, el 2015, donde los gobiernos -incluidos los del cono sur- comprometieron asumir de manera seria la cuestión climática. Hasta hoy en día, en la práctica, el tema no ha presentado grandes avances.

El argumento de los gobiernos del cono sur para no asumir una postura de vanguardia en esta materia es que no sería grandes contribuyentes de gases de efecto invernadero, lo que sumado a las bajas expectativas económicas y de crecimiento de la región, así como por la crisis política existente, han puesto el tema en una última prioridad.

El abordaje social en contraposición las propuestas gubernamentales que han ido tomando forma en las últimas décadas, y los escenarios futuros posibles y derivados de estas últimas negociaciones climáticas, serán temas a abordar en las siguientes publicaciones, ya que a mi modo de ver hoy constituyen ejes fundamentales desde donde pensar la lucha socioambiental.

Para citar este artículo: Villarroel, C. (2016). Glaciares y cambio climático en el cono sur. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 51 – 52. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/glaciares-cambio-climatico-cono-sur

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Iniciativas de la comunidad en la Habana, Cuba, para la autogestión del agua desde una perspectiva social

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downloadpdfPor lo pronto, bástenos decir que la idea de pensar en el agua desde una perspectiva social es una iniciativa liderada en Latinoamérica, concretamente en el barrio de Jesús María, en la Habana vieja, Cuba. La sociedad cubana posee mucha estructura organizativa comunitaria así como a nivel individual. Destacamos por ello, la implicación de la mujer, de manera personal en la tarea de la gestión y uso del agua para frenar el proceso de socialización en relación a malos hábitos en el uso del agua en las familias.

Partiendo un enfoque participativo e inclusivo, los protagonistas son las mujeres y hombres que forman parte de los contextos y territorios en los que se desarrolló esta experiencia, con un compromiso de las cuatro ciudadanías. El papel de las universidades de sur, como es la Universidad de la Habana Vieja, la Universidad de Sevilla y la Universidad de Cádiz, con el fortalecimiento de estructuras locales, como en el caso de esta experiencia, hizo posible realizar el Taller de Transformación Integral de Barrio de Jesús María, generando procesos de autogestión, donde se involucró a la comunidad en la identificación, ejecución y mantenimiento de iniciativas locales satisfaciendo sus intereses y prioridades.

Todo el conjunto de herramientas y acciones que se emplearon, el uso de instrumentos metodológicos, la transferencia de conocimiento y la sistematización de la experiencia y buenas prácticas, podrían extrapolarse a otros contextos en sistema occidental. Partiendo de la premisa de que no se pueden inferir generalidades de un estudio de caso como lo fue el que aquí comentamos, sabemos que por ello su valor no disminuye. Este estudio muestra que en torno al acceso al agua y al saneamiento aún pueden detectarse desigualdades de género, incluso en un país como Cuba que ocupa el lugar 29 dentro de 109 países según el Índice de Potenciación de Género, y con un 43% de escaños parlamentarios cubiertos por mujeres. Valor solo superado por Suecia. (PNUD, 2009).

Es interesante resaltar el impacto del proyecto en la población, consiguiendo un elevado número de mujeres y hombres del barrio de Jesús María sensibilizados, informados e involucrados en la fase de capacitación, como mecanismo de concienciación y apropiación del conocimiento para ser agentes de cambio en sus barrios. Esto fue posible por optar por un enfoque metodológico participativo, tomando como referencia el estudio de campo y capacitación, que permite la implicación de expertos/as, técnicos/as, vecinos/as, y ciudadanos/as involucrados en la acción concreta, con el objetivo de que las personas sean el motor de cambio y transformación de su propia realidad. Pero sobre todo fue posible por realizarlo partiendo de los intereses de la comunidad que desea un cambio y que toma la iniciativa para desarrollar una transformación. El desarrollo de este tipo de acciones, es decir, acciones que puedan ofrecer las herramientas necesarias para negociar con aquellos que toman decisiones, tanto a nivel Iberoamérica Social 39 Abril 2016 macro como micro, contribuye que la ciudadanía tome parte de la gestión de su entorno. Así, la participación de la sociedad civil ha de ir tomando protagonismo frente al mercado, favoreciendo estilos de participación generadores de cambios sociales y estructurales ya que en el sistema occidental, en numerosos espacios institucionales, la participación se ha convertido en un clientelismo fruto de nuestra sociedad capitalista.

El Estado promueve la participación a través de la representación, o a través de la democracia con estilos sobre todo verticales de organización, como es el caso del asistencialismo y la democratización cultural. En ellos, las personas no son reconocidas como sujetos activos en la construcción se saberes.

El mercado como pieza fundamental en la sociedad neoliberal promueve una participación también sesgada en tanto que hace a la ciudadanía cliente y refuerza las posiciones de poder como dominio. La iniciativa de gestión del agua como recurso social en el barrio de Jesús María, muestra otros estilos de participación que impulsa nuevas prácticas y actividades a nivel de barrio gestionadas por las asociaciones y ciudadanía de a pie.

Visibilizar determinada praxis que nacen en la periferia permiten la creación o el fortalecimiento de nuevos estilos de participación que transforman y son capaces de construir capital social individual y colectivo a través de la emancipación en la vida cotidiana de las personas protagonistas.

Referencias

PNUD. Informe de Desarrollo Humano (2006). Más allá de la escasez: Poder, pobreza y la crisis mundial del agua. PNUD, New York.

PNUD e INIE. (2005). Segundo Informe de Cuba sobre los Objetivos del Milenio. PNUD. Cuba. Diagnóstico socioambiental del Consejo Popular de Jesús María. Programa Nacional de control sanitario sobre el agua. Encuesta de conglomerados 2006. Cuba.

Para citar este artículo: Valderrama, R. (2016). Iniciativas de la comunidad en la Haban, Cuba, para la autogestión del agua desde una perspectiva social. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 39 – 40. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/iniciativas-la-comunidad-la-habana-cuba-la-autogestion-del-agua-desde-una-perspectiva-social

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Vida y obra de Frantz Fanon

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downloadpdfUno de los grandes ideólogos del movimiento de descolonización francés fue Frantz Fanon, psiquiatra y escritor de lengua francesa. En esta columna vamos a realizar un pequeño resumen de su vida y de sus principales obras.

Frantz Fanon nació en Fort- de-France, en la isla de Martinica el veinte de julio de 1925. Martinica es una isla situada en el sur del Mar Caribe, colonia francesa desde 1635. Nuestro protagonista nació en una familia acomodada dentro de la sociedad colonial de la isla, con ascendencia africana y blanca francesa. Su status económico le posibilitó estudiar en el “Lycée Victor-Schoelcher”, el colegio más importante de Martinica, donde tuvo al prestigioso poeta y político Aimé Césaire como profesor. Césaire, nacido y fallecido en Martinica, fue el ideólogo de la negritud, acuñado en 1935 en el número tres de la Revista “El estudiante negro”. Con el concepto se pretendía reivindicar la identidad negra y su cultura frente a la cultura francesa dominante y opresora, que se servía de ella como instrumento en la administración colonial francesa.

La vida de Fanon está marcada profundamente por los acontecimientos ocurridos en su isla a partir de 1940. En ese año, Francia se rinde al nazismo y las tropas navales francesas se asientan en Martinica. Esas tropas se comportaron de una forma abiertamente racista y provocaron que se les acusara de múltiples abusos sociales y sexuales contra la población negra de la isla. Estos sucesos marcaron sobremanera a nuestro protagonista, que desde entonces tuvo en mente luchar contra la metrópolis francesa.

En el año 1943, con dieciocho años, Fanon abandona Martinica y se traslada a otra isla francesa del Caribe, Dominica, para unirse a las Fuerzas de Liberación Francesa. Posteriormente ingresó en el ejército francés y combatió en la Francia metropolitana contra el ejército nazi. En 1944 ascendió al grado de Cabo y recibió la medalla “Croix de guerre” por su desempeño en la Batalla de Alsacia. Cuando la derrota alemana se hizo evidente, el regimiento de Fanon fue «blanqueado»: él y todos los soldados no blancos fueron concentrados en Toulouse para así hacer ver que sólo los blancos habían derrotado al nazismo.La participación de Fanon en la guerra puede entenderse en clave de resistencia nacionalista contra el invasor alemán, aunque algunos autores piensan que se debió más a una resistencia contra la opresión racial que promulgaban los nazis.

Al acabar la guerra, nuestro protagonista decide volver a Martinica para apoyar la campaña política de su amigo Aimé Césaire, comunista, a las elecciones de la Asamblea de la Cuarta República Francesa. Poco después se traslada a Lyon donde estudia medicina y se especializa en psiquiatría en 1951. Comienza a ejercer bajo los auspicios del psiquiatra catalán Francesc de Tosquelles, marxista republicano exiliado en Francia, del que aprende la importancia de lo cultural en la psicopatología.

En 1952, Fanon publicó su primera gran obra por la que es conocido, Piel negra, máscaras blancas. En ella,  Fanon utiliza el psicoanálisispara explicar los sentimientos de dependencia e insuficiencia que las personas de raza negra experimentan en un mundo blanco. Se pregunta porque la población negra subyugada por la población blanca que los dominaba arriesgaba su vida por personas que los despreciaban y abusaban de ellos. La respuesta que ofrece Fanon en su libro es que la colonización no solo pone a la población colonizada en una situación de dependencia física, sino sobre todo, de dependencia cultural, ya que se obliga a que pierdan sus rasgos culturales y su lenguaje para que adopten todos los rasgos culturales de los blancos que les dominan.Algunas de las frases que dejó ese libro son:

Hablar (un idioma) significa sobre todo asumir una cultura, (implica) absorber el contenido de una civilización.

Estamos tratando de entender por qué al negro de las Antillas le gusta tanto hablar francés.

En el año 1953, nuestro protagonista abandona Francia y se dirige hacia Argelia (colonia francesa desde 1830), donde comienza a trabajar en el Hospital Psiquiátrico de Blida-Joinville como Jefe del servicio. Allí, Fanon revoluciona los tratamientos que hasta ese momento se proporcionaban a los pacientes al introducir tratamientos basados en lo social, basándose en la idea de la importancia de lo cultural para la psicología normal y para las patologías de la mente.

En noviembre del año siguiente comenzó la Guerra de Liberación de Argelia (1954-1962). Fanon se unió en secreto al Frente de Liberación Nacional (FLN), ya que a su hospital llegaban muchos hombres con graves secuelas psicológicas debido a las torturas que las tropas francesas realizaban a los insurrectos. Entre otros casos, Fanon se encontró los siguientes: “Impotencia de un argelino como consecuencia de la violación de su mujer”, “Un inspector europeo tortura a su mujer y a sus hijos”, “Asesinato por dos jóvenes argelinos de 13 y 14 años de su compañero de juegos europeo”, “Psicosis de angustia grave con síntomas de despersonalización después del brutal asesinato de una mujer” etc. Fanon estuvo viajando por toda Argelia para extender sus estudios psicológico-culturales acerca de los argelinos, pero esos viajes eran utilizados para cuestiones de espionaje e información a favor del FLN.

En el verano de 1956 escribió su famosa Carta Pública de Renuncia al Ministro Residente, rechazando de una vez por todas su pasado “asimilacionista”.  Esta carta  provocó que fuera expulsado de Argelia en enero de 1957. Posteriormente, viajó en secreto a Túnez para formar parte del colectivo editorial del periódico el Moudjahid, (Muyahid que significa “guerrero santo”), periódico argelino en lengua francesa publicado inicialmente en Túnez y creado en esos momentos para ser utilizado como propaganda independentista del FNL y que desde la independencia fue el periódico de propaganda del partido único del gobierno argelino. Sus escritos de ese periodo fueron coleccionados y publicados después de su muerte bajo el nombre Por la Revolución Africana (1964). En esos escritos, se señala a Fanon como uno de los ideólogos del FNL.

También trabajó como embajador del gobierno provisional argelino en Ghana a partir de 1959, y fue el representante de dicho gobierno en varias conferencias internacionales de descolonización.En diciembre de 1958 acude al Congreso Panafricana de Accra (Ghana) –bajo el seudónimo de Doctor Omar—, donde mantiene relaciones de amistad y camaradería con intelectuales africanos, como Kwame Nkrumah (Ghana), Tom Mboye (Kenia), Félix Moumié (Camerún), Patrice Lumumba (Congo) y Roberto Holden (UPA, Angola), todos ellos líderes del anticolonialismo.

Después de un largo viaje por el Sáhara, a nuestro protagonista se le diagnostica Leucemia a finales de 1960.Viaja a la Unión Soviética donde mejora un poco de su enfermedad antes de volver a Túnez, donde entre mayo y octubre del año siguiente escribió su segunda y última gran obra, Los condenados de la tierra (publicada por primera vez en Francia en noviembre de 1961). Este libro ofrece una mirada descarnada sobre el sufrimiento padecido por la población africana, y sobre la extrema crueldad de la cultura Occidental hacia otras culturas. Fue una obra de culto dentro de los movimientos revolucionarios de los años sesenta y setenta. Fue un libro importante para líderes revolucionarios como Ernesto “Che Guevara”, Steve Biko, activista sudafricano contra el apartheid o Alí Shariatí, considerado mártir en la revolución iraní de 1979.

La violencia es el tema principal del libro de Fanon y ya se refleja en el prefacio de Jean-Paul Sartre, (París, veintiuno de junio de 1905 – París, quince de abril de 1980) filósofo, escritor, novelista y activista político; máximo exponente del existencialismo y del marxismo humanista [1]. Sartre llega a decir que “cuando un colonizado mata a un colonizador nace un hombre libre. Porque lo único que le ha quedado al colonizado es la violencia”

Fanon argumenta que la violencia es la única vía que tienen los colonizados para conquistar su independencia, la única manera para sobreponerse a la violencia colonial y eliminar el sentimiento de inferioridad:

Esta opulencia europea es literalmente escandalosa porque ha sido construida sobre las espaldas de los esclavos, se ha alimentado de la sangre de los esclavos, viene directamente del suelo y del subsuelo de ese mundo subdesarrollado. El bienestar y el progreso de Europa han sido construidos con el sudor y los cadáveres de los negros, los árabes, los indios y los amarillos.

Por otra parte, Fanon argumente que “la absorción de culturas o ideologías dominantes por parte de los sometidos produce resultados patológicos, tanto a nivel social como individual”. Sin embargo, Fanon culpa de la violencia exclusivamente a los colonos, no a cuestiones psiquiátricas o culturales:

La criminalidad del argelino, su impulsividad, la violencia de sus asesinatos no son, pues, la consecuencia de una organización del sistema nervioso ni de una originalidad del carácter, sino el producto directo de la situación colonial.

Pero Fanon también argumenta que tras la violencia se necesita construir una nueva sociedad, una nueva cultura:

La liberación de una nación es una cosa. Los métodos y contenido popular de la lucha otra. Me parece que el futuro de la cultura nacional y sus riquezas son tanto expresión como parte de los valores que han dirigido esa lucha por la libertad.

También advierte del peligro que tiene el surgimiento de líderes nacionalistas y el culto hacia ellos que podían tener las clases populares una vez liberadas. Creía que la imitación de lo europeo por parte de los africanos podía llevar a esta situación:

Así, camaradas, no rindamos tributo a Europa creando Estados, instituciones y sociedades que derivan inspiración de ella. La humanidad espera de nosotros alguna otra cosa que una imitación, algo que sería una caricatura obscena. (….) Por Europa misma, por nosotros y por la humanidad, camaradas, debemos dar vuelta a la hoja, debemos desarrollar concepciones nuevas, y debemos tratar de ayudar a dar los primeros pasos al hombre nuevo.

Por último, Fanon habla del socialismo agrario como la base en la que debe construirse la nueva Argelia y la necesidad que el partido único sea una extensión de la voluntad de las masas:

Los campesinos desconfían del hombre de la ciudad. Vestido como un europeo, hablando su lengua, trabajando como él, viviendo a veces en su barrio es considerado por los campesinos como un tránsfuga que ha abandonado todo lo que constituye el patrimonio nacional. […] Es la oposición entre el colonizado, excluido de las ventajas del colonialismo y el que se las arregla para sacar partido a la explotación colonial.

El partido debe ser la expresión directa de las masas. El partido no es una organización encargada de transmitir las órdenes del gobierno. Es el portavoz enérgico y el defensor incorruptible de las masas. Para llegar a esta concepción del partido, es necesario antes que nada desembarazarse de la idea muy occidental, muy burguesa y, por tanto, muy despreciativa de que las masas son incapaces de dirigirse. La experiencia prueba, en realidad, que las masas comprenden perfectamente los problemas más complicados.

Frantz Fanon no pudo superar la Leucemia y murió el 6 de diciembre de 1961en el hospital de Bethesda en Maryland (Estados Unidos), a los 36 años de edad.Después de recibir un funeral de honor en Túnez, fue enterrado en el Cementerio de los Mártires (Chouhada) en Ain, situada en el este de Argelia. Su último deseo fue:

Yo, hombre de color, sólo quiero una cosa: que jamás el instrumento domine al hombre. Que cese para siempre la opresión del hombre por el hombre. Es decir, de mí por otro. Que me sea permitido descubrir y de querer el hombre, allí donde se encuentre.

Notas

1 https://www.youtube.com/watch?v=ileLyRtlFLA.

Para citar este artículo: Córdoba, J. (2016). Vida y obra de Frantz Fanon. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 33 – 36. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/vida-y-obra-de-frantz-fanon

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Descolonizando saberes y despertando imaginarios en América Latina

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downloadpdfA pesar de haber recibido juicios variables a lo largo de la historia, la noción de bienestar ha sido considerada prácticamente siempre como la meta común y universal del ser humano. Tal y como sostenía Aristóteles, constituye el fin último de la actividad humana, el bien perfecto por excelencia, pues es algo que elegimos siempre por sí mismo y nunca por otra cosa.

En los últimos años, sin embargo, la preocupación social hacia el bienestar humano ha trascendido los ámbitos filosóficos para incorporarse de lleno a las agendas políticas de numerosos países a lo largo y ancho del planeta. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en Ecuador y Bolivia, en donde el Buen vivir ha sido formalizado como un concepto alternativo de progreso social alejado del PIB y enraizado en los saberes ancestrales de los pueblos originarios del país y en los derechos de la naturaleza.

El Buen vivir: una vida en plenitud, respeto y armonía

A través de diferentes expresiones, los planteamientos sobre el buen vivir han estado presentes en los pueblos originarios del mundo entero desde hace miles de años. No ha sido sin embargo hasta hace poco cuando, con las nuevas Constituciones de Ecuador y Bolivia, la noción del Buen vivir ha sido expresamente incorporada al constitucionalismo mundial a través, respectivamente, de los términos sumak kawsay (“buen vivir”) y suma qamaña (“vivir bien”).

Según Gudynas (2011), la idea del Buen vivir surgió en base a dos empujes fundamentales: la postura discrepante frente al desarrollo convencional, por un lado, y la búsqueda de alternativas para mejorar el bienestar y proteger la naturaleza, por otro. Sea como fuere, el hito político que ha supuesto la inclusión del Buen vivir en las leyes ecuatorianas y bolivianas ha permitido que por vez primera en la historia hayan sido contemplados como sujetos de derechos y de bienestar los pueblos originarios andino-amazónicos (tradicionalmente olvidados) y la propia naturaleza (o Pacha Mama), configurando con ello un nuevo tipo de contrato social más amplio, justo y sostenible.

En términos generales, y en sintonía con las ideas de la Antigua Grecia, el Buen vivir podría entenderse como una vida en plenitud: una vida en armonía, respeto y equilibrio con la naturaleza y con el resto de seres humanos (Houtart, 2011; Mamani, 2010). Su noción se relaciona así con la cohesión social, con los valores comunitarios y con la participación activa, factores todos ellos clave en la búsqueda comunitaria de la felicidad y de la realización humana. Pero además, como destaca Ramírez (2010), el Buen vivir también tiene que ver con la disposición de tiempo libre: tiempo para la contemplación y la emancipación así como para que nuestras libertades, oportunidades, capacidades y potencialidades reales se amplíen y florezcan de modo que nos permitan alcanzar aquello que valoramos como deseable en la vida. Para Gudynas (2011) son principalmente cinco los objetivos del Buen vivir: i) buscar la calidad de vida; ii) construir un sistema económico justo, democrático y solidario; iii) fomentar la participación y el control social; iv) recuperar y conservar la naturaleza, y v) promover un ordenamiento territorial equilibrado.

El Buen vivir y los Derechos de la Naturaleza

La perspectiva conservacionista de las últimas cuatro décadas ha estado caracterizada por una tensión constante entre el desarrollo socioeconómico, por un lado, y la conservación de la naturaleza, por otro. Este panorama ha sido, al fin y al cabo, el resultado de una concepción antropocéntrica de la naturaleza que ha tendido a contemplar los ecosistemas como un almacén inagotable de recursos a disposición de los seres humanos.

Frente a este tipo de posturas antropomórficas, los Derechos de la Naturaleza recogidos en el Capítulo Séptimo de la nueva Constitución ecuatoriana abrazan un enfoque biocéntrico de la naturaleza centrado en asumir los valores intrínsecos que poseen los ecosistemas como un sujeto propio de derechos, aceptando con ello, de forma inherente, el derecho a existir que tienen todas las especies (y no sólo la nuestra). El paso dado en este sentido por Ecuador ha supuesto un acontecimiento sin precedentes en la forma en que un Estado soberano concibe sus ecosistemas y su patrimonio natural, abriendo con ello la puerta a reconocer la existencia de límites biofísicos al crecimiento humano.

La filosofía del Buen vivir ha logrado de este modo romper con la idea clásica de concebir el bienestar humano como un asunto relacionado con los ingresos y las posesiones materiales inclinándose, por el contrario, a entender la vida desde una ética de lo suficiente (Boff, 2009); una ética que, basada en promover una vida sencilla, equilibrada y espiritual, transcurra y florezca en comunidad y en hermandad con el resto de seres vivos. Bajo el prisma del Buen vivir lo importante no es por tanto el ser humano o el crecimiento económico, sino la armonía misma con la naturaleza y la vida. Como sostiene Albó (2009), el propósito final no es otro que vivir y convivir bien, no vivir cada vez mejor a costa de otros y de la naturaleza.

El Buen vivir como noción exploratoria de alternativas al desarrollo occidental

Aunque existen numerosos enfoques respecto a lo que debe contemplarse bajo el paraguas conceptual del Buen vivir (una noción teórica y compleja que -conviene no olvidarlo- aún está en fase de construcción), parece existir un consenso bastante razonable en concebirlo como una alternativa al actual modelo de desarrollo capitalista (Acosta, 2013; Gudynas, 2011; Mamani, 2010). En esta línea, autores como Acosta (2013) han sostenido que el Buen vivir podría concebirse como una ventana de oportunidad a través de la cual pensar y debatir sobre nuevas formas de organizar la vida en sociedad; pudiéndose convertir incluso, con el paso del tiempo, en un nuevo paradigma civilizatorio mediante el cual dar respuesta a los grandes retos que en materia de sostenibilidad y justicia el ser humano tiene por delante en los albores del nuevo milenio.

Desde esta óptica contra-hegemónica podríamos interpretar la filosofía del Buen vivir como un importante aporte de las culturas ancestrales andinas orientado a recuperar propuestas tradicionalmente silenciadas por las élites del poder y encaminado a asumir profundas transformaciones sociales que superen los estrechos marcos cognitivos del capitalismo basados en el crecimiento económico y en la acumulación de artefactos como un fin en sí mismo. El Buen vivir trataría así de romper con la imposición monocultural del saber occidental-neocolonial a través de un reencuentro entre el ser humano y la naturaleza basado en el libre florecimiento de vidas buenas y armónicas que no excedan los límites de los ecosistemas.

Tras rebasar las fronteras latinoamericanas, el debate surgido en torno al Buen vivir y a los Derechos de la Naturaleza está comenzando a impulsar una interesante reflexión política y académica a escala global que podría llegar a sentar las bases para la construcción de un paradigma alternativo al capitalismo que sea capaz de armonizar un desarrollo humano coherente con una naturaleza resiliente y sana. Para lograr tal objetivo será necesario que el Buen vivir se articule con otras iniciativas similares que están comenzando a surgir con fuerza en otras partes del mundo: desde proyectos sociales y comunitarios en Asia y África hasta los discursos críticos con el capitalismo que comienzan a cobrar vigor en occidente (como la corriente del Decrecimiento). A fin de cuentas la noción del Buen vivir podría actuar como un catalizador de nociones dispersas sobre el bienestar, la justicia y la sostenibilidad que ayude a construir una nueva identidad del ser humano sobre el planeta Tierra. Interculturalidad, saberes ancestrales y conocimientos modernos están llamados a entenderse durante el siglo XXI para ayudar a germinar este nuevo paradigma civilizatorio que la lógica humana demanda.

 

Acosta, A. (2013).El buen vivir: Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos. Icaria.

Albó, X. (2009). Suma qamaña = el buen convivir. Revista Obets, 4, 25-40.

Boff, L. (2009). ¿Vivir mejor o “el Buen Vivir”?Revista Fusión.

Gudynas, E. (2011a). Buen Vivir: Germinando alternativas al desarrollo. América Latina en movimiento, 462, 1-20.

Houtart, F. (2011). El concepto de Sumak kawsay (buen vivir) y su correspondencia con el bien común de la humanidad. Revista de filosofía, 69(3).

Mamani, F. H. (2010). Buen vivir/Vivir bien: Filosofía, políticas, estrategias y experiencias regionales andinas. Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas-CAOI.

Ramírez, R. (2010). La transición ecuatoriana hacía el Buen Vivir. En I. León (Ed.), Sumak Kawsay/Buen vivir y cambios civilizatorios (pp. 125-141). Quito: SENPLADES.

 

Para citar este artículo: Aguado, M. (2016). Descolonizando saberes y despertando imaginarios en América Latina. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 30 – 32. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/ descolonizando-saberes-despertando-imaginarios-america-latina

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Colonizar y Decolonizar la Red (4 Fases)

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Fase 1. Instalando el sistema operativo

Cuando se conjugan los tiempos y espacios vinculados a la colonización dejamos llevar nuestro pensamiento (moderno) a la acción de ciertas naciones imperiales –esencialmente- europeas que desde el siglo XVI asumieron el poder cultural y económico global, convirtiendo a Occidente en una etiqueta que trascendía lo geográfico.

Todo proceso colonizador, como señala Josef Estermann (2014), conlleva siempre un aspecto de asimetría y hegemonía, tanto en lo físico y económico, así como en lo cultural y civilizatorio. Esto se traduce en estrategias de violencia y subyugación bien conocidas. Igualmente es conocida la sinrazón que se ejercía hasta el punto de llevar a un grado superlativo tal colonización con la acción de la esclavitud: es decir, una situación jurídica en la que una persona pasa a ser propiedad de otra.

Fase 2. Implementación de programas

Toda potencia colonizadora ocupa un territorio, lo cultiva, se nutre del mismo, lo expolia y propone e impone su propia cultura y marco jurídico que le autolegaliza e incluso llega a generarse un argumentario que le legitima. Si atendemos al proceso histórico evolutivo de esta colonización, los pasos nos sitúan en la época ulterior de la modernización. Hardt y Negri (2005) enuncian: “la sociedad misma llegó a industrializarse lentamente hasta el punto de transformar las relaciones humanas y la naturaleza humana. La sociedad se convirtió en una fábrica” (p. 308). La era de la agricultura cedió ante la era de la industria, la cultura de la explotación y cultivo de la tierra dio paso a otro tipo de cultura de la explotación y cultivo: la de las personas (para qué andarse con rodeos).

Fase 3. Instalación de router y conexión a la Red

Y si seguimos la línea marcada por Michael Hardt y Antonio Negri (y Frederic Jameson, entre otros), la modernización ya concluyó: la producción industrial ya no se expande en sus dominios sobre otras formas económicas y fenómenos sociales. Tras el paso por el sector primario (agricultura y minería), el segundo sector (la industria) -la denominada la modernización- también se agotó como agente hegemónico: bienvenido (hace ya cuatro décadas) el sector terciario de los servicios: la informatización o era de la post-modernización. Toda acción relacionada con el conocimiento se convierte en motor económico: conocimiento, información, afectos, comunicación. La economía informacional muestra su exponente más claro en la articulación de una red de información que entreteje e impregna (el) todo (social y cultural): Internet. En este contexto las estrategias colonialistas tienen otro “terreno” de acción. Pero la colonización y colonialidad -la cual representa un conjunto de fenómenos que abarcan desde lo existencial hasta lo económico, que procuran la determinación y dominación de uno por otro (Estermann, 2014)- en la Red no es nacionalista, sino neoliberal. Siguiendo los cánones de la economía informacional, el instrumento de la nación ha pasado el testigo al instrumento de la corporación comercial. La finalidad sigue siendo la misma y los modos colonizadores muy parecidos: ocupar un territorio, cultivarlo, nutrirse del mismo, expoliarlo y proponer e imponer su propia cultura y marco jurídico que le autolegalice e, igualmente, generando un argumentario que llegue a legitimarle. La Red no se podía conquistar por las naciones -por su propia naturaleza-, pero su conquista es igualmente trascendente: la Red es una sinécdoque de la vida social y cultural presencial. En consecuencia, es un territorio nada baladí para la acción de la (nueva) colonialidad.

Fase 4. Instalar parche/crack

Ignacio Ramonet anunciaba ya en 1998 el advenimiento del poder conquistador en la Red: “¿Cuál será la regla global para el futuro? La propiedad privada de todas las estructuras que constituyen la plataforma del ciberespacio. Los gigantes de las telecomunicaciones (…) esperan con fruición colonizar el ciberespacio” (pp. 163-164). Facebook, Twitter, Amazon, Ebay,… Sólo hay que experimentar la extraña sensación de vértigo que facilita la web http://www.internetlivestats.com/ para comprobar el incremento exponencial de consumo y de número usuarios de servicios de redes sociales, y el poder antiemancipatorio y subyugante que están generando. Aquel grado superlativo de la colonización representado en la acción esclavista cobra un sentido que calificaremos de metafórico (por no pecar de frivolidad) en nuestros contextos: el trabajo no remunerado que como usuarios desarrollamos a ciertas grandes corporaciones mediáticas puede asociarse a un (no tan) nuevo modo de servidumbre. La dominación en la red ejercida por grandes corporaciones cosifican (en su acepción marxista) nuestra vida social. Hoy parece evidente que plataformas y productos tipo Facebook o Twitter están colonizando Internet y están ofreciendo un imaginario, representación y manera de pensar el mundo muy concretos (Rodríguez y Martínez, 2016). Como usuarios de Internet y de estos social media debemos ser conscientes de ello y, cuando menos, procurar otros modos de acción sociocomunicativa y, en la medida que se pueda, acudir a las periferias culturales para tejer alianzas del sur (espacios intersticiales entre Europa, Latinoamérica, cuartos mundos… ) ante un norte cultural, subvertir (con nuestro hacer político y educomunicativo) las pretensiones y objetivos del sistema hegemónico desde dentro de estos propios servicios de redes. Hago mías las palabras de Rodríguez Prieto y Fernández Cabezudo (2014): “Cuando se trata la necesidad de decolonizar Internet, nos referimos a la apertura de nuevas ventanas por las que participamos en la Red. Ello implica no solo nuevos sistemas de acceso o de búsqueda, sino nuevos productos y un desarrollo de las voces que participan en un diseño y compresión más diversos de la Red” (p.274).

Referencias:

Estermann, J. (2014). Colonialidad, descolonización e interculturalidad. En Polis. Revista Latinoamericana. (38).

Hardt, M. y Negri, A. (2005). Imperio. Barcelona: Paidós.

Ramonet, I. (1998). La tiranía de la comunicación. Madrid: Temas de debate.

Rodríguez, R. y Martínez, F. (2016). Poder e Internet. Un análisis crítico de la red. Madrid: Cátedra.

Para citar este artículo: Escaño, C. (2016). Colonizar y Decolonizar la Red (4 fases). Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VI, pp. 28 – 29. Recuperado en: http://iberoamericasocial.com/colonizar-y-decolonizar-la-red-4-fases

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Lxs Chamanxs de la teknociencia

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Colectivo integrado por
Rosa Apablaza,
Juvenal Barría
y Jocelyn Muñoz
(Chile)

Rosa Apablaza Valenzuela

Licenciada en Artes Visuales por la Universidad de Chile. Ha realizado los Postgrado, Arte y Creación Gráfica en la Universidad de Chile y Gestión y Proyectos Culturales en la UTEM. Trabaja con diversos formatos, principalmente con video, audio, intervenciones en espacios públicos, performance y tecnologías low tech. Es creadora del proyecto Desislaciones (2006/2011) red de artistas y colectivos de arte de América Latina. Junto a Felipe Brait, artista y curador brasileño (miembro del colectivo Frente 3 de Fevereiro) es creadora del proyecto Residencia Temporal, red de alojamientos gratuitos entre artistas latinoamericanos. Ha sido becada para realizar diversas residencias para artistas, entre las que destacan FLORA Ars+Natura (2015, Bogotá), Geografías audibles, Festival Tsonami (2014, Valparaíso), La Paternal (2013, Buenos Aires), Fiar Bahía (Salvador de Bahía, 2012), Nau Côclea (2008, España), Paf PerformingArtsForum (2009, Francia), entre otros. Como artista ha participado de diversas exposiciones y procesos colectivos entre los que destacan LabSurLab Quito 2012, Tsonami, Festival de arte sonoro, Valparaíso (2011), 5º Encuentro AVLAB São Paulo: Tecnologías Sociales: arte colaborativo e intervención urbana (2010). FILE Hypersonica Sao Paulo, Festival internacional de Lenguaje Electrónico (2009 y 2010), IN SONORA V: Muestra de Arte Sonoro e Interactivo en Matadero Madrid (2009), Avlab 1.0 en Medialab Prado, Madrid (2008), entre otros. Ha colaborado en curatorías para el Festival VISUAL BRASIL (2009 y 2010) y ha trabajado como asistente de producción del Festival Loop Barcelona (2008). Ha publicado en revistas, catálogos y medios independientes de Chile, Argentina, Brasil, México, Colombia, Cuba y España. Entre 2012 y 2014 trabajo como columnista en ArteyCritica.org . Actualmente vive y trabaja en Santiago de Chile.

Juvenal Barría

Actualmente vive y trabaja en Valparaíso Artista Visual y Fotógrafo, Licenciado en Arte de la Universidad de Playa Ancha, 2008. Expone de forma continua desde el 2004, tanto dentro como fuera del país. Recibe el Premio de la Crítica 2009 en la categoría Artista Emergente por la exposición Fictional bodies, realizada ese mismo año en la galería del Centro de Extensión del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Ha trabajado como fotógrafo y colaborado en diferentes proyectos con artistas extranjeros en residencia en CRAC Valparaíso, además forma parte del Laboratorio de arte Espacio-g Valparaíso donde se desempeña como gestor y productor. Se ha desempeñado como Evaluador de proyectos del Fondo Nacional de Arte y Cultura (FONDART), en el área de Artes Visuales, Nuevos Medios y Fotografía. Ha participado como jurado en varios concursos de fotografía nacionales, también en la selección de proyectos de exposición anual para la Galería del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Dentro de actividades se destaca: La publicación de su trabajo en el libro Residencia artística en Fotografía / Nelson Garrido, 2010 La curaduría de la muestra de video Enfrentamiento realizada en octubre 2011 en Ateliê 397, Sao Paulo, Brasil. Residencia en fotografía de Max Pam, noviembre de 2011 en Parque Cultural Valparaíso en el marco del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV). Residencia fotográfica dirigida por François Hebel, noviembre del 2012 en el marco del FIFV. Residencia “El Deseo de Otro” de gestiones autónomas realizado en la Pedrera, Uruguay, mayo 2013. Co-curaduría de la muestra Antología de Proyectos en Espacio G 2003-2013, Espacio G, Valparaíso, junio 2013.

Residencia artístico comunitaria en Espacio Barraco #55, en Complexo de Alemao en Río de Janeiro, enero febrero 2014. Residencia Materia Gris , en La Paz bolivia, junio julio 2014. Exposición en Mam Cuenca abril 2015 y en Macc Guayaquil septiembre 2015. Participación en Festival ImagesSingulieres en Seté Francia, mayo 2015. Actualmente gestiona y dirige el espacio de arte contemporáneo Gálvez Inc., en Valparaíso. Además de la microgalería Residual.

Jocelyn A. Muñoz Báez 

Licenciada en Artes visuales, Investigadora y productora cultural, Magister en Estudios de Cultura Visual por la Universidad de Barcelona. Gestora y co-directora del ESPACIO-G cooperativa de Arte y el centro de alimentación colectiva La Lechuga.

Desde el 2003 trabaja en la exploración en torno a la visualidad como negociación entre la memoria e historia, los relatos y narrativas sobre la imagen y las políticas de representación, junto a nociones de colaboratividad y comunidad, utilizando estrategias HTM. Con proyectos e investigaciones transdisciplinarias en el ámbito del arte y la cultura visual. Experiencia en el área académica; la curaduría; gestión y producción de exhibiciones.

Actualmente desarrolla proyectos de Investigación sobre arte; medios y culturas visuales en el contexto Latinoamericano. Con algunos proyectos curatoriales y expositivos: Archivo Abyecto, MAC Quinta normal en el contexto del Encuentro Nacional de Iniciativas colectivas de arte, ICDA, 2015;  Videografías de una Nación, políticas de representación visual décadas del 80 y 90, Centro Cultural Palacio La Moneda, Stgo. 2011, II Encuentro Nacional de nuevos Medios, Stgo. 2013, Fragmentos de una Historia Futura, Bienal de video, Santiago, 2008, Bajo Tierra, Matucana 100, Stgo, 2009.

ACCIÓN ANÓNIMA – SANTIAGO DE CHILE

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Registro y texto por Jorge Rosales Águila (fotógrafo, Chile)

Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosamente pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de Sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos.

Notificación y requerimiento que se ha dado de hacer a los moradores de las islas en tierra firme del mar océano que aún no están sujetos a Nuestro Señor. (Requerimiento.Monarquía Española.Redactado por Juan López de Palacios).

En esta  historia contada por machos, donde en milenios hemos naturalizado una violencia patriarcal basada en el sometimiento al otro, en el vasallaje casi visceral, en destruir a ese otro peligrosamente diferente, a someterlo hasta llevarlo al entendimiento, básicamente ese impulso bien macho que podríamos traducir en buen chileno como : “Te meo” esa peregrina idea instalada tantas veces en nuestra historia EL SOMETER A ESE OTRO INCOGNISCIBLE .

Este texto pretende (solo pretende) ser una reflexión en torno a un concepto ideado como herramienta de arte político, por la artista chilena Rosa Apablaza, EL DOLOR COLONIAL. Cuando lo escuché por primera vez me dio mucho sentido, por una parte me parecía completamente lógico que una mujer nos refregara en la cara a todos nosotros los machos heteronormados esa violenta y macabra historia hecha y contada por hombres, quien más que una mujer con toda la dimensión que eso conlleva podía crear un concepto que nos  mostrara la principal consecuencia de esa historia hecha y contada por hombres: EL DOLOR.

Por otra parte el concepto DOLOR COLONIAL me llevó a entenderme como el fruto del colonialismo y su dolor, a entender mi historia personal desde la idea del Dolor Colonial, de ser el fruto de un región azotada por siglos de colonialismo, de ideas y morales impuestas por las armas, del desarraigo (principalmente del desarraigo) del renegar como pueblo durante centenares de años de nuestro pasado indígena, del sometimiento de occidente y la resistencia de siglos que devino en esta américa mestiza, que a pesar de siglos del colonialismo mas brutal, aun se entiende parte de dos mundos: uno el de esa historia contada y creada por machos y el otro mundo oscuro y brillante a la vez, secreto y oculto , ese mundo que escapa a nuestra razón occidental, esas raíces que a pesar de todo aún no han podido matar, ese mundo que habla otra lengua y percibe al mundo de otra forma, nuestro ser indígena mezclado con ese ser occidental que se jura hegemónico pero no sabe ná que el indígena se le escapa por cada poro.

daniel de culla

Dibujo por Jorge Daniel de Culla (España)

“Colón fue un inmigrante y real asesino en serie”. Celebremos el Día de los Pueblos Indígenas, Día de Amor y Paz.

DIÓGENES DGNS – SÃO GONÇALO, RIO DE JANEIRO, BRASIL

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Registro por Diógenes dgns (Paraiba – BR)

JAZMÍN RAMÍREZ PÉREZ – SANTIAGO, CHILE

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Registro por Jazmín Ramírez Pérez (Santiago, Chile)

Si la Historia es “Tiempo” -como pretende- entonces la revuelta es un momento que salta por encima del Tiempo y viola la “ley” de la Historia. Si el Estado ES la Historia -como pretende entonces la insurrección es el momento prohibido, una inolvidable denegación de la dialéctica – trepar por el poste y salir por el agujero del humo, una maniobra chamánica realizada desde un “ángulo imposible” al universo. Hakim Bey, 1991.

El día 12 de Octubre estuve esperando entre estaciones que pasara el tren para apuntarlo con mi pie armado.

Lugar: Estación de trenes Estación Central, Alameda, Santiago.

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Des/colonización: Iberoamérica y el despertar de la periferia

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latitudes latinas

Des/colonización: Iberoamérica y el despertar de la periferia05/12/2015

Des/colonización: Iberoamérica y el despertar de la periferia(1ª Parte)

Des/colonización: Iberoamérica y el despertar de la periferia(2ª Parte)

“el amor decolonial es expresión de nuestro deseo por otrx ser humano en un espacio donde cuerpos, conocimientos, y experiencias son segregadas y segregados.” isto nos diz yuderkys espinosa junto a nelson maldonado torres numa inspiradora entrevista incluída na mais recente edição de nossxs parceirxs da iberoamerica social – uma edição que traz mais subsídios pra gente continuar avançando a direção de uma efetiva descolonização. confira nesta edição especial de latitudes latinas uma conversa com nosso parceiro josé maría barroso tristán, que nos conta sobre a revista e sobre uma rede que você com certeza vai gostar de conhecer.

yangana
 mancero trío cd yangana: música pós-colonial

milonga subtropical
 kevin johansen cd city zen

saturnino
 miki gonzález cd inka beats iskay

eclipse
 nicola cruz cd prender el alma

tzan atqeya ow (salud amigos)
 bitzma/sobrevivencia

iapinilke mapu
 beatriz pichi malen cd plata

m’bala
 ramiro musotto cd civilizacao & barbarye

todos
 macaco cd entre raíces y antenas

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El silencio del criollismo colombiano

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Se siente en el pasillo un fuerte latido por parte de algunos activistas, unos que se hacen denominar defensores de lo público y otros que se auto-reconocen como los mesías de estos tiempos, y no es para más la mediocre realidad de la Universidad del Tolima que a duras penas desea reconocer sus pecados y errores, será el precio que le costará a cientos de ciudadanos que merecían un espacio que aportará al desarrollo de esta región.

Deseo partir de dos hipótesis: 1) El silencio criollo de su comunidad académica y no en un sentido general más bien genérico, es el producto de reconocer que los dueños del negocio universitario sólo pensaron en una institución hacedoras de favores políticos, y en lo posible indiferente de la crítica y la reflexión profunda, al carecer de un pensamiento que re-piensen las condiciones históricas que se han desarrollado en estos tiempos.

2) El criollismo como un estado de hibridación cultural según Néstor García Canclini se representa con la mentalidad y las prácticas de una determinada sociedad, en esa lógica la famosa “Comunidad” universitaria muestra la falta de identidad y solidaridad en estos momentos tan complejos de múltiples crisis. Siendo así que gran parte de la burocracia se tiran los trapos, favores, momentos y recados (hasta sexuales) lo que simboliza la corrupción como una práctica y un discurso que se ha impregnado en diferentes actores y dependencias de la institución.

El asunto de la Universidad del Tolima radica en su base histórica y política que se ha relacionado con un proyecto colonial, el cual se ha legalizado a través de las cuotas políticas, y la politización de los concursos, acuerdos, contratos, elecciones y puestos administrativos una vez más queda comprado que el poder del escritorio ha pasado por encima de la autonomía universitaria.

La historia no para de terminar, se llega al punto donde el sindicato de la universidad se burocratiza, dando favores a todo un grupúsculo que se ha tomado la bandera en “defensa” de la misma, lo que muestra que la modernidad es el reflejo de una lógica colonial que pasa por encima de cualquier institución social, y aunque los antiguos líderes, profesores y seguidores de una supuesta “teoría crítica” son los principales gestores de la corruptela. La realidad de esta alma mater se articula con el silencio del criollismo colombiano debido a que diversos sectores sólo les importan la productividad, eficiencia y rentabilidad de la educación pública de la región del Tolima. Acá no basta con imponer prácticas de silencio, compra y venta de puestos y conciencia. Por el contario, es la realización de una mentalidad moderna basada en la competitividad y la imposición de un proyecto eminentemente mercantil.

En últimas, es justo que se genere un reforma estructural en la Universidad pero es necesario a la par que se tome correctivos frente a todo este tipo de acciones, no se trata de encontrar los culpables sino de superar el imaginario y construir otro tipo de cultura al interior de la institución donde la crítica, la reflexión y el servicio este orientado por los oprimidos y más necesitados de esta humanidad.

Apéndice: Se viene grandes proyectos para la sección que tengo este medio, ahora exploraré la columna internacional y mostraré otro tipo de análisis de tipo académico en su mayoría, les agradezco por la oportunidad y sobra decir a mis lectores que desde tierras zapatistas cuentan con un servidor y un bohemio del conocimiento al servicio de los más pobres y oprimidos de estas territorios.

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nosotras somos – ubuntu boliviano

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“eu sou porque nós somos”, nos ensina o povo xosha com seu ubuntu. e de lá do sul da áfrica a gente chega a abya yala e ouve as vozes de cantoras, compositoras, inquietas criadoras que com seus cantos dão sentido ao estar juntxs. conheça nesta edição o movimento “nosotras somos” e leia aqui trechos da conversa que tivemos com sibah, a idealizadora do movimento. e confira também algumas das vozes femininas que fazem hoje a cena musical boliviana.

latitudes latinas

nosotras somos22/10/2016

ups ups
 sibah cd in.tenso

silvia velarde pereyra ou sibah, como é conhecida, é uma cantora, compositora e produtora da cidade de la paz na bolívia. ela é mestra em técnica vocal pelo centro de voz dos países baixos e foi, em 2014, representante boliviana do evolución- r, método de melhoramento da voz desenvolvido pelo pesquisador john loza. atualmente está a frente do movimento “nosotras somos” nascido em 2012 e do projeto “vozabierta” criado em 2006.

ay, ladrón
 carla maria cd suenan mis pasos

carla maría é cantora e compositora nascida em santa cruz de la sierra . faz parte do movimento nosotras somos e suas canções tem fortes influências do blues. lançou seu primeiro cd autoral denominado “suenan mis pasos” no ano de 2014 junto a antiga banda de blues boliviano la maga. neste cd estão inclusas as canções mais famosas da cantora, dentre elas “san antonio”, “ay, ladrón”, “prohibido prohibir”, “amando la vida” e a que da nome ao disco, “suenan mis pasos”.

corazón infinito
 ciudad líquida cd corazón infinito

banda formada em la paz no ano 2000, ciudad líquida se inspira nos estilos new wave, post punk, pop britânico, indie e drum n’ bass. o primeiro cd foi lançado em 2005 e contém as músicas “en mi” que faz parte da trilha sonora do documentário “la noche es joven” de fernando arispe e “tiempo perfecto” também trilha sonora do filme “nocturnia” do diretor boliviano erik antoine. em 2007 a banda gravou o cd “entre luz y sombras” , em 2009 o álbum “corazón infinito” e no ano de 2011 o disco intitulado “respiro”. as canções são compostas coletivamente e as letras são feitas pela cantora de origem chilena julie marín, colaboradora do movimento nosotras somos.

luz
 efecto mandarina cd efecto mandarina en el festijazz

efecto mandarina é uma banda boliviana nascida em la paz no ano de 2008. suas canções são marcadas por estilos musicais distintos como o jazz, o soul, r&b, rock e pop. a banda já lançou três discos, todos gravados ao vivo. a vocalista vero pérez é a compositora das letras das músicas que a banda toca e tem um trabalho gravado em parceria com o guitarrista jorge villanueva, além de compor o movimento nosotras somos.

recaida
 claudia campuzano

cantora e compositora claudia campuzano integra o movimento nosotras somos e é vocalista da banda boliviana de hard rock la petite mort com a qual lançou um cd em 2015 e que conta com letras e músicas de autoria da banda.

neytoy (bulgária)
 vozabierta cd al oído

vozabierta é um grupo idealizado pela italiana radicada na bolívia maria teresa dal pero. ela junto a outras quatro mulheres cantoras, atrizes e educadoras: mercedes camposvillanueva (piti), julia peredo guzmán,
mariana requena oroza e silvia velarde pereyra (sibah) harmonizam em seus diferentes timbres de voz canções da tradição oral de vários países do mundo e em também em diferentes idiomas.

dos fiestas
 vozabierta cd al oído

o grupo vozabierta nasceu em 2006 e tem como proposta explorar a voz como único instrumento da composição musical. o quinteto canta em capela e nas suas apresentações o grupo propõe um diálogo com o público por meio de dinâmicas e jogos de improvisação sonora. em 2009 foi lançado o primeiro cd que leva o nome “cartografias” e em 2011 foi lançado “al oído” onde contém as canções “dos fiestas” e “neytoy”, tradicional da bulgária.

mujer, fuerza, camino y vida
 (sikureada) – colectivo sagrada coca cd aylli- canto de mujeres

sagrada coca é um coletivo de música originária feito por aproximadamente 15 mulheres da comunidade de sagrada coca, localizada na cidade de la paz, bolívia. tem o intuito de fomentar através de instrumentos diversos a resistência da filosofia de vida dos povos originários. o coletivo já fez várias participações em shows e cds, dentre eles o projeto “ally- canto de mujeres”, projeto apoiado pela embaixada suiça na bolívia que abordou a temática do gênero através da linguagem musical, mesclando assim em 12 faixas ritmos e sonoridades feitas por mulheres bolivianas.

mujeres y ciudad
 nina uma cd aylli- canto de mujeres

nina uma, nome de origem aymará: nina = fogo e uma= água, é rapper e ativista andino boliviana que já participou de diversos projetos voltados à temática feminina como o “latinoamérica unida” uma produção de 2015 do coletivo “somos mujeres, somos hip hop latinoamérica” e “ally, canto de mujeres”. “ally” é uma palavra quechua que era utilizada para identificar os cantos de triunfo das mulheres andinas após as guerras. nesta produção há outros nomes como marisol díaz, sibah e orquestra filarmônica de el alto.

agua
 imilla

valeria milligan é uma rapper e graffiteira nascida em la paz e conhecida pelo nome de origem aymará imilla, que significa menina. lançou em 2011 seu primeiro álbum “Catálisis, catarsis, catanis, cannabis” e “Reflejos elementales” em 2015 onde explora sons de elementos da natureza e a cosmovisão andina. imilla é também ativista do movimento nosotras somos.

no te pares a mi lado
 abrelata

abrelata é um duo boliviano formado em 2007 em la paz, na bolívia, por adriana aramayo e canela palácios. com a proposta de aproximação de canções populares com composições e interpretações autorais, utilizam sonoridades através de trabalho vocal e acompanhamento de guitarras e objetos sonoros. “no te pares a mi lado” está no disco “desordenadas, guerreras, lagartas, ateas, apátridas, desheredadas y encima subdesarrolladas, inestables, antiseguras, impropias”, lançado em 2008.

alma perdida
 timpana cd alma perdida

timpana, um projeto iniciado pela atriz, cantora e compositora alejandra lanza e o percussionista amado espinoza em 2007. “alma perdida” dá nome ao seu primeiro disco. alma perdida é um álbum conceitual que possui 10 faixas, uma para cada capítulo e foi pensado para ser escutado em uma única sequência narrativa. alma perdida transita por universos musicais e por instrumentos diversos, entre eles o cajón peruano, o charango, o acordeom e o derbake. além de ser também o tema principal da trilha sonora do filme boliviano “olor de tu ausencia”, de eddy vásquez. atualmente timpana está em processo de estréia do segundo álbum.

no da igual
 sibah (com participação especial de marraqueta blindada e alejandro rivas)

sibah transita entre os ritmos do blues, rock, reggae, bossa, pop e eletrônico e sua banda é composta por músicos importantes da cena musical boliviana como christian laguna morató, stiv stolzel e omar gutiérrez no entanto ela se apresenta também como solista, duo, banda ampliada ou em projetos de audiovisual junto a outros artistas. gravou três projetos solo: “con un poquito” em 2005, “ami nome” de 2009 e “in.tenso” de 2014, onde estão inclusas releituras de algumas canções de seus primeiros discos.

fonte: http://latitudeslatinas.com/nosotras-somos-ubuntu-boliviano-2/

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Colonización versus Descolonización

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Es innegable en estos tiempos la necesidad de hablar de temas como la descolonización, y así mismo, es difícil el no llegar a entramparse en un falso debate que por lo general se torna filosófico, educativo y político, es decir, por lo general se tiene la errada idea de que la descolonización es un proceso que tiene un principio con final feliz. Ese es justamente el falso dilema en el que no debemos de entramparnos, por tanto, aquí apuntaremos algunas ideas que pretenden no empañarse de esas visiones nostálgicas que creen que una descolonización a raja tabla sea posible.

Si bien la descolonización es un proceso que está en marcha y eso es algo de lo que no podemos hacer la vista ciega, también es cierto que la colonización y la descolonización andan de la mano, o sea, la descolonización no es la búsqueda de algo que hay que desechar para lograr un eterno retorno a utopías arcaizantes que evocan un pasado glorioso, eso es algo que a riesgo de equivocarme, seguramente fue… pero también es algo que ya no volverá, por lo menos de la forma en la que algunos nostálgicos lo pretenden.

Tampoco la colonización, es esta idea de enclaves territoriales que pertenecen a uno u otro –mal llamado– imperio. Esto debido a que en gran medida, las repartijas de territorio por lo menos físico ya no son tan manifiestas como hace algunos siglos atrás. Aunque salvando las distancias, todavía existe algún conjunto de islas que de forma sutil pertenecen a uno u otro poder imperial. Más o menos como en los tiempos de la corona. No, en realidad la colonización ha trastocado sus propios límites, y ahora es muy difícil determinar donde comienzan y terminan las prácticas cotidianas de la bienaventurada colonización.

Es cierto también que los pueblos de este lado del mundo desde siempre han sido relegados, aplastados y marginados a punto tal, de hacerlos casi invisibles en todas sus prácticas sociales y culturales. Eso lo hizo el invasor y a eso le llamamos colonización, a la implantación por la fuerza de una forma de ver y entender el mundo. Una visión en la que los pueblos oprimidos fueron colocados en una situación de inferioridad, haciéndoles creer que todo su conocimiento y sus saberes casi no tenían ningún valor, y estos, así se lo creyeron.

Hoy en tiempos de la mal llamada modernidad, o si se quiere en tiempos modernos, la situación no ha cambiado mucho, es cierto que el invasor ya no está en estas tierras, pero su forma de pensar, de oprimir y administrar el poder, la educación y otros, todavía continúa y eso es algo con lo que debemos convivir.

Pero eso no quiere decir que estas prácticas externas y foráneas las debamos de aceptar sin preguntarnos si ¿Otro mundo es posible? y seguramente lo es. Pero como veremos a continuación la tarea no es nada fácil, mucho menos cuando el mundo avanza a pasos agigantados y los conocimientos cada vez están más a la mano de todos los seres humanos. Donde la tecnología está arrasando con las formas de pensar, es preciso asumir una posición crítica frente a los que profesan que la propiedad del mundo es solo para los buenos, para aquellos que creen que en el pasado ancestral esta la receta de un mundo mejor, esa utopía no es posible, pero podría darse el caso de que se busque una especie de convivencia entre los conocimientos antiguos y los modernos, porque ambos, pueden aprender el uno del otro, por la potencia que cada una de ellas contiene. La negación del uno, es la negación del otro y en esas condiciones el retorno a la utopía se torna oscuro, como lo demostraremos.

Algunas cosas para quemar

La colonización 

Este no es solo un concepto que se pretenda confrontar, o peor aún, un concepto al que se puede subestimar, porque este tiene una potencia tal, que está metida en nuestro ser. Y no hablo del ser como una entidad, hablo de aquel nacido de la comunidad, conviviente de esta o de cualquier otra sociedad, que en el día a día y con cada práctica cultural da muestras de su existencia, a tal punto que, camina, habla, ama y odia en términos coloniales.

El colonialismo está metido en las venas más profundas de nuestro ser y tratar de extraerlo –como haciendo una purga— es de alguna manera destruir cualquier vestigio de nuestra existencia hasta estos días.

Es cierto, el daño ha sido catastrófico. Hoy los herederos de esa frustración, pues somos todos. La barbarie de los siglos XIII y XIV no es comparable a los actos de los bárbaros del siglo XXI.

Algo sobre la modernidad

Lo moderno a veces se confunde con la modernidad; diríamos que lo moderno esta netamente relacionado a los avances tecnológicos, económicos, políticos y productivos en el mundo. Una centralidad en el poder y en los conocimientos, cimentada en la explotación de los pobres en beneficio de los que llamaremos “ricos”. Una lógica de vida totalmente acuñada en la búsqueda del logro de bienes materiales en detrimento de la naturaleza y todo el ecosistema. Un gigante que con su andar destruye todo a su paso y que para colmo de males no busca el bienestar de las grandes mayorías, sino la acumulación de riquezas en pocas manos. Eso también, desde siempre ha sido así.

En cambio, la modernidad es un debate todavía occidental, Europeo –si así lo quieren llamar–, porque es aquella visión que hace que el pensamiento universal emane de allá. Donde el sentido de propiedad de la ciencia y de todas las formas de pensar, se han convertido en una sola forma de pensar.

En cambio, en este lado del mundo, está claramente demostrado que nuestras formas de pensar nunca tuvieron ninguna relación con el pensamiento que ahora se llama de occidente. Allí está el debate justamente, en la búsqueda de nuevas forma de lidiar con estas dos percepciones del mundo.

Así podemos afirmar que: el dilema del hombre moderno oscila entre aceptar sin aspavientos los males y beneficios del mundo moderno, que a la par, afianza una sola forma de pensar el mundo, o nostálgicamente, retrotraerse a los cimientos de su pasado, ese que ya no volverá y que seguramente en su momento fue glorioso, pero que fue pisoteado por los tiempos modernos y por la mal llamada modernidad.

El debate está en la mesa, los esfuerzos se están haciendo, las propuestas se vuelven políticas y los estados cambian sus constituciones, pero la tecnología no para, los avances tecnológicos cambian con cada día y apuntan sus cañones al individuo de a pie, ese que anda temeroso buscando respuestas al sentido de su vida, sin encontrarlas. Aquella lo aprisiona y le hace creer que las respuesta están en los placeres mundanos de la tecnología y la diversión enmarcada en cinco minutos y concluye su misión metiéndolo en una espiral donde estas banalidades se vuelven necesidades y donde sin ellas, tanto la mujer y el hombre creen no poder encontrar sentido a su existencias.

La colonización en tiempos de la modernidad

Pues bien, la colonización en tiempos modernos y de modernidad se ha convertido en algo difícil de desenmascarar. El común de las sociedades que es la más desinformada bebe de los conceptos de descolonización que emanan por ejemplo los medios de comunicación y en algunos casos los poderes del estado, y ambos al final de cuentas no dicen casi siempre toda la verdad, porque la verdad es algo inasible y por ende es sujeta a manipulación por parte de los intereses de grupos de poder, sean estatales o privados.

Así, el pobre sujeto recibe verdades a medias y cree que descolonizar es solo recuperar prácticas ancestrales o lenguas originarias que poco a poco para desgracia de muchos van desapareciendo como van desapareciendo especies e insectos en el mundo. También cree que descolonizar es rechazar la religión impuesta por el invasor y recuperar la religiosidad de los pueblos que desde siempre habitaron estas tierras.

Ese es el meollo de la descolonización, cuando el sujeto piensa esta  en términos coloniales: cuando cree que descolonizarse es practicar ciertos rituales para que le vaya bien en la vida, el trabajo, la suerte y demás. Sin entrar en cuenta de que los términos de bien y mal son netamente coloniales. Cuando cree pensar que el vivir en equilibrio con la naturaleza es no abusar de ella y bañarse con su energía, cuando las nociones de naturaleza y energía son coloniales de por sí. Esto implica una gran debilidad en el manejo del lenguaje, y por consiguiente en el fondo conlleva la lucha de muchas significaciones y paralelamente de una sola a la vez. Una matriz de pensamiento que es más compleja para desenmarañar en estos tiempos.

La descolonización un nuevo discurso en marcha

Es cierto que los temas de descolonización se vienen acuñando en los últimos tiempos y con más fuerza en las más recientes décadas, pero también es preciso afirmar que de un tiempo a esta parte la descolonización se ha vuelto un discurso, y dicho sea de paso, un discurso que da excelentes réditos políticos y económicos para los que la profesan.

Nadie está negando que la descolonización sea necesaria en los pueblos amerindios, que en los hechos fueron los más relegados injustamente de sus derechos que por justicia les tocaba ejercer. Pero utilizar la descolonización para afianzar sectores de poder que antaño fueron excluidos y que de alguna manera marginan a los demás, pues es simplemente utilizar un discurso que tiene bastante derecho reivindicatorio, para lograr solo el beneficio de unos pocos, es decir, el beneficio individual, y como ha sido desde siempre, una situación en que los demás,  las grandes mayorías, los pobres y los excluidos sigan estando en esa misma situación.

De dónde venimos y hacia dónde queremos ir

Está claro que la colonización tiene varias facetas, y una de ellas –quizás la más contundente–, se da en la noción de progreso, esa idea de ser mejores o de buscar mejores días para uno mismo y para nuestro entorno más cercano, por ejemplo, nuestra familia. Seguramente son nuestros padres los que en un principio se encausaron en esa lógica y con ellos sus padres en su momento.

La búsqueda de nuevos horizontes o como se llama “una mejor vida”, es siempre un aliciente para abandonar nuestro lugar de origen, y esto no está sujeto a juicio alguno. Lo cierto es que en esa búsqueda se deja atrás nuestra historia, nuestras familias, nuestros sueños y los reemplazamos por otros que en ese momento se ven más claros y mejores, en contrapartida, muchos de esos sueños casi en la mayoría de los casos pues no se cumplen y con ello los padres de alguna manera heredan sus sueños a los hijos, en el entendido de que estos lograran cumplirlos. El conflicto radica aquí, cuando son los hijos los que en un momento determinado y con todo su derecho buscan sus propios sueños, sepultando los de sus padres, al punto tal que a veces… reniegan de ellos.

Este dilema del colonizado se mueve a diferentes niveles, por ejemplo en el caso de las migraciones, son los centros urbanos, o sea, la ciudad, la que tiene una cierta magia que absorbe al recién llegado, un brillo difícil de explicar que hace que el sujeto en cuestión, asuma otra identidad y personalidad, como estrategia de subsistencia o como un simple goce de inserción en la sociedad urbana. Esto no es algo nuevo, pues desde un cierto momento ya lo habían hecho los padres. De allí la herencia de los progenitores.

Por otra parte el progreso no solo implica el salir del lugar de origen a las ciudades, también se manifiesta cuando el sujeto traspasa las fronteras de su país y casi por necesidad asume la lógica del nuevo mundo al que trata de insertarse, asumiendo todos los patrones culturales de la nueva región. De esta manera se rompe la lógica comunitaria y se asume la individualidad de las ciudades.

El hogar, la familia, las contradicciones

El progreso desde un punto de vista externo, es el buscar mejores días en nuestras vidas. Lastimosamente el mal llamado progreso nos ha hecho creer que el negar nuestro origen y nuestro pasado es olvidarnos de las cosas que hemos aprendido y que nos han heredado nuestros padres desde tiempos inmemoriales. Una forma de ver el mundo es tener un lenguaje propio, ya que este en su forma y contenido nos dice las cosas totalmente diferentes al lenguaje que en algún momento se nos impuso como el único aceptable para ser moderno o para acceder o ascender en nuestras sociedades colonizadas.

De allí el rechazo por las lenguas originarias que hoy tan venidas a menos están, pero este rechazo en algún momento ya no fue impuesto, sino más bien, fue asimilado como la mejor receta de no ser pobre, de no ser atrasado, de ya no ser del grupo de los marginados.

Precisamente es en ese momento de asimilación donde los conocimientos ancestrales son destruidos y negados en su situación. Porque no podemos olvidar por ejemplo que eran precisamente estos conocimientos los que se trasmitían de forma oral, es decir, por medio del lenguaje mínimamente y casi siempre de la madre a los hijos. Pero ahora sería el silencio social, el que torna gris la situación de la herencia de estos conocimientos.

No obstante, esta negación pasa casi desapercibida en el imaginario del colonizado, ya que este ve con suma normalidad el abandono de estas prácticas, sea por influencias externas o, como ya se mencionó, por la herencia de los padres.

Ahora bien, el colonizado casi siempre de manera propositiva entra en serias crisis que fortalecen de alguna manera una cierta descolonización y que se manifiestan en la añoranza de un retorno a aquellas prácticas que en su momento tuvieron un gran valor e influencia en su vida.

El problema con esta afirmación es que por lo general, con el transcurrir del tiempo el colonizado seguirá en la espiral colonizadora, porque es innegable que sienta el derecho a los goces y beneficios de esta otra forma de vida, dando como resultado un mayor distanciamiento con las prácticas ancestrales y las lenguas originarias o los conocimientos que dicho de otra manera, ya no serán transmitidos de la madre a los hijos. Esta afirmación no es para nada lapidaria, pues en la búsqueda de la igualdad, todos tienen  derecho a hacer lo que para ellos es lo mejor dentro el canon de sus vidas. Aun sabiendo que en ese momento no eran las decisiones que se tenían que tomar.

Como soy y como veo el mundo (las inquietudes del sujeto)

El sujeto colonizado en las ciudades –y eso no quiere decir que en el espacio rural no haya colonización–, pues estando en situación urbana y por todas sus experiencias, asumirá la posición más acorde a su nueva forma de pensar y a sus nuevas expectativas de vida. Por sus experiencias y por su nuevo estilo de vida, casi siempre se situara en la posición que ocupa dentro el grupo con el que más afinidad encuentra y seguramente (con todo derecho), en algún momento lo reivindicara.

Así por ejemplo, la noción de mestizaje ya no se da por relación o mezcla sanguínea, sino también, se da por una apropiación del sujeto en torno a sus nuevas prácticas culturales. Por ende concluimos, el efecto de la colonización se torna absorbente a tal punto que por lo general la estratagema colonizadora ejerce en el sujeto un control que lo empuja hacia la negación pasiva de las demás prácticas culturales.

Por otra parte, la colonización también se manifiesta en la adopción de nuevos valores, es decir, se descarta la práctica de algunas manifestaciones culturales y formas de pensar y se asumen otras que para el sujeto colonizado gozan de mayor valoración a la hora de lograr sus emprendimientos. Nuevamente nos encontramos con los deseos del sujeto, esos que tienen que ser satisfechos de alguna manera, aquellos que han sido implantados por la lógica de la competencia y por la expectativa de superación que cada uno de nosotros tiene.

Las posibilidades del eterno retorno

El sujeto colonizado e insertado en la sociedad urbana, asimila las exigencias de este nuevo entorno y por lo general ostentara una nueva identidad. Aun sabiendo que toda su estirpe pertenece a otra identidad cultural. Este posicionamiento del sujeto colonizado no es casual, porque de hecho ahora los valores adoptados ya no han sido emanados desde la comunidad o desde el entorno familiar.

Entonces, la adopción de nuevos patrones de valoración de la familia por ejemplo, son totalmente ajenos a la práctica comunitaria, lo que quiere decir, que la colonización trabaja de manera profunda en la destrucción de la lógica comunitaria, promoviendo la individualidad y los valores que califican y dan lugar a unos y a otros dentro la esfera de las escalas sociales.

Así mismo, de forma paralela también se da una ruptura en la identidad cultural, si está todavía subyace en las generaciones pasadas, es justamente en las nuevas generaciones donde esta desaparece casi de forma total. Con todo, podemos concluir que el quiebre de la identidad cultural se manifiesta en la negación del colonizado con  respecto a su pasado más próximo.

En otras palabras, la adopción de estos nuevos patrones culturales y de valoración de saberes y conocimientos, muestra una perforación desde el seno mismo de la familia, y por ende, desde el epicentro del grupo social.

Cómo se dice que se estaba diciendo
Los resabios de la colonización y la búsqueda de sueños de una descolonización

Cómo somos colonizados

La situación de colonización en el sujeto se da casi de manera natural, ya que por lo general es una transmisión que se hace primero; desde el entorno más cercano (la familia por ejemplo), y segundo; desde el entorno de las relaciones sociales (escuela, universidad, amigos, etc.). Ahora bien, el colonizado de alguna manera se encuentra en una especie de cerca que poco a poco lo va sometiendo y subsumiendo, haciendo que este se apropie de los términos y prácticas coloniales en su cotidiano vivir.

Pero esta es solo una parte del proceso de colonización que se manifiesta en las formas materiales y de prácticas sociales. En este proceso existe otro nivel que se llama colonialidad y este se encarga de perpetuar todas las estructuras de organización política y legal de las sociedades por ejemplo. Ambos, colonización y colonialidad, trabajan a la par en el proceso de sumisión del sujeto colonizado.

De esta manera la descolonización se torna oscura, ya que no se trata de romper las lógicas político materiales del sujeto colonizado, sino también, la ruptura de una forma de pensamiento que esta instaurada en todas las prácticas culturales del sujeto como tal.

La trampa de los centros urbanos y la tristeza del campo

En el trasplante que se da en el caso del sujeto colonizado que por ejemplo emigra de las comunidades a los centros urbanos, y por inercia asume  los patrones culturales de este nuevo medio, si bien se dan como una forma y estrategia de subsistencia, también se dan por la sorpresa e ilusión que generan los centros urbanos en el sujeto recién llegado a esta.

El asumir estas nuevas formas de ver la vida y de tener otra percepción de la realidad, hacen que en el sujeto colonizado se construya una subjetividad mentirosa, un vaciamiento de la subjetividad primaria del colonizado, una estrategia de desvalorización de suidentidad. Entonces, la colonización también implica la perdida de la identidad originaria del sujeto colonizado a cambio de la adopción de otra identidad que es en gran medida ajena y diferente a su identidad original.

De los padres y sus frustraciones

Las generaciones pasadas, buscadoras de nuevos y mejores horizontes, llevan a cuestas la gran responsabilidad de decidir por una parte; entre afincarse en la comunidad que de hecho ya tiene un peso devaluado frente a las visiones de lo moderno y que de paso es rechazada por no ser  completamente parte de ella, por otra; la salida del territorio original insertándose de cualquier manera en los centros urbanos, con la esperanza de mejorar su situación de vida.

Esta dicotomía es tramposa, ya que por un lado; implica el rechazo de las prácticas heredadas desde su infancia y por el otro; la manifestación de una cierta frustración en el transcurso del tiempo al notar que muchas de sus expectativas, pues no llegarán a concretarse. En otras palabras, la frustración del sujeto colonizado  se da porque el cambio abrupto de un entorno a otro genera un desequilibrio en su vida, que antes tenía unas expectativas y que ahora estas se han transformado de manera condicionada.

En conclusión

Primero, la colonización es un proceso que ha sido instaurado desde hace siglos atrás, y hoy en día es muy difícil deshacerse de ella. La convivencia con la colonización es un hecho innegable, el problema con este es que solo está generando en su mayoría sujetos con visiones individuales, donde la lógica de la vida en comunidad ha sido totalmente destruida.

La globalización del mundo y de los conocimientos implica el acceso de todos los sujetos a nuevas formas de ver y entender la realidad. Una forma de aprisionarlos, sujetarlos, una estrategia demasiado interesante para hacer que el sujeto colonizado se convierta ahora en ciudadano del mundo, aunque en los hechos se convierte tan solo, en el consumidor del mundo, y de paso un consumidor pasivo y poco creativo, un sobreviviente dirían otros, yo los prefiero llamar los pobres desencantados del mundo

Segundo, la descolonización es una apuesta necesaria en tiempos en que los seres humanos solo apuntan a su autodestrucción y a la destrucción de este planeta, que ya de por si no abastece para todos. Pero la descolonización debe de ser a todos los niveles, no solo en los campos políticos y económicos, porque de otra manera los temas de descolonización solo se van convirtiendo en un mero comentario para lograr beneficios para ciertos sectores que ostentan el poder o para ciertos grupos que ahora se conciben como los únicos con derechos a los beneficios, cualesquiera que sean estos.

Tercero, tanto colonización y descolonización deben de convivir todo el tiempo, porque la una no puede existir sin la otra. Pudiendo equivocarme, creo que a estas alturas es difícil creer que alguna de ellas vaya a desaparecer. El equilibrio entre estas dos se llama “pluralismo”, un espacio en la que ambas formas de pensar deben de dialogar, porque está claro que manejar el discurso de que la descolonización eliminará a las nociones colonizadoras y que después vendrá el reino de los cielos, es una pretensión falsa… Eso no va a pasar.

Es evidente que al momento está primando el egoísmo del sujeto colonizado y seguramente este tiene todo el derecho a elegir esa opción. Pero pensar que esta forma de accionar en la vida va a quedarse atrás en beneficio de las grandes mayorías o de las comunidades, es entrar en un dilema absurdo, pues allí se encuentran ciertas dudas en cuanto al logro de la construcción del hombre y mujer libre de intereses individuales.

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Una crítica a la conceptualización del Estado desde el pensamiento decolonial

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Resumen: La finalidad de este artículo reside en analizar la categoría de Estado a partir de la conceptualización expuesta por Joel Migdal (2011) en la “teoría State in Society” que ofrece elementos para concebir la figura del Estado y su relación con la teoría política. Puesto que aborda aspectos fundamentales que permiten analizar la autonomía, la legitimidad y la racionalidad de las instituciones al momento de generar estabilidad y seguridad al interior del territorio.  Los aportes esgrimidos por Migdal asumen un sentido alterno sobre la visión monolítica  y de unidad del Estado que puede ser factible al ser concebido como la imagen de un actor en pugna por mantener un statu quo del poder político del Estado frente a la sociedad civil. Teniendo como referente este marco epistémico se procede con una crítica desde el giro decolonial.

Palabras clave: Teoría del Estado, decolonialidad, modernidad, Estado en Sociedad, Migdal, Joel.

Para el desarrollo del artículo se recurre a la siguiente metodología: 1) Un abordaje hemerográfico y bibliográfico sobre el teoría política y el giro- decolonial, 2) Un análisis documental en torno a la teoría del Estado  y 3) Los procesos de interrelación teóricos, conceptuales y metodológicos sobre la construcción del Estado como unidad coercitiva.

Introducción

La historia política del Estado se ha visto caracterizada por su desarrollo en términos institucionales, la visión de que el Estado es una entidad propia que produce y ejerce dominación responde a un característica del poder – racional donde la política, las leyes, la sociedad se unifican a través del imperio de la ley y la regulación de la conducta humana en un territorio delimitado por aspectos culturales y demográficos.

La lógica de un Estado que históricamente se ha constituido como unidad también representa la legalidad sobre los campos sociales del individuo, ya bien menciona Bourdieu (1996) que el campo cultural determina la forma del estado incorporado. La primera se caracteriza por el uso de lenguajes culturales y patrones que objetivizan al estado por medio de los bienes culturales. La segunda, menciona que es la maquinaria, los instrumentos y la acción del sujeto que facilita un tipo de estado institucionalizado debido al desarrollo en términos de capital cultural al interior del mismo.

Por ello, las funciones que se han desarrollado en el Estado se caracterizan por el uso de medios y fines que contribuyen a la construcción del mismo. Desde la mirada ontológica del Estado han existido corrientes predominantes como la liberal- procedimental, funcional – estructuralista, marxista  y analítica entre otras que han visto al Estado como una agencia, instrumento, unidad y campo que constituye la identidad política del individuo en un escenario público. Acá se muestra que la noción de Estado responde a modelos y tipos de ideales que configuran su razón de ser y la práctica en los asuntos de interés general.

El locus de enunciación del Estado nos remite a la  modernidad como un proyecto que se caracterizó por  impulsar las ideas modernas, las revoluciones políticas, el desarrollo de la ciencia, la técnica y el mercado pero en especial la división social del trabajo como eje fundamental en la construcción de un Estado con mayor aceptación social y que tuviera una estructura y proceso político amplio para dar elementos a la idea de sistema político (Habermas, 1999).

Es así que el desarrollo de la modernidad ofreció elementos para analizar la institucionalización del poder político, y la separación en términos pragmáticos de la iglesia, la clase noble, la concentración del poder, la educación tradicional y ciertos privilegios que se articulan con la materialización del Estado Moderno. Es decir la división de poderes y la laicidad de la política y educación fueron los asuntos más relevantes.  En esa senda Habermas señala que los ejércitos, la justicia, lo público, la ética son campos que debe apropiarse del sistema y superar los vacíos y crisis que existe en diversas situaciones sobre lo relevante y lo irrelevante en la formación del Estado en un proceso tardío del capitalismo moderno (Habermas, 1999).

Al mismo tiempo, la consolidación de los Estados – nacionales europeos se caracterizaron por forma una clase burocrática mediantemente eficiente, un poder local fuerte, un ejército estable y un ejercicio legal de la fuerza que garantizara la seguridad interna y externa del territorio y el ciudadano. En ello, la violencia vista como el “monopolio legítimo de la coacción física  para el mantenimiento del orden vigente” (Weber, 1968) responde a un ejercicio basado en la dominación del individuo y la fuerza que el Estado ejerce en la esfera íntima del ciudadano.

Una aproximación a la conceptualización del Estado (Desarrollo)

El juego analítico que existe en Weber se articula con la postura de un Estado como instituto político que tiene la capacidad de mantener un orden y generar una especialización de un tipo de clase, la burocracia en específico. Donde emerge tipos de ordenes: el jurídico, el legal, el racional y el político como elementos que pretende mostrar la validez de la acción que se ejerce en un determinado territorio, esto da cabida a la figura de los posibles limites en termino políticos del Estado.

De esta forma, el desarrollo de las instituciones y el control de la burocracia se convierten en una característica que determina el Estado-Moderno, al momento que ofrece una posible estructura de la sociedad civil en términos de autonomía y legitimidad como aspectos fundamentales para generar cohesión y representación en el territorio. Una de las acepciones más recurrentes desde la perspectiva funcionalista del Estado es verlo como un sistema político que se apoya en el intercambio de sistemas, y el funcionamiento de las interdependencias para construir un actor basado en una escala de valores entre la acción y la práctica como una orientación desde la ciencia, la política, el derecho que se convierten en elementos que muestran la dimensión analítica del Estado, lo que proporción una visión del Estado como sistema de interrelación dependientes entre sí, y con un orden que da elementos para analizar la complejidad de la sociedad (Luhmann, 1993).

El desarrollo de la unidad del Estado representa más allá del fortalecimiento institucional también la complejidad de la sociedad, estos elementos hacen parte de la conceptualización del Estado pero no soslayan aspectos como: la coerción del poder, el poder infraestructural y la variedad de una idea filosófica que cuestiones el tipo de territorio y los instrumentos de coerción y opresión que ejerce el mismo Estado como aparato. Desde la teoría política los elementos como el proveer la seguridad, el mantenimiento del orden, la estabilidad en términos sociales se convirtieron en posturas de larga data para los estudiosos del Estado, ya bien hablar de este tipo de instituciones responde a tradicional del Estado en el mayor sentido weberiana.

Una mirada alterna sobre el Estado y su enfoque monolítico lo encontramos en la teoría del “State in Society” de Joel Migdal que manifiesta la contraposición al Estado visto como un conjunto de leyes donde existe una perspectiva antropológica del Estado, y pone en el escenario una lógica de prácticas políticas, interrogantes institucionales y la relevancia de una ciencia coherente y eficaz al interior de la sociedad (Migdal, 2011).

Las condiciones materiales que emergen del Estado se relacionan con la forma de autoridad que tiene al interior y exterior del territorio, acá la acción, autonomía y legitimidad se articula con el Estado como un marco de poder que responde a la idea permanente de conflicto e intereses que se pueden negociar de forma eficaz para generar inclusión en la agenda política de las instituciones.

En el marco epistémico de la teoría política según Migdal el Estado – Moderno responde a una reflexión histórica que diseña la forma de acción y constitución en el sentido político- burocrático. Lo que convierte el Estado como uno de los problemas contemporáneos de difícil compresión debido a su extensa conceptualización por ser un campo de la sociología política que rescata los actores, su tipo de racionalidad y la interacción social que constituye la unidad motora de la sociedad (Millán, 1999).

En efecto, la distinción que hace Migdal sobre la construcción del Estado y su figura como unidad tiene amplia diferencia con la lógica weberiana del Estado como un simple motor que cohesiona y ejerce la violencia a través de sus medios, ya con Migdal sucede que las nociones del Estado como son: el territorio, gobierno, ley, legitimidad, ciudadanía, poder entre otras. Asumen un carácter asociativo que vincula a la institución gobierno para subsanar los vacíos que existe referente a la acción política.

La distinción positiva que existe en el texto de  “State in Society”  es que el Estado es: “un campo de poder marcado por el uso y la amenaza de violencia y conformado por 1) la imagen de una organización dominante coherente en un territorio, que es una representación de las personas que pertenecen a ese territorio, y 2) las prácticas reales de sus múltiples partes” (Migdal, 2011: 34). En esta lógica el campo en el sentido bourdiano responde a las fronteras que no dan peso a los procesos centralizados y ligados a lo gubernamental, por el contrario, da mayor fuerza a los procesos y relaciones de poder no- formalizadas que se articula con las prácticas, actores, discursos y colectivos que desarrollan procesos a su interior.

Otra característica que aparece bajo la lógica conceptual del Estado en Migdal, es que el orden social representa un actor y espacio que se articula de forma múltiple pero creando normas, ejercicios de dominación y acciones en función del Estado con una imagen que unifica la sociedad.  Y pone entredicho la estratificación social, la disposición de los recursos, los proyectos políticos en común, y en general las contiendas del Estado como una fotografía que produce estabilidad y contribuye a la transformación de la sociedad – Institución.

Una crítica desde el pensamiento decolonial (conclusión)

La discusión en torno al Estado tiene como característica la raíz del pensamiento moderno que se encuentra en autores como: Weber, Habermas, Migdal, Luhmann entre otros. Los cuales rescatan la categoría de territorio, autonomía, poder, unidad, imagen, sistema político como elementos que constituyen la identidad y el corpus ontológico del Estado. No obstante, la forma como se ha implantado y pensando ese tipo de ideal de Estado responde a una noción eurocéntrica del conocimiento dado que estos pensadores reflexionan desde su contexto, y en algunos casos desconocen las particularidades y fenómenos que ha sucedió en Latinoamérica. Ya bien lo mencionaba Dussel (2007) cuando señala que la particularidad de la historia latinoamericana y de la crisis estructural producto de la influencia de un colonialismo epistémico se articula con la idea de hacer una crítica de la crítica a las corrientes predominantes del conocimiento, puesto que desconoce y niega elementos particulares de la realidad política latinoamericana.

Por ello, “los fenómenos inmersos en las realidades latinoamericanas, se enfrenta a condiciones como la pobreza, la violencia y el despojo en donde existen un tipo de racionalidad instrumental y un ejercicio de explotación sobre los “recursos naturales”, contribuyendo a los bajos niveles de desarrollo humano, las prácticas de corrupción por parte de los gobierno, generando así a la poca – distribución de la riqueza con los más necesitados” (Figueroa, 2015: 5). A esta serie de particularidades la visión que existe del Estado- Moderno europeo no tiene gran articulación debido a los vacíos y problemas de larga duración que tienen los territorios latinoamericanos, acá el proceso tardío del capitalismo ha generado una desigualdad de poderes y condiciones materiales e inmateriales en la consolidación del Estado mostrando un panorama postergado de la conceptualización sobre el Estado.

En conclusión, el pensamiento decolonial ofrece  una mirada alterna sobre la forma de conceptualizar el Estado y reconocer lo común y diferente que existe en la experiencia latinoamericana. Esto pone en tela de discusión la corriente predominante de las ciencias sociales y la lógica de pensar desde allá desconociendo las circunstancias internas del propio Estado latinoamericano. Lo que implica una negación sin conocer el trasfondo de procesos sociales, políticos y económicos que han influido en una conceptualización crítica que responda a la característica y momentos que ha vivido la región latinoamericana.

Bibliografía

Bourdieu, P. (1996). Espíritus de Estado. Génesis y estructura del campo burocrático. Revista Sociedad, 8, 49-62.

Dussel, E. (2007). Cinco tesis sobre el “populismo”. En R. E. Martha, El eterno retorno del populismo en América Latina y el Caribe (págs. 1-19). México: Pontificia Universidad Javeriana.

Figueroa, J. J. (2015). Crisis y alternativas frente a las lógicas neoliberales, una reflexión desde el pensamiento crítico Latinoamericano. Analéctica. Revista Electrónica de Pensamiento Crítico, 1-10. Recuperado de: http://www.analectica.org/wp-content/uploads/2015/11/Capera-y-Huertas.pdf

Habermas, J. (1999). Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Buenos Aires: Amorrortu.

Luhmann, N. (1993). Teoría Política del Estado de Bienestar. Madrid: Alianza Universidad.

Migdal, J. S. (2011). Estados débiles, Estados fuertes. México: Fondo de Cultura Económica.

Millán, J. A. (1999). Sociedad y política: una relación multidimensional. . En Sociedad y política: temas de sociología política. Alianza Editorial.  19- 70.

Weber, M. (1968). Economy and Society. New York: Bedminster.

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Imbricación de las opresiones. Un camino para la transformación social desde la decolonialidad. Entrevista con Ochy Curiel.

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Por Jose María Barroso Tristán
Doctorando en Difusión de Conocimiento por la
Universidad Federal de Bahía y en Educación por
la Universidad de Sevilla
jmbarroso@iberoamericasocial.com

Ochy Curiel, dominicana, es una referente en el feminismo decolonial que muestra bajo una perspectiva antirracista, lésbica y autónoma los efectos de la colonialidad. Es profesora en la Universidad Nacional de Colombia, pero su actividad más importante la realiza dentro de los movimientos sociales, resaltando el Grupo Latinoamericano de Estudio, Formación y Acción Feminista (GLEFAS) entre ellos. Sus trabajos sobre la antropología de la dominación, su libro “La nación heterosexual” y sus análisis sobre género, raza y sexualidad son de gran interés para profundizar desde una producción académica con base en las experiencias prácticas en las que está inmersa.

 

Iberoamérica Social: ¿Cuál fue el momento en que empezaste a reconocerte como persona colonizada asumiendo una posición política ante ello?

Ochy Curiel: Creo que tiene mucho que ver con mi historia personal y política. Personal en el sentido de que nací en República Dominicana, que es una media isla que comparte lo que Colón llamó “la isla española” aunque se llamaba la isla de Haití, y que hoy se compone dos estados nacionales. En un principio, creo que me ayudó mucho el trabajo social ya que tuve posibilidad de conectarme con otros seres que no eran de mi contexto, sobre todo, movimientos campesinos. Posteriormente, ya en los años 80, entro en la causa por la identidad de las mujeres afro, que tal vez sea el primer colectivo de dominicanas que se propone trabajar racismo y sexismo, y, siempre en esa lucha, los análisis que hacíamos estaban conectados con la esclavitud. Éramos descendientes de esclavos esclavizados y creo que ahí empecé a conectar la colonización. Obviamente no con los conceptos que tenemos ahora mucho más elaborados de la teoría decolonial, pero que quiero rescatar como una experiencia importante. Éramos mujeres afro y, en ese sentido, nuestra lucha estuvo en denunciar el racismo, denunciar el sexismo, pero siempre ligado a una historia, el proceso de colonización por el cual nosotras y otras éramos victimas del racismo y el sexismo. Posteriormente me hice feminista autónoma, lesbofeminista, etc. pero tengo que decir que en ese momento el lesbofeminismo no lo articulábamos al proceso de colonización. Hoy, como feminista decolonial, pienso que el régimen de la heterosexualidad está ligado también a todo esto que Maria Lugones trabaja muy bien. El cómo hay una colonialidad del género que inclusive empieza a cuestionar si las esclavizadas eran consideradas, o no, mujeres. Creo que esto es muy interesante en ese concepto de humanidad y no humanidad, y que está ligado fundamentalmente a que las esclavizadas eran consideradas fundamentalmente órganos reproductivos. Eran hembras, animales, reproductoras de esclavos, a las que los amos les convenía considerarlas como hembras por las violaciones que hicieron ante ellas. Pero tiene que ver fundamentalmente con esa historia política que comienza cuando empiezo a situarme como antirracista, y que es fundamentalmente a partir de la lucha por la identidad de las mujeres afro en el colectivo que trabajábamos.

IS: ¿Y cómo das el paso de ese momento en que empiezas a reconocerte políticamente como colonizada hasta enlazar con toda la decolonialidad, o sea no con el proceso de la colonización sino con la colonialidad?

OC: Creo que es mucho más reciente… Hay muchas tendencias del feminismo decolonial, por ejemplo, hay algunas que se sitúan más en la academia, otras que venimos de la práctica política. Por ejemplo, las que conformamos el GLEFAS (Grupo Latinoamericano de Estudio, Formación y Acción Feminista) la mayoría somos activistas y nuestra genealogía fundamentalmente parte del movimiento antirracista de las mujeres, que es mi caso, pasamos por la autonomía feminista, pasamos por el lesbofeminismo, todo eso se va articulando, no va separado. Y, posteriormente, cuando nos encontramos con propuestas como la opción decolonial, empezamos a articular eso de forma mucho más compleja. Viendo la historia del continente, que yo creo que los autores como Dussel o Quijano han sido muy importantes, pero una de las cosas que le criticamos es que parte de nuestra reflexión política y nuestro análisis a partir de la práctica, ellos no lo han considerado suficientemente. Por ejemplo, considerar el régimen de la heterosexualidad como un régimen político más que como una práctica sexual creo que ha sido un aporte del feminismo, pensar por ejemplo lo que nosotras empezamos a denunciar sobre la institucionalización del feminismo a través de las ONG’s, la ONU, las conferencias mundiales, y la cooperación internacional del norte tiene que ver con políticas neocoloniales. Nosotras ya traíamos este análisis. Cuando nos encontramos con la opción decolonial, complejizamos más los análisis con otras categorías, por ejemplo, la categoría de colonialidad que ha sido muy importante. Pensarla como una secuela del colonialismo, aunque también hay mucho debate sobre eso. Por ejemplo, la posición de Silvia Rivera Cusicanqui sobre el hecho de que todavía existe colonialismo interno, no tanto colonialidad, creo que ha sido importante, aunque no descarto ninguna de las dos, digo que son lugares distintos desde donde se plantean. Y a partir de ahí colonialidad del ser, del saber, y con María Lugones, colonialidad de género que es quien plantea el concepto de feminismo decolonial. Entonces, creo que la experiencia política de dónde vengo yo con este colectivo, y encontrarnos con estas categorías latinoamericanas y estos análisis más situados en el continente, a través de la historia como continente, hacen un click bastante interesante para hacer una relación de lo micro y macro político sistémico estructural, y sobre todo planteando continuidades y discontinuidades de todo esto que ha sido para mí muy importante. Entender como a veces denunciábamos las políticas neocoloniales y entender como eso se va construyendo en el continente a través de la epistemología, a través del Estado moderno, de la modernidad occidental, esa relación entre capitalismo, colonialismo, modernidad occidental… Eso yo creo que vino a completar mi visión sobre la colonialidad y el colonialismo a nivel general.

IS: En tus trabajos hablas sobre una metodología desde un feminismo decolonial, mientras que en la academia siempre se considera la metodología como algo neutro. Puede tener una cierta orientación del paradigma del que proviene, pero no se le asocia un motivo ideológico.

OC: Creo que la manera en que se produce el conocimiento, por supuesto que es posicional políticamente. Sea metodológicamente, sea en la pedagogía, sea en los análisis, sea en las categorías analíticas que utilicemos, todo tiene una posición política. En ese sentido, es una de las cosas que trabajé mucho en mi tesis de maestría que le llamé antropología de la dominación. Cuando llegué a la antropología, que quizá sea una de las disciplinas más coloniales, en el sentido que siempre estudia al otro. Ese otro siempre es la subalternidad, indios, afros y otros sectores. Cuando llegué dije que no iba a estudiar indios ni negros ni nada, que yo quería estudiar la dominación. Arturo Escobar tiene una propuesta que es la antropología de la modernidad, y él en su propuesta me inspiró un poco a elaborar esa categoría de antropología de la dominación, en el sentido de que nosotros para estudiar, no eran esos subalternizados, sino los sectores que precisamente hacen la dominación, que la sustentan políticamente, en este caso eran las leyes, el Estado, etc. En ese sentido, creo que una de las limitaciones que tal vez ha tenido la opción decolonial ha sido centrarse mucho en la epistemología y creo que era importante meterse en la forma en que se hace conocimiento. Muchos de los decoloniales son teóricos y pensadores que están en ciertos privilegios institucionales en las academias del norte. Entonces yo decía, no hay que trabajar cómo hay que producir nuevo conocimiento, que es un reto, no es sencillo. Sobre todo, cuando en la academia, en esa gran contradicción que, por un lado, se pide conocimiento crítico, pero, por otro lado, a qué lleva el conocimiento crítico o cómo hacemos el conocimiento crítico.  Hay varias cosas importantes sobre ello. Primero, romper esa relación sujeto-objeto, creo que eso es fundamental. ¿A quién estudiamos y quién estudia para entender los problemas sociales? Dos, ¿cuáles son los marcos institucionales en los que nos movemos? es decir, ¿cómo hacer metodología decolonial fuera de la academia? Creo que es un reto de los movimientos sociales, tienen que hacer investigación. Como diría Gramsci, ser intelectual orgánico. Y eso para definir un programa político mucho más basado en nuestras propias investigaciones y realidades. Y lo tercero, el desenganche epistemológico. Creo que hay que crear nuevas categorías que, además, surgen de la practica investigativa. En trabajo social se le ha llamado como categorías emergentes. Esas categorías están ahí todo el tiempo. ¿En qué medida nosotras utilizamos esas categorías que la gente dice, habla, practica y cómo eso puede ser parte de nuestro acervo de conocimiento que no necesariamente son las categorías tradicionales de las ciencias sociales? Creo que por ahí va la propuesta en términos de metodología decolonial con una intención política. Fundamentalmente visibilizar, hacer análisis más complejos de las realidades sociales para definir y redefinir las prácticas políticas colectivas.

IS: Crear investigación práctica por los practicantes…

OC: Eso es, esto no es nuevo. En América Latina tenemos propuestas que se han hecho. La IAP (Investigación-Acción participativa) por ejemplo, con otras dicciones que ahora no voy a entrar, pero es eso, hacer investigación para la acción política. La propuesta de metodología decolonial viene a reforzar, entrando también en los métodos, cómo hacemos y para qué.

IS: Cambiamos un poco de tema ahora. Este número de Iberoamérica Social viene a repensar las relaciones naturaleza-sociedad en un planeta finito. Desde el pensamiento decolonial, ¿cómo está influyendo sobre esta relación naturaleza-sociedad a partir de la ontología que se ha instalado en la sociedad?

OC: Creo que voy a ir por una categoría central que es el concepto de desarrollo. Si nos preguntamos qué es el desarrollo y cómo se ha entendido el desarrollo, vemos que tiene que ver con una lógica de historia lineal a partir de Europa. Europa es lo desarrollado y lo otro lo no desarrollado, o en vías de desarrollo mientras más se parezca a Europa, o subdesarrollado que es peor todavía. Esos pueblos, países, personas que no han tenido, supuestamente, un tipo de racionalidad que no ha sido validada fundamentalmente por el pensamiento hegemónico, que no solo está en Europa, sino que también está en parte de nuestros países. Y a partir del concepto de desarrollo tiene mucho que ver con qué es lo que se considera que hay que desarrollar, a quienes hay que desarrollar y hay otra palabra, que deriva de ahí, que es intervenir. Quien supuestamente no está desarrollado, se interviene. Se intervienen personas desde la educación, Lander la llama la colonialidad del saber, tratar de imponer, porque ha sido violento, cierto tipo de conocimiento para que esa persona supuestamente se desarrolle. Lo mismo sucede con el tema de la naturaleza. A pesar de que la naturaleza también es un constructo social, hay diferentes interpretaciones de lo que se entiende por naturaleza. El capitalismo entiende la naturaleza como algo que hay que intervenir, y el colonialismo también. No es casual que llegaron los colonizadores, entraron en los territorios indígenas, afro, etc. para explotar el supuesto medioambiente, porque la lógica era que el Hombre, subrayado y todo, tenía que controlar la naturaleza para poder legitimarse en su racionalidad. Hay otras visiones sobre la naturaleza y el medioambiente que han tenido históricamente los pueblos. Los pueblos han tenido un concepto integral donde la naturaleza no está separada de los seres humanos en general. En ese sentido, forma parte de su tejido social, no hay una separación mente-materia en este caso, sino que es parte integral. No es casual que una de las luchas más contundentes hoy del capitalismo avanzado neoliberal, ha sido la entrada de las multinacionales a través de la explotación de territorios de poblaciones indígenas, afro, y esto no es nuevo. Hay algunas nuevas maneras, pero la lógica ha sido igual desde que comenzó la colonización. Entonces, cuando los pueblos indígenas y los pueblos afro hablan del territorio como parte de sí mismo, como parte integral de su tejido social, es totalmente distinta a la noción del medioambiente que se tiene en el capitalismo neoliberal, donde ese medioambiente hay que explotarlo, hay que entrarle, hay que controlarlo, etc. Entonces, son dos maneras de entender esta lógica naturaleza-persona, naturaleza-desarrollo. Eso por un lado, lo otro es que creo también que hay una separación de lo que mucha gente entiende por medioambiente por ejemplo en las ciudades, lo que parecería que hay una noción de medioambiente o naturaleza solo en las partes rurales. ¿Qué pasa en las ciudades? ¿Cuál es la relación que tenemos en lo urbano con las calles, con las relaciones interpersonales? Porque el capitalismo también está entrando a través de la dominación de los espacios, la gentrificación es un ejemplo de eso. Es sacar ciertas poblaciones de las ciudades y concentrarlas en un lugar para instalar sus mecanismos de explotación y especulación. Creo que este es un tema fuerte, y también creo que dentro de todo esto hay ciertas tendencias un poco burguesas, clase mediera, en considerar que el medioambiente es utilizar material orgánico, consumir material orgánico, pero eso también tiene unas consecuencias en términos de que no todo el mundo puede comprar esos productos, sino que son un privilegio de ciertas clases y eso tiene implicaciones para las lógicas de consumo a nivel general de la humanidad, pero, sobre todo, para ciertos sectores que no pueden consumir eso. Es decir, la mayoría de la gente empobrecida consume lo más barato, que es lo que está mal hecho, el aceite, el arroz… y además esto tiene que ver con una economía global. Por ejemplo, en Haití, en este momento está pasando que la producción nacional del arroz, que ha sido un producto muy importante, los campesinos no pueden competir con el arroz que está importado de Estados Unidos que es más barato, obviamente subsidiado por Estados Unidos, y eso es un problema global sumado a lo que fue el terremoto, sumado a la historia de la deuda que tuvo que pagarle a Francia, sumado a como el sujeto colonial ahí está en su máxima expresión. Entonces, cuando estamos hablando de medioambiente y de naturaleza, tenemos que ver como todos estos aspectos están articulados a la noción de medioambiente y de naturaleza que, obviamente, tienen que ver con el tema de la colonialidad. Es imposible no verlas ahí, en esa relación geopolítica, además de las posturas de ciertos sectores clase medieros que están, de alguna manera, fomentando esta cultura de un tipo de consumo que solamente es de privilegios.

IS: Hablando sobre el territorio iberoamericano, no solamente existe la responsabilidad que tienen los movimientos sociales y las organizaciones de empujar la cuestión del desarrollo desde América Latina, sino desde el lugar colonizador. Es decir, también desde España y Portugal desde donde parten muchas empresas que van a América Latina a hacer este proceso de extractivismo y explotación de la naturaleza. Sin embargo, no existe mucho movimiento ante las empresas que están realizando estas prácticas. ¿Qué acciones consideras efectivas en esta situación?

OC: Yo creo en la solidaridad internacional, obviamente los movimientos tienen que hacer articulación política. Pero si no partimos de los privilegios que tenemos, eso no sirve para mucho. Creo que desde España, pero puedo decir Europa, Canadá… desde ahí es desde donde salen las transnacionales. Aunque hay muchas con capital criollo, articuladas con el Estado y la militarización. Creo que el extractivismo en los países de los llamados del tercer mundo es una cuestión que cada vez va a peor. Pienso que la acción de muchos movimientos sociales de estos lugares tiene que ser denunciar lo que están haciendo las multinacionales de capital europeo, accionar en torno a eso, articularse con los movimientos sociales de América Latina, porque si no el monstruo es demasiado grande. Es capital, son los bancos, es la militarización privada y pública, porque la militarización de la empresa privada, además, es otra manera de que el capital se esté haciendo mucho más fuerte. Creo que así podremos hacer articulación transnacional, hay que salir del individualismo histórico con el que Europa ha hecho pensar que se resolvería el problema, cuando el problema es mucho más sistémico en términos de esa relación geopolítica que se establece entre los países, en este caso, con las multinacionales, pero puede ser en muchos sentidos. El reto es ese, hay algunos movimientos sociales que ya lo hacen, pero creo que tiene que ser una lucha más fuerte en Europa porque es de ahí de donde sale el capital y que va a parar a nuestros territorios.

IS: Para terminar, cambiamos un poco el tema. Sé que formas parte del grupo GLEFAS como movimiento político y social de acción, al que creo que le das más importancia que a la actividad académica. ¿Nos podrías hablar un poco más de GLEFAS y de su importancia como movimiento social?

OC: GLEFAS es un grupo de pensadoras y activistas con algunas con más pie en la academia y otras más metidas en los movimientos sociales como yo. Priorizo los movimientos, extramilito en la academia, pero siempre he dicho que la academia es un trabajo. Es un trabajo donde puedo hacer pensamiento crítico y además me resisto a que la academia me quite las energías totalmente. Además, creo que en la academia no se descolonizan las cosas. Las que estamos en la academia y damos clases, lo que tratamos de hacer es meter pensamiento crítico, que quién sabe lo que la gente hace con eso después. Porque la gente se evalúa, luego se va y puede pasar cualquier cosa. Como también puede pasar, como me ha pasado a mí, que algunas de las estudiantes conformen grupos políticos, que esa es mi intención, pero una no tiene control sobre eso. En ese sentido, dirigir tanta energía a la academia es una vaina colonizadora. No voy a negar que hay mucha gente que hace muy buen trabajo en la academia en términos de pensamiento crítico, pero creo que lo importante es establecer, conformar, promover grupos políticos fuera de la academia. La academia tiene un problema, empezando por su estructura, hay un rector, hay una lógica jerárquica en términos de quienes la organizan, inclusive los profesores dependiendo del capital social ganan más o menos, hay una lógica de cómo se produce en la academia el conocimiento, que, aunque se ha ido haciendo un poco de grieta no es suficiente. Hay una performance, unas maneras, unas lógicas en la producción del conocimiento, por tanto, ahí no se puede hacer mucho. Creo que nosotras, las que estamos en movimientos sociales, tenemos que fortalecer movimientos autónomos y autogestionarios. Porque esa es otra, hay muchos movimientos que todavía están en la lógica de lo que dice la cooperación, el supuesto diálogo con el Estado, etc. Creo que cada vez tenemos que ser más radicales, más autónomos, más autogestionarios y, sobre todo, no segmentar la mirada de las situaciones. Una de las cosas que hemos dicho las feministas afros, que muchas le llaman la lógica institucional interseccional, yo le llamo más bien imbricación de opresiones. Pensar, por ejemplo, que hay una lucha indígena que solo le pertenece a los indígenas, o pensar que hay una lucha afro que solo le pertenece a los afro, o pensar que la lucha feminista solo le pertenece a las feministas, es un error político. Creo que tenemos que ir articulando las luchas políticas pensando en cómo estas se imbrican en sexismo, racismo, etc. porque todavía tenemos movimientos que no les interesan ni mierda el tema del racismo, tenemos un movimiento feminista que es bastante blanco-mestizo que piensa que solo el género es su lucha, y creo que en la medida en que podamos hacer este análisis mucho más imbricado de las opresiones y colocarlo en la acción política, creo que vamos a ser mucho más fuerte. Pienso que la cooperación internacional, el Estado moderno se encarga de segmentar la lucha a partir de crear la diferencia colonial. Descolonizar pasa precisamente por eso, entender como este mundo es tan complejo y está tan articulado que no hay una lucha para un sector ni para otro. Quienes queremos la transformación social, y esto subrayado, transformación social no es reforma, transformación social no es inclusión, transformación social es acabar con las desigualdades. Inclusive tendríamos la posibilidad de pensar otras propuestas de mundo posible, que siempre se ha dicho en el Foro Social Mundial. En la medida que estemos en la política de la inclusión, en la política de la identidad, sin complejizar eso, vamos a seguir segmentado, asumiendo que una lucha es mía y no tuya, y yo creo que eso es un error que instaló la modernidad occidental.

 

Para citar este artículo: Barroso, J.M. (2017). Imbricación de las opresiones. Un camino para la transformación social desde la decolonialidad. Entrevista con Ochy Curiel. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales VII, pp. 12 – 19. Recuperado en http://iberoamericasocial.com/imbricacion-de-las-opresiones-un-camino-para-la-transformacionsocial-desde-la-decolonialidad-entrevista-con-ochy-curiel/

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Las limitaciones teóricas respecto a la violencia de género contra las mujeres: aportes desde el feminismo descolonial para el análisis en mujeres de América Latina

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Fabiana Rivas Monje [1]
Observatorio de Equidad en Salud según Género y Pueblo Mapuche, Universidad de La Frontera, Temuco, Chile.
fabiana.rivas.monje@gmail.com
Recibido: 28/10/2016 – Aceptado: 20/11/2016

Resumen: El presente artículo propone una serie de reflexiones teóricas y analíticas respecto a comprender la violencia de género contra las mujeres de América Latina a partir de los planteamientos y aportes del feminismo descolonial. Se expone cómo los feminismos nacidos en el norte global, Europa y Norteamérica, emergen como elaboraciones discursivas coloniales y universalistas, definiendo las categorías de “mujer” y “género” como principales y generalizables para todas las mujeres. Siendo utilizados como marcos de referencia teórica para comprender las realidades sociales y las problemáticas de los países “tercermundistas”, en este caso la violencia de género hacia las mujeres en Abya Yala. En este sentido, el objetivo es abordar el análisis de la violencia de género contra las mujeres desde una perspectiva descolonizadora atingente a las realidades socio-territoriales y geopolíticas de las mujeres latinoamericanas y de pueblos originarios, mujeres subalternas para el discurso feminista hegemónico. Tomando como referencia y lugar de enunciación la experiencia personal del ser mujer y vivir en la Región de la Araucanía, como parte de un ejercicio descolonizador en la producción de conocimiento se utiliza como ejemplo el caso de las violencias vivenciadas por mujeres mapuche en el territorio regional.

Palabras claves: violencia de género contra las mujeres; feminismo descolonial; América Latina; sistema moderno colonial de género; colonialidad del género.

Abstract: This article proposes a series of theoretical and analytical reflections on understanding gender violence against women in Latin America from the ideas and contributions of decolonial feminism. It exposes how global feminisms born in northern Europe and North America, emerge as discursive colonial and universalist elaborations, defining the categories of “woman” and “gender” as principal and generalizable to all women. Being used as theoretical frames of reference to understand the social realities and problems of the “third world” countries, in this case gender violence against women in Abya Yala. In this sense, the objective is to address the analysis of gender violence against women from a decolonizing perspective concerning the socio-territorial and geopolitical realities in Latin American women and indigenous peoples, subordinate to the hegemonic feminist discourse. Taking as a reference the personal experience of being a woman and living in the region of Araucania, as part of a decolonization exercise in the production of knowledge, the case of violence experienced by Mapuche women in the regional territory is taken as an example.

Keywords: Gender violence against women; descolonial feminism; Latin America; modern colonial gender system; gender coloniality.

A modo de introducción

La complejidad del fenómeno de la violencia de género contra las mujeres (en adelante VGCM) adquiere relevancia tanto científica como social, cultural, económica y política. Se parte de la premisa de que la violencia afecta a todas las mujeres por el hecho de ser mujeres (Muñoz, 2011; La Barbera, 2011), y que no puede ser explicada o analizada a completitud sólo por la condición de género subordinado (Muñoz, 2011). Así, se entiende por violencia a aquellos actos y/o amenazas de fuerza verbal o física, sea en el hogar o espacio público, incluyendo los actos perpetrados y/o tolerados por el estado, que generan miedo, inseguridad, dolencias físicas, psicológicas, emocionales y sociales, en la vida de las mujeres, y que impiden lograr la equidad, la justicia y la paz, perpetuando la subordinación femenina (Femenías & Soza, 2009; Huacuz, 2009).

Huacuz (2009), plantea que el discurso sobre las prácticas y representaciones sociales sobre el tema pareciera encontrarse en un estado estacionario, basado en ofertas analíticas débiles y desarticuladas propuestas epistemológicas para la deconstrucción del mismo. En este sentido, se ha evidenciado la diversidad de tipos de violencia que se puede ejercer sobre las mujeres: física, sexual, psicológica, económica, simbólica, moral, espiritual y estructural; hay un importante avance en la sistematización de datos y estadísticas mundiales y nacionales sobre el fenómeno. Se conocen los problemas para denunciar, procesar y punir en los casos, lo complejo que es nominar la violencia, y lo casi imposible que es desentrañarla de los hábitos arraigados de la vida comunitaria y familiar de todos los pueblos del mundo (Segato, 2003).

Si bien, hay una importante cantidad de investigaciones teóricas y empíricas que abordan el fenómeno de la violencia desde la perspectiva del género y la interseccionalidad, muchas de ellas no logran abarcar en su análisis un tratamiento no fragmentado de la opresión, y no consideran el legado colonial de los países latinoamericanos que sigue operando y permeando las relaciones sociales, y los ámbitos de lo simbólico, político, económico y cultural. Desde ahí, que el fenómeno requiere ser revisitado con planteamientos analíticos complejos y atingentes a las realidades socio-territoriales del continente.

Desde la época de la Ilustración, el feminismo en su devenir histórico-político ha cuestionado este sistema de relaciones y orden social, cultural, político y económico, en una resistencia a la reproducción de la dominación patriarcal, tanto desde la sociedad civil, organizaciones de base y movimientos sociales, como desde la academia. De allí, la categoría “género” impulsada desde el feminismo académico en la década de los sesenta, con la pretensión de diferenciar las construcciones sociales/culturales de la biología, se ha erigido como la construcción de una categoría política en la lucha histórica del orden político de las mujeres. Lo que históricamente dio paso a los estudios científicos y académicos sobre la mujer y los estudios de género, así como también a un abanico de enfoques y posicionamientos teóricos y políticos al respecto. Sin embargo, el concepto/categoría género, proviene desde occidente[2] (John Money, 1955; Robert Stoller, 1968), y es utilizado desde ese lugar de enunciación simbólico y desde el feminismo hegemónico tradicional.

Los planteamientos y reflexiones “otros” han quedado en espacios reducidos pues quienes han estado produciendo esta información y conocimiento han sido feministas subalternas, desde el feminismo negro, chicano, comunitario, autónomo y descolonial, quedando bajo y siendo invisibilizadas por el feminismo occidental que opera de manera hegemónica. Este feminismo que produce pensamiento y que ha pensado la opresión en base a la clasificación binaria del sexo/género, se encuentra en una posición de privilegio en cuanto a clase y raza, lo que también se ha expresado en un privilegio de alcance epistémico.

Es entonces que desde la subalternidad se comenzó a pensar la opresión en un intento de superar la unidimensionalidad de esta y la universalización del “concepto” mujer, pues la teoría feminista occidental hegemónica es una teoría unidimensional que pone en el centro la opresión de género, y universaliza esto para las demás sociedades como condiciones de cualquier cultura y tiempo de la historia, estas son cuestiones que se ponen en tensión. Esta producción teórica tiende a pensar la opresión de las mujeres basándose en una identidad universal y unidimensional: el género, produciendo una sujeta mujer procedente de la modernidad y desde el propio feminismo: es la idea de la “mujer blanca” o en condiciones de “blanquitud” generalizada. No sólo en una cuestión biológica sino pensando en una estructura que produce la idea de raza como clasificación social en relación a la construcción y justificación de relaciones jerárquicas de poder. El feminismo occidental y sus programas se han asentado en el concepto de género y opresión de “la mujer”, y esto ha implicado que en realidad se esté hablando de un grupo específico de mujeres que no se encuentra en una opresión por clase, raza y/o sexualidad. Desde ahí, que en general las políticas derivadas y las estrategias elaboradas responden a la liberación particular de ese grupo de mujeres, y mientras el movimiento feminista ha obtenido reivindicaciones a lo largo de las luchas históricas, su mirada ha estado ausente sobre la clase y raza de las “otras” mujeres en subordinación, en este sentido, la “liberación” ha sido a costa de aquellas-otras mujeres que el programa feminista no ha tomado en cuenta.

Un cambio en la interpretación de las desigualdades desde el feminismo negro, hizo emerger a la Interseccionalidad como uno de los enfoques más integrales para abordar adecuadamente las realidades y situaciones de vida (Expósito, 2012). Sin embargo, desde las veredas de la subalternidad del sur y los feminismos otros, han sido variadas las críticas hacia este enfoque por su incapacidad de abordar las opresiones de una manera no fragmentada. Desde los aportes y reflexiones de María Lugones (2005; 2008; 2010; 2012), se propone entender las opresiones no como interseccionales sino “co-constituyentes”, discutiéndose formas de entender las relaciones de género en el continente desde la colonialidad del género, y pensar el poder global desde lo que ella denomina el Sistema moderno/colonial de género.

En función de lo anterior, se plantea la siguiente interrogante ¿Cuáles son los aportes teóricos-analíticos del feminismo descolonial a la reflexión y comprensión del fenómeno de la VGCM de América Latina? Preguntar por estos aportes como una apuesta teórico-metodológica para analizar las violencias, permite una apertura de enfoques poco utilizados, constituyéndose en un posicionamiento que puede ser relevante para acercarse a la compresión de la problemática y que permite ampliar las miradas tradicionales, eurocentradas y unitarias, hacia un enfoque no fragmentado desde la teorización feminista descolonial.

Violencia de género contra las mujeres: Antecedentes conceptuales y teóricos

De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (1996), los estudios e investigaciones en la materia permiten afirmar que toda violencia cometida contra una mujer posee alguna característica que la define como violencia de género, esto quiere decir, que estos tipos y manifestaciones de violencia se vinculan directamente a la distribución desigual de poder y las relaciones jerárquicas y asimétricas entre mujeres y varones, promoviendo el dominio como forma de socialización. Se postula que lo que diferencia a estos tipos de violencia de otras formas de agresión/coerción, es que el factor de riesgo es el sólo hecho de ser mujer (CEPAL, 1996). En este sentido, pareciera ser que se presenta una tendencia a asumir y generalizar que todas las mujeres vivencian violencia sólo por la condición de género y que dichas experiencias de violencia pueden generalizarse independiente del contexto.

Por otro lado, hasta hace sólo unas décadas la VGCM era minimizada y/o “autorizada” en muchos estados al no intervenir mediante regulaciones por medio de medidas legales y/o educativas. Los argumentos recaían en que era un problema privado/doméstico que no se enmarcaba dentro de las labores y competencias del estado. Sin embargo, de un tiempo a esta parte la violencia se comienza a analizar y entender como una de las prácticas sociales más comunes, generalizadas y reproducidas al interior de las sociedades.

La violencia de género presenta una direccionalidad clara, en la mayoría de los casos es ejercida por hombres contra mujeres y niñas (Sagot, 2000), y trasciende todas las dimensiones de la vida social, es decir, es independiente de la raza, la clase socioeconómica, edad, religión, entre otros, y está entrelazada con la violencia estructural. Sin embargo, existen relevantes impactos diferenciados de acuerdo a las posiciones de las sujetas en estas dimensiones, los contextos situados y las experiencias personales de cada mujer.

Este tipo de violencia no es el resultado de casos inexplicables de conducta desviada o patológica. Por el contrario, es una práctica aprendida, consciente y orientada, producto de una organización social estructurada sobre la base de la desigualdad. En ese sentido, la violencia […] es el resultado de las relaciones desiguales de poder y es ejercida por los que se sienten con más derecho a intimidar y controlar. (Sagot, 2000, p. 13)

En este sentido, el uso de violencia contra las personas que tienen menos poder no sólo es uno de los medios de control y opresión más fuertes sino una expresión explicita de dominación y subordinación basada en el género (Sagot, 2000), y su co-constitución con otras dimensiones de opresión que operan en la cotidianidad y construcción identitaria de las y los sujetos.

Muñoz (2011), advierte que pocos son los estudios que profundizan en el vínculo entre las formas de violencia contra las mujeres latinoamericanas, y aquellas formas de violencia que nos remiten al legado colonialista de nuestro continente. Esto sugiere, que parte de los estudios feministas no profundizan en la complejidad y heterogeneidad de las mujeres latinoamericanas como “categoría de análisis”. Sanford (2008, 2009, citada por Muñoz, 2011), destaca que el contínuum de la dominación colonial ha enmarcado la relación entre el estado y los pueblos originarios latinoamericanos, particularmente a las mujeres indígenas, en los límites de la violencia directa y la expropiación territorial. Por ende, las mujeres indígenas tienden a conceptualizar la violencia como un fenómeno que está inextricablemente ligado a la violencia y al terror de estado. Desde el punto de vista de la co-constitución –abordado adelante-, las mujeres indígenas han sido objeto de violencias co-constituyentes en el plano individual como colectivo históricamente, viéndose atrapadas en un entramado complejo de violencias generado por las co-constituciones y fusiones de ideologías culturales, raciales y heterosexistas.

Por otro lado, desde los feminismos hegemónicos -haciendo énfasis en el carácter heterogéneo del conjunto de corrientes teóricas y movimientos políticos feministas-, se encuentran los planteamientos del feminismo clásico o tradicional (ubicados dentro de lo que se conoce como Primera y Segunda Ola[3]), un marco de referencia conceptual generalizado para comprender los fenómenos que interpelan a las mujeres latinoamericanas. Provenientes de los preceptos de la Ilustración, se centran principalmente en las diferencias entre mujeres y hombres como jerarquía de un sexo por sobre otro, el derecho a propiedad, a voto y a educación, para luego centrarse en las desigualdades sociales, sexuales, la familia y los derechos sexuales y reproductivos. Estos feminismos se encontraban ligados a los movimientos de izquierda de los años sesenta, al socialismo y la democracia, negociando cambios legislativos y normativos. Las mujeres pioneras eran mujeres blancas de clase media y alta que provienen en su mayoría de Estados Unidos y Europa.

El feminismo como teoría y movimiento social recorrió un largo camino para llegar a definir la VGCM como un problema social y político, ya que la visión patriarcal imperante la consideraba como un acto normal y necesario, anclado en la naturaleza diferente de los sexos (De Miguel, 2005). Las feministas del siglo veintiuno y parte del movimiento del veinte, estaban absortas en “otros graves problemas” centrados en las causas de la degradación de la condición femenina, por lo que el tema de la violencia aparece principalmente en el ámbito público (De Miguel, 2005). La primera ola y en especial la segunda, se enfocan en la discriminación y subordinación de género como categoría principal de opresión, limitándose a los problemas, experiencias y necesidades de las mujeres blancas de clase media-alta de occidente. Así emerge una construcción estereotipada de las mujeres del tercer mundo, invisibilizando autonomías, diferencias, cosmovisiones propias y discriminaciones múltiples (Sckmunck, 2013).

En cuanto al enfoque o perspectiva de género, entendido como la propuesta de análisis que examina y reflexiona sobre la subjetividad de mujeres y hombres en diferentes sociedades, sus posiciones en las relaciones de poder, acceso a servicios o beneficios y las repercusiones de dichos factores en su desenvolvimiento en la vida cotidiana (Medina, Camacaro & Torres, 2011), suele ser utilizado en la elaboración y diseño de políticas públicas y programas, al ser promovido desde la ONU, organismos internacionales, convenciones y Conferencias Mundiales sobre La Mujer. Los estados adhirieron a sus políticas incluir la perspectiva de género para la eliminación de la violencia y la discriminación. Sin embargo, en la praxis, sólo se considera la diferencia hombre/mujer – femenino/masculino, en programas y políticas exclusivos para mujeres, o exclusivos para mujeres indígenas, utilizando conceptos binarios y sesgados. En cuanto al tratamiento de la violencia, generalmente se basa en la atención a la víctima y al agresor de manera parcial y olvidando a posteriori, los puntos en común y/o las diferencias que se presentan en el fenómeno utilizando visiones reducidas o de exclusividad a la victimización (Alonso y Castellanos, 2006).

Estos marcos[4] han sido institucionalizados por la academia y la institucionalidad política, desconociendo la complejidad de la VGCM como un fenómeno multidimensional, por lo cual se hace necesario acceder a la problemática desde un lugar distinto, un lugar de enunciación que emerge desde los territorios/experiencias y que dé cuenta de las particularidades de cada situación y contexto particular, vinculando las situaciones de violencia con la herencia colonial que construyó los relacionamientos sociales en el continente. Sigue presentándose una representación dominante que afirma que la VGCM es causada por la desigualdad estructural entre mujeres y hombres, y que debe combatirse con el fomento a la igualdad de género (López & Peterson, 2011). Esta representación deja de lado la discusión y el tratamiento de la intersección/co-constitución del género con las demás categorías de discriminación, tendiendo a ocultar los problemas de “otras” mujeres, estas subordinaciones tienden a ser invisibilizadas, a tener lugar en “los márgenes”, en circunstancias complejas.

En las mujeres latinoamericanas, la violencia parte desde un entramado complejo que no puede ser analizado en su totalidad por variables o categorías aisladas, sino que es necesario un enfoque integrador que asuma las estructuras de dominación como múltiples/simultáneas y con mirada atenta a la herencia colonial que rige las relaciones sociales. Si bien es cierto que todas las mujeres están sujetas a opresión de género, una multiplicidad de otros factores relacionados a sus identidades sociales son “diferencias que marcan la diferencia” en la forma en que diversos grupos de mujeres experimentan la violencia (La Barbera, 2011). Adquiere sentido entonces, indagar en cómo la situación social de las mujeres y la percepción de su propia identidad, inciden en sus procesos de conceptualización de la violencia. En este sentido, no se debe abordar ni intentar comprender la combinación de identidades como una suma que incrementa la carga de las mujeres, sino como una “carga” que produce experiencias sustantivamente diferentes.

Desde los feminismos hegemónicos: “la mujer” como sujeto universal y el “género” como principal categoría de análisis en los estudios sobre violencia

Desde el inicio del feminismo occidental[5], el género es la primera desigualdad que se contempla, y la primera categoría de discriminación a la que se hace alusión, ocupando un lugar predominante en los estudios sobre mujeres y violencia. El género ha sido la desigualdad históricamente más institucionalizada y ha sido fundamental como marco para comparar otras desigualdades (Lombardo & Bustelo, 2010, citadas por Expósito, 2012).

Desde hace años, las ciencias sociales se han dedicado a investigar qué es lo inherente y qué es lo obtenido en las diferencias femeninas y masculinas, y lo que se ha comprobado es que el estatus femenino sí es variable de unas culturas a otras, pero se presenta una constante: la subordinación política, cultural, social y económica de las mujeres a los hombres[6].

Durante la década de los setenta, las mujeres de grupos privilegiados dentro del movimiento feminista deseaban que se luchara contra la opresión de género, pues su aproximación a las diferencias de raza y de clase se reducía a considerar dichos factores como secundarios en la organización social, privilegiando así al género como categoría de análisis (Sánchez, 1995). En este sentido, Sueli Carneiro (2001), argumenta que desde un punto de vista feminista anti-racista, se debe incorporar al género como una “variable teórica” que no puede ser disociada de los otros ejes de opresión como el racismo, pues en las sociedades latinoamericanas este es un elemento constitutivo que cruza las jerarquías de género y de clase.

En lo que se refiere a categorías identitarias, como la categoría “mujer”, el feminismo occidental ha sido criticado por construir a la mujer del tercer mundo como una “otra”, pasiva, victimizada, y homogeneizada, en lugar de un sujeto activo como la mujer occidental, educada y liberada (Mohanty, 1994, citada por López y Peterson, 2011). Es relevante explorar las complejas relaciones que configuran el concepto, pues es generalizada la tendencia a seguir asumiéndolo como homogéneo. Debe realizarse una deconstrucción, considerando en el análisis de las causas estructurales de la VGCM las propias asimetrías de poder dentro del “concepto mujer”. Estas asimetrías en las relaciones de poder son claves, pues se erigen como construcciones sociales de jerarquización de algunos tipos de mujeres por sobre otras, en relación a su clase social, raza y grupo étnico, por ejemplo. Esto quiere decir, que las mujeres que viven una situación social de opresión múltiple experimentan la violencia de manera muy distinta: el sujeto femenino no es jamás una categoría homogénea.

El movimiento de liberación de la mujer hegemónico ha apuntado a que las mujeres consigan lo que tiene el hombre blanco, universalizando el término “mujer” sin conciencia de conocimiento de la colonialidad del género. Pero el punto de partida excluyó a las indígenas del mundo, ya que querer lo que quiere el hombre blanco requiere una asimilación a la Colonia y al eurocentrismo que presupone un abandono de prácticas, creencias, lenguajes, concepciones de comunidad y relaciones con lo que constituye el cosmos. (Lugones, 2012, p. 4)

Desde los feminismos otros se han originado interesantes debates, reflexiones y críticas, tanto desde organizaciones de base como desde sectores académicos, sobre la universalidad del género como eje que regula las políticas de igualdad, y la consideración de que la desigualdad de género tiene distintas acepciones que hay que integrar para responder a la heterogeneidad de las situaciones que viven las mujeres (Expósito, 2012), criticando el esencialismo y universalización de la categoría “género” y de la sujeta “mujer”. En este sentido, se ha presentado históricamente una colonialidad discursiva desde los feminismos occidentales, entendiéndola como aquella práctica académica del feminismo occidental sobre las mujeres del tercer mundo que tiene repercusiones en sus vidas y luchas (Mohanty, 2008, p. 1, citada por Espinosa, 2009, p. 42), generando un estado de mudez y subrepresentación de las mujeres subalternas latinoamericanas, quienes muchas veces se siguen limitando a asumir y aplicar marcos de teorización y comprensión provenientes del norte global y su privilegio de alcance epistémico. Queda bastante que hacer en dicho terreno, pues las posibilidades de ejercicio de crítica y autocrítica encuentran baja recepción en los estrechos y restringidos contextos de producción y praxis política feminista del tercer mundo (Espinosa, 2009). Ya que no debe olvidarse que –como bien lo recuerda Ochy Curiel (2009, citada por Espinosa, 2009), hay un origen mayormente burgués, blanco/mestizo, urbano, etnocentrista y heteronormativo en el feminismo latinoamericano, que:

[…] se ha construido a partir de la dislocación del conocimiento de su localidad geocultural, con teoremas venidos de realidades ajenas […] Paradójicamente, esta disfunción del aparato conceptual de las feministas conduce al final a un desconocimiento de lo que le es verdaderamente particular a América Latina […]. (Mendoza, 2008, p. 175, citada por Espinosa, 2009, p. 45)

El pensamiento feminista occidental sigue asentándose en el pensamiento categorial que separa las dimensiones de la vida social en conceptos/categorías de análisis útiles para sus pretensiones universalistas, parte de la colonialidad del saber como la universalización de la racionalidad tecno-científica, la pretensión de neutralidad objetiva y la generalidad del método científico como único modelo válido para la generación y construcción de conocimiento, negando los saberes otros y epistemes que no emergen de las lógicas eurocentradas. Se genera entonces una des-validación de los saberes y conocimientos de las culturas originarias, tradicionales o ancestrales, una violencia epistémica y una dependencia académica de los países de la región latinoamericana y la periferia, que actúan como receptores y replicadores del conocimiento validado-universal proveniente del sistema-mundo del norte global.

En este sentido, aproximarse a la VGCM sólo desde el género –como categoría de análisis unidimensional, no proporciona información suficiente para comprender su experiencia, pues interrelacionado-fusionado a este, operan los demás sistemas mayores de opresión que se construyen en un entramado los unos a los otros, y que se combinan para determinar la posición social de una persona de manera simultánea, múltiple, co-constituyente. Se asume que un marco de análisis que incluya y entrelace las múltiples estructuras de opresión contra las mujeres, permite avanzar en la construcción de un enfoque integral y una lectura no-fragmentada de la realidad y de la violencia, y en el caso del continente su vinculación al legado colonial. En este sentido, presuponer que las categorías de opresión son separables, es aceptar los preceptos fundamentales del racismo como de la opresión de género (Lugones, 2005).

A pesar de la dominación colonial del saber, se presentan esfuerzos y alternativas de resistencia frente a la hegemonía del conocimiento occidental, que van en pos de la deconstrucción del carácter universalista y naturalista de la sociedad moderna-capitalista-colonial. Entre las principales expresiones, siguiendo a Lander (2000) están las múltiples vertientes de los feminismos, el cuestionamiento de la historia europea como la “Historia Universal”, la exigencia de “abrir las ciencias sociales”, los aportes de estudios subalternos de la India y de intelectuales africanos, y el amplio espectro de la perspectiva poscolonial y descolonial.

Desde el Feminismo descolonial para acercarse a la violencia de género contra mujeres latinoamericanas

El feminismo blanco occidental hegemónico desde su lugar de enunciación privilegiado, se ha limpiado históricamente de sus privilegios de raza y de clase, respondiendo únicamente a la opresión de género de un grupo determinado de mujeres: blancas, de clase media-alta y del norte global. Su “solidaridad” feminista ignora la colonialidad del poder-saber-ser, la racialización de la población, del trabajo y del género, haciéndose cómplice de la Colonia y de su sistema de género (Lugones, 2012).

En respuesta a las tendencias marcadas del feminismo blanco, es que emergen las apuestas de mujeres y colectivos de mujeres que interpretan y pretenden comprender la opresión desde su multidimensionalidad. Son las mujeres racializadas del black feminism, mujeres de color, el feminismo autónomo latinoamericano, el feminismo indígena, el feminismo materialista francés y postestructuralista. Junto a los aportes de la teoría descolonial, son las dos fuentes que dan lugar al pensamiento y postura del feminismo descolonial, aquel que se manifiesta atento a la mirada y accionar eurocentrado y fragmentado de la razón feminista, y que promueve por tanto, una descolonización –poder, saber, ser- y una praxis superadora de la primacía del género y de la sujeta “mujer”. Desde aquí, del posicionamiento tanto teórico como político del feminismo descolonial y antirracista, es que se apunta a la formación, investigación y construcción de conocimiento y de saberes en contra del accionar del feminismo occidental, blanco y burgués (Espinosa, 2013), que actúa como reproductor de la colonialidad.

En palabras de Ochy Curiel:

Una posición descolonial feminista implica entender que tanto la raza como el género han sido constitutivas de la episteme moderna colonial; no son simples ejes de diferencias, sino que son diferenciaciones producidas por las opresiones, que a su vez, produjo el colonialismo, y que continúa produciendo en la colonialidad contemporánea. (Curiel, 2014, p. 55)

Espinosa (2014) realiza una síntesis explicativa del giro epistemológico en plena transición del que surge el feminismo descolonial y sus planteamientos. Este feminismo cuestiona radicalmente la idea proveniente del norte global de un “progreso en la conquista de derechos de las mujeres” como meta última del feminismo occidental, en parte por ser reproductor de la lectura de Europa como comienzo y fin de la historia universal y de la modernidad como el gran proyecto al que ha llegar cualquier grupo humano (Espinosa, 2014), por su pretensión salvacionista para con “la mujer” como sujeta universal que debe combatirse con “la igualdad de género” y por su herencia colonial perversa.

El feminismo en su complicidad con la apuesta descolonial hace suya la tarea de reinterpretación de la historia en clave crítica a la modernidad, ya no sólo por su androcentrismo y misoginia, como lo ha hecho la epistemología feminista clásica, sino dado su carácter intrínsecamente racista y eurocéntrico. (Espinosa, 2014, s.p.)

Siguiendo a Espinosa (2014), el feminismo descolonial[7] es un movimiento en pleno crecimiento y maduración que se auto proclama revisionista de la teoría/propuesta política del feminismo por su sesgo claramente occidental, blanco y burgués. Sus aportes de pensamiento como la co-constitución, el sistema moderno colonial de género, la colonialidad de género, entre otros, se encuentran en construcción y con la mirada atenta a que no existe un origen común en la opresión/dominación de las mujeres del norte y sur global, ya que “las mujeres” de la América colonizada no eran consideradas humanas y por lo tanto no estaban dotadas de género[8]. “Todos estos análisis aun en elaboración ayudan a completar la complejidad del problema de la opresión haciendo cierta la hipótesis de Lugones de una codeterminación y de que todo feminismo que no sea antirracista es racista” (Espinosa, 2014, s.p.).

Con el devenir de colonización-colonialidad se impusieron en el continente –a fuerza de sangre y genocidio, una manera de ver el mundo y formas de relacionamiento entre las y los sujetos de acuerdo al paradigma occidental, primero al ser definidos como bestias y luego permeando hasta nuestra cotidianidad las relaciones en relaciones de dominación y jerarquías asimétricas, fracturando las cosmovisiones de los pueblos y civilizaciones existentes en el territorio, el dominio de la otredad se erige como el modo de relacionamiento entre las/los hoy seres humanos de Abya Yala. La violencia contra las mujeres surge de esta dominación colonial-patriarcal del norte global sobre el territorio –y su entronque con los patriarcados originales de los pueblos originarios siguiendo a las feministas comunitarias, donde las mujeres latinoamericanas sufrimos violencias co-constituyentes precisamente porque no somos “iguales” a las mujeres en condiciones de “blanquitud”, y de quienes su solidaridad feminista no alcanza ni nos representa, y precisamente porque el contexto que edificó lo que conocemos hoy como cotidianidad proviene de la Colonia impuesta.

La colonialidad que construye y erige las relaciones sociales de todos/as los/as sujetos/as en las periferias se “potencia” con el sistema económico capitalista en un insidioso maridaje que día a día violenta desde distintas veredas y manifestaciones a la diversidad de mujeres subordinadas. No es sólo la violencia de pareja/ex pareja, como se aborda en Chile, sino, todo un sistema de estructuras que oprime los cuerpos desde la Colonia hasta nuestros días. Desde aquí adquiere sentido incluso cuestionar el mismo concepto de VGCM, entendiendo al género como una categoría colonial que no guardó sentido/relación para con los habitantes del continente durante mucho tiempo. Es un interesante debate y reflexión respecto a cómo pensamos, cómo entendemos y nos referimos a la violencia que nos interpela diariamente desde nuestra propia realidad situada. Más que violencia de género, las mujeres latinoamericanas son/somos sujetas de violencias co-constituyentes en lo privado y público desde generaciones. En este sentido, pensar la violencia desde el feminismo descolonial permite avanzar en la construcción de resistencias múltiples y situadas frente a la colonialidad en sus distintas formas, descolonizar las instituciones y la identidad nacional impuesta y fundada con el genocidio de los/as habitantes originarios, entrelazar vínculos y estrategias desde la autodeterminación, y reconocernos.

De la interseccionalidad a la co- constitución

Como marco teórico conceptual, la interseccionalidad difiere de aquellos enfoques tradicionales sobre el género, pero no es una teoría nueva. Surge de las experiencias de colectivos y de mujeres feministas afrodescendientes de Estados Unidos, como Kimberlé Crenshaw (1989; 1995), Patricia Hill Collins[9] (1990), Colectiva Río Combahee[10] [11] (1977), entre otras. Posteriormente fue adoptada y trabajada por feministas de países del sur y “en desarrollo”, y luego en formulación de programas y políticas públicas desde la institucionalidad.

Kimberlé Crenshaw, jurista feminista afrodescendiente, publica en 1989 un artículo que es referente incuestionable en los temas de interseccionalidad, “Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics”, donde elabora una crítica desde el feminismo negro, cuestionando la “tendencia a tratar la raza y el género como categorías de experiencia y análisis mutuamente excluyentes” (Crenshaw, 1989, p. 57)[12]. Además de esto, plantea que las mujeres negras son excluidas de la teoría feminista y también de la política antirracista, ya que ambos discursos se erigen sin reflejar la interacción de la raza y el género.

Estos problemas de exclusión no pueden resolverse por la simple inclusión de las mujeres negras en las estructuras analíticas establecidas. Esto porque la experiencia interseccional es mayor que la suma del racismo y del sexismo, y cualquier análisis que no tome en consideración la interseccionalidad no puede afrontar suficientemente la manera particular en la que las mujeres negras están subordinadas. (Crenshaw, 1989, p. 58)[13]

Enfoques de género, como enfoques legalistas, abordan la discriminación sobre la base de diversos factores que se afectan entre sí, pero de forma aditiva, agregando peso a la carga de la desigualdad sin reconocer la unicidad del fenómeno que ocurre en el nexo donde se cruzan los distintos tipos de discriminación.

Desde las veredas de la subalternidad feminista, se identifican y reconocen límites en este intento por comprender la opresión múltiple. En este sentido, la Interseccionalidad es una forma provisoria de referirse al modo en que las y los sujetas/os experimentan sus vivencias de opresión/dominación múltiples. Reproduce nuevamente el pensamiento categorial, que nombra, define, enumera y jerarquiza de acuerdo al lugar de enunciación de donde proviene. “La preocupación por la intersección de categorías de diferencia está destinada al fracaso si no toma en cuenta las fronteras que existen dentro de cada categoría” (Nnaemeka, 2008, p. 82).

Siguiendo a Yuderkys Espinosa (2014), la tradición occidental de interpretación de mundo sigue siendo una herencia en el movimiento feminista latinoamericano, es por ello que aún no se ha logrado abandonar el tratamiento fragmentado de la opresión, el intento por superar este abordaje ha llevado a proponer una serie de distintas metáforas descriptivas para intentar comprender cómo se articulan, imbrican, interseccionan, eslabonan o entroncan lo que se entiende por distintas dimensiones de opresión. En esta labor aún se está comenzando, pues implica reconstruir epistemológicamente todo lo que se ha sostenido hasta ahora para explicar el por qué y cómo de la opresión.

Raza, género y sexualidad se co-constituyen. El paso de la colonización a la colonialidad en cuestión de género centra la complejidad de las relaciones constitutivas del sistema global capitalista de poder (dominación, explotación). En los análisis y prácticas de un feminismo descolonial, “raza” no es separable ni secundaria a la opresión de género sino co-constitutiva. (Lugones, 2012, p. 134)

En esta misma línea, la interseccionalidad está limitada en comprender la opresión, por un lado porque emerge desde el campo restrictivo del derecho sin deshacerse de la lógica liberal y eurocentrada que lleva intrínsecamente, abordando nuevamente al género y la raza como lógicamente separadas, y creando así un nuevo sujeto: la mujer negra. “El solapamiento o intersección de opresiones es un mecanismo de control, de reducción, de inmovilización, de desconexión” (Lugones, 2012. p. 69). Finalmente, no es una cuestión de categorías sino de seres, la interseccionalidad sigue anclada al pensamiento categorial de occidente, donde la imposición deshumanizante colonial es vivida por seres que no son ni pueden ser describibles como una sumatoria/unión de categorías (Lugones, 2012). En este sentido, la interseccionalidad se presenta como una teoría crítica que busca mostrar la invisibilidad de un grupo de personas sometidas (mujeres negras), para luego intentar desarrollarse como un tipo de arreglo específico para el desarrollo de políticas públicas y gubernamentales particulares (Espinosa, 2014). Sin embargo, para Lugones la interseccionalidad no puede ser más allá de una teoría crítica si no da paso a una propuesta de acción, continúa reproduciendo la lógica categorial dominante, un entrecruzamiento de categorías separadas, cuando en realidad, se presentan como fusionadas, co-constituyentes, en el sentido de que las divisiones sociales se interceptan, habiendo diversos sistemas de poder que son autónomos e irreductibles entre sí. Si bien la interseccionalidad es capaz de evidenciar la ausencia, no pretende ni logra desmontar aquello que la produce, dando paso a instalar una nueva presencia cargada de especificidad.

En tanto, el sujeto de privilegio queda en su mismo lugar sin ser cuestionado, sin que se le asiente un solo golpe. No es casualidad que esto haya derivado en este recorrido ya que el sistema que logra armar Crenshaw se da dentro del lenguaje y la lógica institucional. (Espinosa, 2014, p. 29)

Avanzar en demostrar la multidimensionalidad de la opresión y la imposibilidad de fragmentarla, debe ser desde una apuesta antirracista, anticapitalista, anti-heteronormativa y descolonial. Se debe comprender que en la realidad social vivida se experimenta una fusión/co-constitución, una relación de interdependencia entre nuestras vidas y la opresión/resistencias que nos constituyen, no una sumatoria de categorías definidas desde la ideología dominante. La interseccionalidad como tal, por tanto, al asentarse en esa forma de producir pensamiento, finalmente no es capaz de cuestionar cómo ni por qué se erigen categorías compartimentadas de opresión, ni genera tampoco propuestas de acción que apunten a desmontar la lógica insidiosa de la colonialidad sobre los cuerpos de las mujeres subalternas.

Creo que la colonialidad del género nos muestra grados de opresión mayores y complicidades mayores que la interseccionalidad. Llamo “colonialidad del género” precisamente a la introducción con la Colonia de un sistema de organización social que dividió a las gentes entre seres humanos y bestias. (Lugones, 2012, p. 4)

Del sistema sexo/género hacia un sistema moderno colonial de género

Gayle Rubin (1975-1998) en su ensayo “El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo”, comienza parafraseando una interrogante que hizo Marx en su momento, cuestionándose entonces, ¿qué es una mujer domesticada?: Una mujer es una mujer, sólo se convierte en domesticada-mercancía-objeto en determinadas relaciones de dominación. En respuesta a cuáles serían estas relaciones, Rubin acuña el “Sistema sexo/género”, entendido como el “conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen estas necesidades humanas transformadas” (Rubin, 1998, p. 3). A través del sistema sexo/género, Rubin expone cómo las mujeres han sido traficadas históricamente por el sólo hecho de ser mujeres, como depositarias de la reproducción, y cómo además se ha impuesto la heterosexualidad como norma y constructo social del deseo sexual hacia el otro sexo, invisibilizando y negando otro tipo de relaciones sexuales que no encajan dentro de los mandatos de la heteronormatividad.

Este concepto, ya tradicional y ampliamente utilizado desde diversos lugares de enunciación tanto feministas como no feministas, se ha convertido en una herramienta casi infaltable para cuando de género y/o de mujeres se habla. Sin embargo, como es ya “costumbre” los conceptos y teorías provenientes de occidente no son capaces de abarcar, comprender, interpretar ni hablar “en nombre de” las realidades situadas de lo que han definido como periferias. La universalización de la racionalidad científica como parte de la colonialidad del saber, permea todos los ámbitos de producción de conocimiento tanto en el norte global como en los países periféricos, negando otras epistemes y miradas de sociedad y de mundo. De allí, que las concepciones y construcciones teóricas occidentales son incapaces de abordar las situaciones de exclusión y subordinación de la otredad, de las mujeres subalternas y racializadas de los países “foráneos”. Es lo que sucede con la categoría mujer, la categoría género y el sistema sexo/género cuando no implican un compromiso político de subvertir las situaciones de opresión, sino que son utilizados como meros tecnicismos con usos asépticos que traen consigo una serie de consecuencias negativas, como la reafirmación de ciertas opresiones y la invisibilización de otras.

En respuesta y contraparte a la colonialidad del saber, María Lugones invita a pensar en la cartografía del poder global desde lo que llama el Sistema Moderno/Colonial de Género, donde realiza una investigación nutrida, por un lado, de los marcos de análisis aportados por los feminismos de mujeres de color –de donde proviene la interseccionalidad, y por otro lado, del marco introducido por Aníbal Quijano correspondiente al concepto de la colonialidad del poder. Intenta hacer visible lo instrumental de este sistema de género moderno/colonial en el sometimiento tanto de mujeres como hombres de color en todos los ámbitos de la existencia (Lugones, 2008). Siguiendo a Quijano (2000), el patrón de poder capitalista eurocentrado y global está organizado alrededor de dos ejes: la modernidad y la colonialidad del poder, sin embargo, en sus análisis asume un enfoque patriarcal y heterosexual sobre las relaciones y disputas de sexo y de género. Para Lugones:

Entender los rasgos históricamente específicos de la organización del género en el sistema moderno colonial de género (diformismo biológico, la organización patriarcal y heterosexual de las relaciones sociales) es central a una comprensión de la organización diferencial del género en términos raciales. (Lugones, 2008, p. 78)

Identifica al diformismo biológico, al heterosexualismo y al patriarcado como característicos del lado claro/visible de la organización colonial moderna del género, mientras que aquel lado oculto/oscuro se refiere a la violencia descarnada y extrema, donde los cuerpos de mujeres y hombres fueron reducidos a la animalidad, al sexo forzado con los colonizadores blancos y a la explotación laboral más profunda que muchas veces les llevó a trabajar hasta la muerte (Lugones, 2008). A través del Sistema moderno colonial de género se manifiesta cómo el género es una construcción reservada sólo para aquellos/as dotados/as de humanidad (hombre blanco europeo y mujer blanca europea al servicio de la reproducción), mientras que en los/las habitantes originarios de Abya Yala reducidos a la bestialidad, no hay género, sino diformismo sexual. “Como el capitalismo eurocentrado global se constituyó a través de la colonización, esto introdujo diferencias de género donde, anteriormente, no existía ninguna” (Lugones, 2008, p. 86). Así como lo exponen Oyeronke Oyewumi (1997-2015) y Allen Funn (1986) en alusión a las sociedades Yoruba y a los pueblos originarios de lo que es ahora Estados Unidos. Y como también lo expone Bacigalupo (2003) respecto al pueblo mapuche en Chile, planteando que con la irrupción ideológica, política, económica y cultural occidental, las relaciones de género se reconfiguraron de acuerdo a los preceptos de masculinidad/feminidad de la cultura española occidental y sus relaciones e identidades de género, a los prejuicios coloniales respecto de las calidades inferiores del sexo/género femenino y las suposiciones sobre la sexualidad femenina (Bacigalupo, 2003).

Los procesos de entramado del sistema moderno/colonial de género con la colonialidad del poder vienen de larga data hasta nuestros días, el proyecto de desenmascaramiento de esta colaboración insidiosa permitiría rechazarla en sus múltiples formas que atraviesan todas las dimensiones de la vida social. Desde la postura feminista descolonial se realiza la crítica respecto a la colonización del saber y del conocimiento desde las academias blancas del norte global, recibiendo las teorías y planteamientos provenientes de, pero a través de una crítica y praxis contrahegemónicas para con los discursos “blanqueados” respecto a la historia y que se limpian además de la raza como estructura transversal de opresión de las relaciones sociales. Es la propia academia la que se ha limpiado de la crítica descolonial, continuando con la reproducción de los mandatos eurocentrados coloniales, manifestando una suerte de pleitesía incondicional para con los paradigmas y sistemas categoriales de occidente construidos para la dominación, y a través de los cuales no es posible reconocernos.

Necesitamos entender la organización de lo social para así poder hacer visible nuestra colaboración con una violencia de género sistemáticamente racializada para así llegar a un ineludible reconocimiento de esa colaboración en nuestros mapas de la realidad. (Lugones, 2008, p. 99)

Se utilizan conceptos, paradigmas y teorías sociales provenientes desde la hegemonía del pensamiento euro-usa-centrado, para interpretar realidades situadas permeadas por las relaciones desiguales y jerárquicas de poder engendradas en el sistema moderno/colonial de género, sin dar cuenta de las particularidades únicas de cada contexto y sujeto/a, negando realidades y formas de experimentar las co-constituciones de la violencia. En este sentido, conceptos como “género”, “sistema sexo/género” y “la mujer” -no sólo en el fenómeno complejo de las violencias- emanadas desde el norte global, reproducen aquello que Walter Mignolo identifica como la diferencia cultural que sirve para ocultar la diferencia colonial (2003-2010).

Relaciones de género y violencias co-constituyentes hacia mujeres subalternas: el caso de las mujeres mapuche en La Araucanía [14]

Las distintas formas de ser mujer en el mundo indígena están conformadas por las construcciones particulares de género de los pueblos a los que pertenecen, por las diversas realidades socioterritoriales de cada uno de ellos, así como por las adecuaciones en relación con la sociedad dominante, es por ello, que las mujeres indígenas no constituyen un grupo homogéneo, sino que presentan una gran diversidad de situaciones, necesidades y demandas (Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, 2013). Siguiendo a Mohanty (1991, citada por Sánchez, 1995), lo que comparten las mujeres del “Tercer Mundo” –en este caso las mujeres mapuche- no es sólo la raza o el género, sino un contexto de lucha y oposición a la explotación económica y a las estructuras racistas, coloniales, imperialistas y sexistas que las oprimen.

Abocándose a las violencias contra mujeres mapuche, se debe destacar que existen “vacíos de información” e insuficientes acercamientos analíticos (González, 2003), mientras que la situación de discriminación e inequidad de la que son víctimas se expresa en casi todos los ámbitos de su vida. La “invisibilidad analítica” de las mujeres mapuche es particularmente evidente en los documentos que hacen referencia a los derechos de las mujeres en Chile, por cuanto estos tienden a no hacer mención de las mujeres indígenas, obviando así la diversidad cultural y/o la diferenciación de género basada en la etnicidad/pertenencia a pueblo originario.

El encuentro colonial que ocurrió entre españoles y mapuche en el S.XVI sucedió con un telón de fondo ideológico ligado a términos raciales y de discriminación de género, que tenía procedencia en el pensamiento ortodoxo cristiano de la época (Bacigalupo, 2003). Se transformó la organización del Lof (comunidad) y de la vida comunitaria, introduciendo otras formas de relaciones entre lo femenino y lo masculino, en relaciones de dominación. Es decir, que con la colonización se impuso también el patriarcado (Sckmunck, 2012).

Siguiendo a Bacigalupo (2003), las identidades de género en la sociedad mapuche de los tiempos coloniales no se abocaban sólo a hombre/mujer, y muchos actos sexuales eran aceptados, la sexualidad era algo que se realizaba, no un resultado natural biológico: el género se hacía y se actuaba. Por otro lado, la mujer en la cosmovisión mapuche desempeña un papel fundamental en el mantenimiento del Kimvn (conocimiento tradicional), y en la recuperación y fortalecimiento de la educación autónoma.

Desde aquí, y asumiendo una postura descolonizadora atenta a la colonialidad y apelando a mi lugar de enunciación y posicionamiento como mujer, feminista y mestiza de La Araucanía[15], adquiere relevancia rescatar los relatos de las propias protagonistas de su historia de opresiones co-constituyentes. Desde 2014 he tenido la oportunidad de trabajar con mujeres mapuche urbanas y campesinas[16] en distintos contextos de rescate y conversación. Para ellas primeramente la violencia se conceptualiza desde lo económico, desde el despoje y expropiación territorial del estado chileno, y luego desde la segregación y discriminación racial por parte de las/los winkas[17]. Desde sus voces, ellas mismas han sido objeto de discriminaciones múltiples, como mapuche, pobres, mujeres y en muchos casos también campesinas. La mayoría de ellas no identifica VGCM en contextos domésticos/familiares, sino más bien desde lo “público”, desde carabineros, desde terratenientes, desde el estado, es decir, desde su lugar de enunciación la violencia es encarnada desde la colonialidad y el aparataje institucional estatal que utiliza legislaciones promulgadas en la dictadura militar (Ley de Seguridad del Estado y Ley Antiterrorista): el estado chileno ha llevado a cabo una colonización interna hacia el pueblo mapuche. Estas prácticas están influidas por lógicas de violencia y castigo que el mismo estado ha usado y fomentado de manera sistemática para mantener orden y control en las comunidades indígenas, especialmente en la Araucanía. En este sentido, las fuerzas policiales han hecho a las mujeres, niñas y niños mapuche, víctimas de hostigamiento, represión, ataques con armas, tratos crueles y degradantes, y penalización arbitraria, contraviniendo los compromisos internacionales asumidos por el estado[18] y evidenciando también la violencia estructural. En este escenario, las mujeres mapuche se encuentran en una situación de desprotección, vivenciando violencias co-constituyentes desde generaciones, y advirtiendo la necesidad de contar con efectivos mecanismos de protección de los derechos de las mujeres indígenas en Chile.

La violencia para las mujeres mapuche desde los relatos rescatados presenta sus manifestaciones más visibles desde la colonialidad que ha asumido el estado para con ellas como pueblo indígena, la pobreza y la discriminación por “ser indias”, la explotación/servidumbre doméstica, la imposición de la escuela como institución colonial y la destrucción de la ñuke mapu[19] por el sistema capitalista, hacia lo que muchas de ellas responden con mecanismos de lucha y resistencia. Tuve la oportunidad de conocer mujeres mapuche que participaban activamente en los procesos de recuperación de tierras en sus comunidades indígenas del sector Quepe, para ellas, sus compañeros mapuche (esposos, parejas) no representaban un “opresor” ni los principales actores que pudieran ejercer violencia sobre ellas, como suele conceptualizarse la VGCM en Chile y su legislación de VIF, sino más bien, la principal violencia de la que han sido objeto históricamente proviene directamente del estado y sus distintos gobiernos de turno.

Pero la mujer Mapuche ha sabido sobrevivir a las opresiones, a las humillaciones, a las discriminaciones y el racismo. Primero al ultraje bárbaro del español y del ejército chileno y hoy al servilismo que nos impone el capitalismo y el estado, quienes, “integrándonos” como mano de obra doméstica y barata, tratan de hacernos desaparecer. (Organización Mapuche Meli Wixan Mapu, citada por Espinosa, Gómez & Ochoa, 2014, p. 404)

Finalmente, las mujeres mapuche se reconocen y luchan por ser reconocidas en todos los espacios, domésticos, públicos, sociales, económicos, políticos, culturales y territoriales, dejando de manifiesto la imposibilidad de parcelar las luchas entre materiales y culturales, sino reconociendo la unicidad de éstas como una estrategia de descolonizar las definiciones y categorías occidentales de democracia y libertad.

A modo de conclusión: reflexiones para la discusión en torno a la VGCM en Abya Yala, pensando desde el feminismo descolonial

Las violencias co-constituyentes contra mujeres en Abya Yala deben ser pensadas no sólo desde la discriminación de género en sus distintos contextos/manifestaciones, sino como fruto del continuum de dominación colonial-capitalista, racista y heteronormativa de exclusión y segregación social y cultural, así como resultado de las políticas económicas del paradigma mundo neoliberal-occidental, fenómenos mutuamente influyentes y parte de una matriz generalizada moderna/colonial de género que opera permeando todos los sistemas y las identidades de los/las sujetos/as, cómo se autodefinen y definen la violencia, y sus estrategias de resistencias y luchas.

La importancia de relevar los aportes que entrega el feminismo descolonial como propuesta teórica/política, da cuenta de la complejidad y multidimensionalidad de los fenómenos sociales que afectan la vida de las y los sujetos subordinados por los sistemas mayores de opresión, permitiendo ampliar aquellos enfoques teóricos que parcializan o que se aproximan a sólo un aspecto de la realidad social, sin considerar las identidades múltiples y la diversidad de situaciones y posiciones sociales que ocupan las mujeres en sus trayectorias de vida y su cotidianidad permeadas por la herencia colonial.

Tenemos que repensarnos para realmente poder escuchar la voz de ellas las indígenas, las afro, las mestizas que nos entendemos como partidas por la herida colonial, como se conciben las chicanas, y rechazamos ser eurocentradas. Las mujeres blancas prestaron atención en su feminismo solamente a la dicotomía que las subordinaba, no a la dicotomía que las hacía a ellas humanas y a nosotras bestias. (Lugones, 2012, p. 6)

Citando a las feministas comunitarias xinkas, quienes se declaran “en resistencia y lucha permanente contra todos los efectos de violencia ancestral patriarcal originaria y occidental, que se quieran manifestar en contra de nuestro primer territorio cuerpo y contra nuestro territorio tierra” (Gargallo, 2014, p. 154). Ellas identifican efectos del patriarcado ancestral y occidental que se refuncionalizan y manifiestan en distintas formas de violencias y opresiones contra los cuerpos de mujeres, hogares, comunidades y territorios (Gargallo, 2014): la expropiación histórica de los cuerpos sigue presente cuando las mujeres no pueden decidir sobre sus propios cuerpos y su sexualidad en libertad y autonomía; cuando a mujeres indígenas se les designa ser cuidadoras y reproductoras de la cultura con todos sus fundamentalismos étnicos; cuando se les delega dentro de las organizaciones indígenas y/o territoriales, cargos que refuncionalizan el rol doméstico, y cuando sus sentires, pensamientos y actuares no son valorados, pues cuestionan el sistema patriarcal originario y occidental. Sumado a la violencia estructural por parte de los estados, expresados históricamente en una colonización interna para con los pueblos originarios.

En el caso de Chile, las violencias que arremeten contra las mujeres son abordadas desde posiciones fragmentadas y cómplices para con la dominación. Por un lado, en el caso de mujeres mapuche y mujeres indígenas, la violencia estatal y estructural no reconoce a mujeres, niñas y ancianas como sujetas permeadas por una co-constitución histórica de los sistemas de opresión que las posiciona en una subordinación muy distinta/compleja que a los varones indígenas. Y en el caso de las otras manifestaciones de VGCM, ésta es entendida casi únicamente desde el contexto intrafamiliar. En Chile, al no contar con una ley de violencia de género, el rótulo VIF para abordar la VGCM en el ámbito privado/familiar invisibiliza que este tipo de violencia presenta una direccionalidad clara, a la vez que no ha permitido un abordaje de las otras violencias contra las mujeres basadas en el género: violación, abuso sexual, acoso sexual, violencia perpetrada por el estado y sus agentes, etc. O aquellas manifestaciones de violencia provenientes de alguien que no sea el actual o ex cónyuge o conviviente, ni menos aquellas violencias que nos remiten al legado colonialista del continente. Las mujeres en Chile son tratadas como un grupo social vulnerable, no como sujetas de derechos capaces de influir en sus propias trayectorias de vida.

Es entonces que adquiere sentido que tanto mujeres indígenas como mestizas, subalternas latinoamericanas puedan declararse abiertamente en contra de todas las formas de violencias/colonialismo que arremeten, oprimen y las violentan en lo íntimo, privado y público, asumiendo acciones desde lo personal-individual y desde lo comunitario-colectivo, fortaleciendo la descolonización de los cuerpos y los territorios y reconociendo la co-constitución de las violencias como parte del andamiaje colonial que ha enmarcado las relaciones sociales en Abya Yala.

Las raíces históricas y estructurales de la co-constitución de opresiones y violencias se remontan a tiempos tanto ancestrales como coloniales, en este sentido, las dimensiones/sistemas de opresión se erigen desde el tronco de instituciones que impuso el estado nación colonial sobre los territorios de Abya Yaya, y sus efectos son los que siguen sufriendo hasta el día de hoy mujeres subordinadas en todo el continente. Existen en nuestra cotidianidad cuerpos, pensamientos y territorios colonizados, de allí que es importante la reivindicación de formas de pensamiento otros, de saberes otros, para poder hacer teoría para la liberación, fracturando lo que el pensamiento occidental ha pregonado históricamente, y partir desde las experiencias y saberes situados, desde las experiencias vividas y cotidianas, y las miradas plurales de nuestra realidad.

Desde el feminismo descolonial, se apunta a deconstruir el pensamiento blanco eurocentrado, el epistemicidio de saberes y la violencia epistémica (Spivak 2009), la colonialidad discursiva (Mohanty, 2008), el racismo de género (Espinosa, 2013) y la colonialidad del género (Lugones, 2012), y todo lo que ello conlleva en la vida de las mujeres y colectivos de mujeres racializadas/subalternas. Como lo plantea Espinosa (2013), ha llegado el momento de una desobediencia epistémica que derrumbe de una vez el armazón de compresión del mundo, tal como lo ha producido e impuesto la colonialidad/modernidad occidental. Para esta labor y tarea, hay que estar dispuestas/os a abandonar y cuestionar activamente la pretensión de unidad en la opresión de las mujeres –como sujeto universal oprimido primera o únicamente por el género. Hay que estar dispuestas a alimentarnos, articularnos y comprometernos con los movimientos autónomos de los lugares de enunciación donde nos encontramos en el continente, los que llevan a cabo procesos descolonizadores y de restitución de saberes, conocimientos, tradiciones y genealogías perdidas –o más bien negadas, invisibilizadas, y que apuntan a la posibilidad de otros significados de interpretar la vida y la vida comunitaria-colectiva (Espinosa, 2013).

Siguiendo a Lugones, Espinosa, Gómez & Ochoa (2013), para entender una pedagogía feminista descolonial hay que partir del hacer al pensar, y del pensar al hacer localizado. Se refiere a realizar la práctica del conocer haciendo, de relevar los saberes y conocimientos situados y regionales, y de producir conocimiento que articule teoría y praxis, pues “No hay cambios hacia la descolonialidad que puedan ser traídos por otros y otras, los tenemos que crear entre nosotras y nosotros” (Lugones et al, 2013, p. 411). Esta relación entre pensar y hacer es un nodo articulador de las experiencias pedagógicas feministas y descoloniales, en el sentido de hacer conocimiento que sea transformador de las realidades de la opresión de género racializada y capitalista –entendida como la colonialidad del género, y entendiendo a esta posibilidad y alternativa de vencerla como feminismo descolonial, aquel que nos posibilite comprender nuestras intersubjetividades historizadas (Lugones, 2011) y las distintas manifestaciones de violencia encarnada en nuestros cuerpos y territorios colonizados.

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Notas

[1] Artículo producto del proyecto de investigación FONDECYT Nº 01130542 “Violencia de género y sus representaciones sociales en el territorio wenteche e la Región de La Araucanía”, financiado por la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile CONICYT. Años 2013-2015. Alojado en el Observatorio de Equidad en Salud, según Género y Pueblo Mapuche de la Universidad de La Frontera, Temuco.

[2] “Occidente” no corresponde meramente a un territorio sino más bien a una construcción ideológica de la expansión europea colonial, tomando forma a partir de la invasión de América, a raíz de ello, Occidente encarnó la expansión de una europidad sin territorio (Gargallo, 2014).

[3] Momentos/etapas históricas más destacadas del feminismo, según las cronologías del feminismo estadounidense y europeo.

[4] Especialmente el enfoque/perspectiva de género.

[5] Algunas autoras clásicas del feminismo occidental: Mary Wollstonecraft, Lucrettia Mott, Emmeline Pankhurst, Betty Friedan, Kate Millett, entre otras.

[6] Las feministas comunitarias postulan que en el contexto de Abya Yala se generó un entronque patriarcal (Julieta Paredes)/ refuncionalización patriarcal (Lorena Cabnal), entre el patriarcado original-indígena y el patriarcado occidental colonial de alta intensidad, donde las mujeres latinoamericanas se encuentran en un entramado histórico de dominaciones.

[7] Concepto acuñado por la feminista María Lugones.

[8] Como concepto colonial-moderno referido sólo a aquellos/as dotados/as de humanidad. Para Lugones esta jerarquía dicotómica entre humano y no humano es central para la modernidad colonial (Lugones, 2011).

[9] Propone el concepto “Matriz de Dominación”, que consiste en sistemas de opresión separados e interconectados. La raza, la clase y el género constituyen sistemas que caracterizan las experiencias de las mujeres negras dentro de una matriz generalizada de opresión.

[10] Grupo feminista negro de la ciudad de Boston, cuyo nombre proviene de la acción guerrillera dirigida por Harriet Tubman, en 1863. Acción que liberó a más de 750 esclavos y es la única campaña militar en la historia norteamericana planeada y dirigida por una mujer.

[11] Una de las primeras expresiones organizativas del feminismo negro, constituido por lesbianas, feministas de “color” y del “tercer mundo” (Curiel, 2007). En 1977, publican su Primera Declaración, un manifiesto que ellas mismas denominan como “una declaración negra feminista”, donde hacen directa alusión a la interseccionalidad, como la simultaneidad y eslabonamiento de lo que ellas identifican como sistemas mayores de opresión (Curiel, 2007).

[12] Traducción propia.

[13] Traducción propia.

[14] El concepto mapuche –gente de la tierra- es plural en sí mismo, al hacer referencia a un pueblo.

[15] Con la intencionalidad de potenciar los relatos y experiencias de las mujeres subalternas en los espacios académicos hegemónicos donde “la mujer” sigue entendiéndose como sujeta homogénea.

[16] Desde el trabajo de campo realizado con el Observatorio de Equidad en Salud según Género y Pueblo Mapuche en las comunidades indígenas Domingo Colihueque de la comuna de Loncoche y sector Boyeco de Temuco, y luego desde mi actual actividad laboral en Fundación PRODEMU en comunidades indígenas y rurales de la comuna.

[17] Término utilizado por el pueblo mapuche para referirse a colonos españoles (como nuevos incas) y por extensión utilizado para sus descendientes, a saber, chileno/as, argentino/as, mestizas/os, criollas/os, no mapuche.

[18] Conocido es el caso de la machi Francisca Linconao de 73 años, presa por el estado chileno al ser considerada un “peligro para la sociedad”. Y recientemente el caso de la comunera Lorenza Cayuan, quien parió engrillada y vigilada por gendarmes.

[19] Madre tierra

 

Para citar este artículo: Rivas, F. (2017). La limitaciones teóricas respeto a la violencia de género contra las mujeres: aporte desde el feminismo descolonial para el análisis en mujeres de América Latina. Iberoamérica Social: revista red de estudios sociales VII, pp. 129 – 153 . Recuperado en http://iberoamericasocial.com/las-limitaciones-teoricasrespecto-a-la-violencia-de-genero-contra-las-mujeres-aportes-desde-el-feminismo-descolonial-para-el-analisis-enmujeres-de-america-latina/

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Pedagogías críticas para nuevos horizontes emancipadores

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Peter McLaren es catedrático de Estudios Críticos en la Chapman University, Estados Unidos, donde también es codirector y embajador internacional de Ética Global y Justicia Social del Proyecto Democrático Paulo Freire. Asimismo es catedrático en la Northeast Normal University, Changchun, China. Autor y editor de cincuenta libros, sus escritos han sido traducidos a treinta idiomas. Es director honorario del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica y Educación Popular, y codirector honorario del Centro de Investigación Pedagogía Crítica, Northeast Normal University, Changchun. Marxista humanista, imparte clases en América Latina, Norte América, Asia y Europa. Activista político y escritor ganador de muchos premios, el Dr. McLaren fue nombrado Educador Destacado por la Asociación de Educadores de América Latina y el Caribe.

En una sociedad como la nuestra fuertemente marcada por los efectos de la globalización neoliberal, ¿cuál es el papel de una educación crítica para contribuir a un cambio cultural que acabe con todas las visiones androcéntricas, eurocéntricas y productivistas que tan profundamente han calado en nuestro pensamiento?

Peter: Como resultado de la globalización neoliberal, la educación pública se centra en la búsqueda de beneficios financieros especulativos y de oportunidades para la inversión empresarial. Podemos observar esta práctica insidiosa en la remodelación que se hace de las universidades para servir mejor a los intereses financieros y militares-industriales; en la sobreutilización y la explotación de los docentes eventuales o a tiempo parcial; en el crecimiento de las instituciones con ánimo de lucro que conceden titulaciones; y en el aumento de las tasas académicas, por no hablar de los ataques a la ciudadanía critica en beneficio de la ciudadanía consumista. Lucho en este espacio, pero también intento entender el cosmos que habitamos.

Según el sociólogo William Robertson, aproximadamente una tercera parte de la humanidad está excluida de la participación productiva en la economía capitalista. Encontramos una gran parte de esta población en América Latina. Ha habido un cambio dramático en los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pasando de una preocupación admirable por el bienestar social a una preocupación por el control social. Ahora existe un claro temor en la élite dirigente a que los trabajadores enfurecidos se subleven y protesten contra lo que se está convirtiendo rápidamente en un “planeta favela”.

Robinson afirma que el papel del Estado en la creación de cohesión social a través de la acumulación del capital se está rompiendo como consecuencia de la crisis de sobreacumulación capitalista. Como resultado, el Estado está perdiendo su función “legitimadora”, y esto lo podemos percibir en este momento en el ciclo electoral aquí en los EEUU, cuando personas extrañas a los círculos de gobierno –como Trump– se levantan y animan a la gente, a través de una lógica cargada de odio y violencia, a demonizar a la población considerada sobrante.

La malvada influencia del capitalismo neoliberal ha desatado un grave desencanto entre la ciudadanía politizada, y ha reducido el apoyo a la propuesta de que el capitalismo y la democracia formen un buen matrimonio. La población empieza a ser consciente de que hemos creado una sociedad donde es innegable que la democracia es algo comprado, sea por los súperPAC (Comités de Acción Política), por billonarios maniáticos, o por ambos.

Afortunadamente, el antaño sólido apoyo al capitalismo desenfrenado y la lealtad férrea hacia el concepto de superioridad norteamericana han puesto en evidencia algunos eslabones débiles, principalmente entre los movimientos sociales formados en gran parte por jóvenes, dado que las zonas desfavorecidas siguen proliferando. Ahora, estamos de acuerdo sobre la vital importancia de rescatar la educación de las garras del sistema empresarial, aunque los educadores marxistas seguimos siendo una especie amenazada.

Con la presentación de los candidatos presidenciales para 2016 y sus filas apretadas de simpatizantes, el Partido Republicano se está fragmentando y podría haber erigido, sin querer, su propio patíbulo. Los gastos ilimitados del proceso electoral estadounidense han violado la esfera pública con una indiferencia vil, no sólo a través de la destrucción del proceso electoral, sino por el fortalecimiento de la lógica de la privatización.

Con una destartalada ciudadanía, agotada por la hipocresía de la política del espectáculo de hoy en día, no es sorprendente que sea tan difícil despertar mucho entusiasmo en la lucha por una gobernanza democrática; especialmente cuando reconocemos que los valores democráticos, incluida la esfera de los ideales no-realizados, no se refuerzan mutuamente y no pueden ganar la lealtad de aquellos que tienen más interés en obtener beneficios a costa de la fuerza de trabajo de los pobres. Hemos fracasado en el intento de derrotar o incluso de esquivar las enraizadas condiciones de racismo, patriarcado, misoginia y homofobia que siguen arraigadas en los núcleos más tradicionales del país.

Tenemos que replantear la cuestión de la justicia social a la luz de la historia del capitalismo. Claramente, el sistema capitalista tiene graves defectos que no se corrigen sin la destrucción del sistema; en otras palabras, los defectos o la crisis en curso son intrínsecos al funcionamiento del capitalismo y conducen ineludiblemente a una escasez de alimentos, de vivienda y de asistencia sanitaria, junto con un desempleo crónico y una repugnante indiferencia hacia la dignidad humana y la autoestima, como se puede ver en las vidas de aquellos que han sido maltratados por la violencia militarizada del Estado. En el caso del capitalismo, debemos exponer una protesta profética. A la gente se le debe permitir elegir su propio modelo económico y político, pero la opción por el socialismo no ayudaría alimentaría los intereses de los EEUU a nivel internacional, y por eso los modelos no-capitalistas son sistemáticamente condenados con saña.

Los EEUU promocionan los derechos humanos, diseñados para proteger la dignidad de las personas oprimidas. Pero su puesta en práctica es selectiva. Se defienden débilmente ya que, a menudo, se incumple la normativa internacional para recuperar los intereses estadounidenses a expensas del bienestar de los pobres del mundo. Si el comportamiento y el ideal de los pocos privilegiados no pueden convertirse en el comportamiento y la realidad de la mayor parte de la humanidad, entonces, claramente, debemos declarar que ese comportamiento y esos ideales son inmorales, inhumanos.

La práctica ideal de la civilización occidental no se puede universalizar en términos materiales, dado que no hay recursos materiales disponibles en el planeta para permitir que todos los países puedan alcanzar el nivel de producción y consumo de los países ricos que forman sólo el 25% de la población mundial. Por ejemplo, en los EEUU se consume aproximadamente Estamos de acuerdo sobre la vital importancia de rescatar la educación de las garras del sistema empresarial, aunque los educadores marxistas seguimos siendo una especie amenazada el 20% de la energía mundial, se come el 15% de la carne del mundo y se produce el 40% de los residuos mundiales, pero constituyen sólo un 5% de la población. ¿Qué podemos decir de nuestra huella ecológica? Si todo el mundo viviese como en los EEUU, necesitaríamos cuatro planetas como la Tierra para sostenernos. La cuestión de lo que son nuestros valores sobre el consumo es otro asunto. La pedagogía crítica debe de ocuparse de todos estos temas.

¿En qué medida las pedagogías críticas tradicionales están incorporando las propuestas del feminismo, del ecologismo, del buen vivir, de la descolonización, de la diversidad sexual y de género, etc. que nacen de los colectivos y los movimientos de resistencia? ¿Cómo resuelve la pedagogía crítica la tensión entre el respeto a las singularidades y la construcción de un programa común que se enfrente al sistema capitalista?

Peter: La cuestión de la pedagogía decolonial, las pedagogías feministas, los enfoques eco-pedagógicos son todos ellos de una importancia primordial hoy en día. El problema es que para cuando se generalizan, ya se han domesticado y han sido vaciados de todo su potencial crítico.

Pero sí, por supuesto que ha habido algún progreso en este sentido. Los programas de formación de docentes, por ejemplo, a menudo se autodenominan como de interés para la justicia social. Y sí, la cuestión de la “interseccionalidad” se ha convertido en algo importante.

Pero, actualmente en los EEUU las tensiones raciales están en pleno apogeo, es como si hubiésemos regresado a la época de lucha por los derechos civiles de los años cincuenta del siglo pasado. Tenemos que afrontar este tema en las escuelas públicas. Por supuesto que hay más protección legal para la población negra en los EEUU de hoy, pero el racismo ha crecido desde la elección de Barak Obama como el primer presidente negro de los EEUU.

Desde una perspectiva crítica, los trabajadores blancos y negros comparten un interés común en la lucha contra el racismo y la derrota del capitalismo. El capitalismo maximiza el valor impagado y minimiza las porciones de valor pagadas, valor producido por la explotación del trabajo humano bajo el capitalismo. El sistema de las haciendas sureñas era capitalista, una empresa capitalista con trabajadores en régimen de servidumbre. Los trabajadores africanos en régimen de servidumbre eran parte de la clase trabajadora. Tanto los trabajadores blancos como los negros son víctimas de la supremacía blanca, y los americanos de origen europeo que renuncian a sus privilegios de piel blanca tienen que unirse con los trabajadores negros y buscar una alternativa socialista al capitalismo.

Creo que ésta sería una dimensión importante no solo en la lucha contra el racismo, sino para alcanzar la liberación de la humanidad. ¿Pero realmente hay esperanza? Hoy en día, es probable que los trabajadores blancos vean a la población negra como parte del problema, en vez de como parte de la solución. Hace falta más educación en los EEUU sobre el concepto de una alternativa socialista al capitalismo. En muy pocas ocasiones, o quizá en ninguna, se encuentra alguna consideración sobre esta cuestión.

Sabemos por la lectura de la obra magistral de Theodore W. Allen –especialmente su libro The Invention of the White Race [La invención de la raza blanca]– que la noción de raza blanca se inventó durante la fase de la guerra civil de la Rebelión de Bacon, entre 1676 y 1677, y posteriormente durante la revisión de las leyes de Virginia en 1705. Antes, en 1619, los holandeses comerciaban con los esclavos africanos durante la “plantocracia” en Jamestown como sirvientes contratados[1]. Después, se convertirían en esclavos.

Durante el periodo de la Rebelión de Bacon, la facción opuesta a los hacendados, o la élite de la colonia, estaba formada por los pequeños agricultores, descontentos con las leyes que les prohibían el comercio con los nativos americanos y con la asignación de las mejores tierras costeras a los adinerados emprendedores e inversores capitalistas, provenientes de las ricas familias de las plantaciones que tenían un férreo control sobre los monopolios de la tierra y las pieles. Mientras que la facción opositora quería un reparto de la tierra a través de incentivos consistentes en impuestos territoriales, los sin propiedad y los arrendatarios pobres se levantaron en armas contra la burguesía de las haciendas.

Su rabia era entendible, dado que para 1622 muchos de los arrendatarios de la Virginia colonial se habían muerto de hambre debido a las restricciones sobre el cultivo del maíz y la caza en los bosques. El precio del tabaco cayó a principios de la década de 1620 con el resultado de que era más rentable usar sirvientes contratados1 en lugar de arrendatarios como fuente principal de mano de obra; de esta manera se formó una clase permanente de sirvientes contratados que podía ser explotada más eficazmente para obtener la plusvalía correspondiente.

Cuando los ataques de los indios trastocaron las relaciones de propiedad, la política de monocultivo de los hacendados forzó a los arrendatarios a endeudarse debido a la restricción sobre la cantidad de tabaco que podían cultivar, la aplicación de una tasa fija para sus alquileres y la prohibición de cultivar maíz. Debido a la rebelión de los jornaleros sin propiedad, solo quedaron 500 jornaleros dispuestos a ir a la guerra contra los rebeldes, en cuyas filas había unas 15.000 personas. De los insurgentes, 6.000 eran jornaleros contratados provenientes de Europa y 2.000 esclavos africanos, y este grupo de insurrectos luchó codo a codo, ya que en esa época no había ninguna distinción entre “negro” y “blanco”.

Los sirvientes contratados lucharon para conseguir mejores condiciones, ya que se les prohibía casarse o tener hijos y los menores de 19 años eran obligados a servir a sus amos hasta la edad de 24. Los pobres se vieron como ingleses, no como blancos.

La raza blanca no existía en esa época. Surgió tras 60 años de enseñanza de que la blancura era sinónima de ser de origen europeo. El enemigo colectivo de los jornaleros europeos y africanos era el aparato de Estado capitalista. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los insurgentes procedían de Europa, los hacendados decidieron sobornar al grupo más grande, la política de divide y vencerás perfeccionada por la élite dirigente.

Se instauró una forma de control social basada en la raza, un aparato amortiguador de control social construido para dividir a los esclavos africanos –que se convirtieron en el equivalente de jornaleros con carácter hereditario y vitalicio– y los jornaleros europeos, colocando a los europeos en la cima de esta jerarquía racial.

La clase de los hacendados (principalmente en Virginia y Maryland) impusieron la servidumbre vitalicia y hereditaria a los afroamericanos para garantizar una acumulación suficiente de capital y un mayor rendimiento de su inversión en mano de obra. De esta manera, bajo ese sistema de control social, los jornaleros europeos se conformaron como una clase de pequeños propietarios independientes que podía soñar con formar parte de la pequeña burguesía en un futuro. Así, los europeos pobres y sin propiedad –en la creencia de que algún día podrían formar parte de la clase media a través de los privilegios que se otorga a la “raza blanca”– se vieron promocionados para formar una clase amortiguadora que evitara esta alianza entre blancos pobres y esclavos africanos que podía desafiar y derrocar a los hacendados. Para demostrar que eran más privilegiados que los afroamericanos, estos nuevos blancos tuvieron que negarles sus libertades y abstenerse de luchar contra la élite dirigente. Los europeos más pobres empezaron entonces a albergar el, socialmente construido, concepto de que eran superiores a los afroamericanos debido a su blancura. ¡Así se inventó la raza blanca! A los esclavos africanos y a los afroamericanos libres les esperaban condiciones mucho más duras.

Todo esto sirvió para mantener a los euroamericanos cómodamente asentados dentro de las líneas y vinculaciones de la recién inventada raza blanca. La invención de la raza blanca fue un dispositivo para el ejercicio del control social por parte de la clase dirigente como respuesta a la solidaridad de los trabajadores durante la etapa de la guerra civil de la Rebelión de Bacon (1676-77).

De modo similar, a pesar de que compartiesen un fenotipo parecido, los británicos atacaron a los católicos irlandeses empleando una forma de opresión religiosa-racial que más tarde se convirtió en una forma de opresión nacional. Estas víctimas de la opresión racial a manos de los británicos en lugares como el Ulster –a los irlandeses les llamaban “los monos blancos de Europa”– se convirtieron más tarde en la “raza blanca” que defendió la opresión racial en el Sur de los EEUU bajo la forma de esclavitud racial de los afroamericanos.

Esta opresión racial sigue hoy en día con el “New Jim Crow” [el sistema de segregación] del complejo penitenciario-industrial, esa vía que une la escuela con la cárcel, y con otros regímenes de opresión. Así que es posible seguir el rastro del racismo hasta el capitalismo y la lucha clases. Pero, esto no es lo mismo que reducir la raza a la clase social. Por supuesto, el privilegio blanco tal como se ha desarrollado va en contra de los intereses de toda la población trabajadora, pero es importante establecer la conexión entre racismo, privilegio blanco y la historia del capitalismo.

Tenemos que explorar esta historia y establecer estas conexiones como parte de la educación critica.

La despolitización de la sociedad en general, y del profesorado en particular, hace –cada vez más frecuente– la declaración de mensajes que rechazan una educación intencionada y comprometida con el cambio social, ¿cómo podemos seguir argumentando la defensa de la dimensión política de la educación?

Peter: El gran objetivo de la educación neoliberal es el de acomodar ideológicamente las subjetividades de los estudiantes al mercado global, al educarles para formas específicas de fuerza de trabajo que servirán a los intereses de la economía capitalista transnacional y ayudarán a crear lo que Gramsci denominó el Estado integral. En este sentido, los estudiantes son arrastrados a través de la historia como una ofrenda a Moloch, el dios de la expropiación, quien, a través de una forma de despotismo estatal salvaje, extrae de los trabajadores asalariados la plusvalía[2] de la que se apropia el capitalista como ganancia cuando se vende el producto. En este sentido, los estudiantes se convierten en sujetos pasivos de la historia en lugar de agentes activos de la historia en cuya construcción participan.

El profesorado enseña siguiendo los currículos prescritos que se diseñan de manera idónea para la economía capitalista, pero son un desastre absoluto para generar el tipo de agencia crítica necesaria que ayude a que el planeta sobreviva y a que las naciones evolucionen con sus propios dispositivos económicos, políticos e ideológicos para poder vivir pacíficamente con sus vecinos.

John Marsh (2011) argumenta que la educación debería de ser tratada como un fenómeno político –no de mercado– y este argumento tiene mucho peso. Marsh señala que en los EEUU no se genera un número mucho más grande de pobres que en otros países. La razón por la cual los países europeos son capaces de conseguir tasas más bajas de pobreza se debe a que suministran más programas dirigidos a proteger a las personas pobres y paradas. En los EEUU necesitamos una red de seguridad social con políticas centradas en la educación. En lugar de eso, usamos los dólares de los contribuyentes para aumentar el tamaño de nuestras fuerzas armadas que cuentan con 700 bases militares –por lo menos– alrededor del mundo, muchas del tamaño de ciudades pequeñas. Una buena educación seguramente ayudará a algunas personas a entrar en el mercado de trabajo, e indirectamente podría crear algunos puestos de trabajo más, pero lo que nos falta en el sistema capitalista actual es la creación directa de empleos, salarios más altos, y mejores programas de redistribución.

Las y los sujetos políticos se constituyen como tales en el propio proceso de transformación, ¿sobre qué bases de la educación se produce ese cambio? ¿De qué forma podemos desarrollar el diálogo necesario con las personas que más sufren la opresión y la desigualdad?

Peter: No debemos simplemente aliarnos con interpretaciones ideológicas que nos llegan desde los guardianes de la clase capitalista, sino que debemos estar dispuestos a cuestionar todos los presupuestos fraudulentos que se filtran a través de los medios de comunicación con una regularidad infame. Como la quinta de las doce tareas de Hércules, en la que Eurysteo le ordenó limpiar los establos del rey Augías. Debemos depurar el excremento ideológico que seguimos acumulando a través de los medios de comunicación capitalistas que nos rodean (las vallas publicitarias, los anuncios y juegos en la televisión y ordenadores, las revistas…) desarrollando alfabetizaciones críticas, lo que mi mentor Paolo Freire llamó una conciencia crítica.

Tú has comentado en más de una ocasión que debemos considerar la pedagogía crítica como un movimiento social, como un proyecto más amplio, ¿puedes desarrollar esta idea? ¿Puedes profundizar en algunas de las aportaciones de la pedagogía de la insurrección a la educación crítica?

Peter: La juventud hoy participa en los movimientos de derechos civiles estadounidenses, en los movimientos de lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero y queer (LGBTQ) transnacionales, en diferentes encarnaciones de la lucha feminista, en movimientos ecologistas y de justicia medioambiental, y en los movimientos obreros, antimilitaristas y a favor de los derechos de las personas inmigrantes.

No solo es la juventud de los EEUU la que está activa, ya que estamos viendo luchas encabezadas por jóvenes en Grecia, Turquía, Egipto y otros países. En todas partes del mundo, la juventud está siendo testigo y es participe de la producción de varias contracumbres, encuentros zapatistas, movimientos anti-austeridad, movimientos a favor de los inmigrantes, en apoyo de los trabajadores migrantes y los refugiados, movimientos que se movilizan en contra de las violaciones y los llamados asesinatos “de honor”, y movimientos para construir prácticas sociales que producen valor más allá del cálculo económico y de la competitividad.

Ya en el año 2011 fuimos testigos de la movilización de los estudiantes en Chile; el activismo de la juventud nigeriana en la estación de petróleo del delta del río Níger; las protestas contra los estamentos gubernamentales en Túnez, Egipto y Libia; la resistencia a las medidas de austeridad de la juventud en Portugal, España y especialmente Grecia; los alumnos de las escuelas públicas en Sudáfrica que lucharon para conseguir instalaciones básicas, como bibliotecas; el movimiento “Ocupa Wall Street” en los EEUU; todos forman parte de algo que he denominado una creciente cultura de contestación.

Muchos de estos movimientos –del movimiento “Idle No More” (“Se acabó la inacción”) al movimiento “Ocupa Wall Street”, a aquellos del parque de Gezi y la plaza Syntagma, incluyendo el movimiento “15M“ español (los y las Indignadas), la “Juventud Sin Futuro”, “Democracia Real Ya”– se han inspirado en prácticas de solidaridad social y mutua; en agrupaciones conectadas de forma horizontal y fuera de las redes verticales dentro las cuales el mercado está protegido y se impone.

Se han inspirado en la cooperación social a través de la democracia de base, el consenso, el diálogo y el reconocimiento del otro, en formas que transcienden lo local, el empleo, la condición social, el género, la edad, la raza, la cultura, la orientación sexual, la lengua, la religión y las creencias, y que funcionan con el énfasis no tanto en la democracia representativa, como en la democracia participativa y la democracia directa.

En suma, apoyan a la “comunalidad global”, un término oaxacano con un significado similar al de solidaridad pero que implica reciprocidad y obligatoriedad a lo largo del tiempo. Sin embargo, la resistencia encontrada ha sido feroz y mortífera. Miremos, si no, lo que está pasando con los profesores en México. Me refiero a los ataques violentos a los profesores y a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Nochixtlan, Oaxana, en este momento: ¡aquellos que se movilizan a favor de la justicia son asesinados por los infantes de marina mejicanos y la infame policía de la Procuraduría General de la República (PGR) mientras protestan contra las “reformas” educativas desarrolladas por la administración del presidente neoliberal Peña Nieto!

¡Y qué decir de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa asesinados en Iguala, México! Todos aquellos jóvenes activistas soñaban con convertirse en profesores de escuela. Para colmo, el vehículo en que viajaban las familias de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en una visita reciente a la Ciudad de México para participar en la XXI Cumbre Global de Acción para Ayotzinapa fue atacado con piedras en el camino por Cuernavaca, cerca de Chipitlán.

Y a pesar de esa violencia, una nueva sociedad está haciendo notar su presencia. Las luchas siguen en Oaxaca, Chiapas, Queretaro, Guerrero, la Ciudad de México y en ciudades indígenas como Cheran, y Michoacan.

Hace unos años, tuve la oportunidad de participar en unos debates en Cheran sobre temas como la creación de “autodefensas” o milicias comunitarias. Al fin y al cabo, camiones, centenares de ellos, apoyados por hombres armados, estaban entrando en las tierras de los Pure’pecha y extrayendo los árboles. La lucha sigue en todo México con la ocupación, por parte de contestatarios, de casetas de peaje, instituciones gubernamentales, gasolineras, refinerías y fábricas.

Aleida Guevara March, la hija de Ernesto Che Guevara –que hace años me enseñó algunas de las pertenencias de su padre y con quien tuve la oportunidad de conversar sobre el impacto del imperialismo de los EEUU en América Latina– habló recientemente en el Festival International de Utopía en Marica (Rio de Janeiro) donde reiteró su posición de que la izquierda debe seguir aprendiendo a fundamentar sus demandas de justicia social en las situaciones y problemas reales de la población, una posición que fue un eje central de la alfabetización crítica de Paulo Freire. A este importante acontecimiento acudieron delegados de la juventud brasileña, de Cuba, Vietnam, India, China y Venezuela. En total, acudieron aproximadamente 500 personas. Entre los conferenciantes estaban Vandana Shiva, Tariq Ali y el actor estadounidense Danny Glover. Brasil se encuentra ahora en una situación difícil tras la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, una situación que los dirigentes de la izquierda brasileña, incluyendo al Movimento dos Sem-Terra (MST), al Movimento dos Trabalhadores Sem-Teto (MTST) y al Movimento Luta Popular (MLP) están equiparando con el golpe de Estado de 2012 contra Fernando Lugo en Paraguay o el de Honduras, como acciones diseñadas para introducir políticas neoliberales de austeridad y endeudamiento.

Un miembro del MST solicitó visitar nuestro Proyecto Democrático Paulo Freire en la Chapman University el año pasado y durante su visita hablamos de las diferentes formas para hacer que la pedagogía crítica revolucionaria tenga un papel más activo en la lucha global a favor de la justicia social.

Recientemente, docenas de miles de contestatarios se reunían en el Puente Pueyrredón, en Buenos Aires (Argentina) en memoria a los activistas Dario Santillan y Maximiliano Kosteki, asesinados por disparos de la policía en esa ciudad en 2002 bajo la presidencia de Eduardo Duhalde. Santillan, un miembro del Movimiento de Trabajadores Desocupados “Anibal Veron” de 21 años, fue asesinado a tiros en el suburbio de Avellaneda mientras protestaba contra las medidas de austeridad impuestas por el FMI. Kosteki fue un activista argentino y pintor asesinado por la policía provincial mientras protestaba en un piquete en Avellaneda. También rindieron un homenaje a las 30.000 personas desaparecidas a manos de la última dictadura militar.

Visité Argentina hace unos meses, y fui uno de los que advirtieron contra la candidatura del ahora presidente Mauricio Macri, que ha aumentado el número de desempleados y elevado las tarifas de los servicios locales.

¿Y qué decir de Venezuela? Se me rompe el corazón. La Organización de los Estados Americanos, alentada por los Estados Unidos, está intentando imponer sanciones contra Venezuela a través de la creación de una Carta Democrática Interamericana.

Recientemente, Luisa Ortega, la Fiscal General de Venezuela, hizo públicos los resultados de una investigación llevada a cabo por la Comisión por la Justicia y la Verdad del país. Entre 1958 y 1998 (con anterioridad a la Revolución Bolivariana de 1998) se ha descubierto un total de 11.043 casos de desapariciones, torturas y asesinatos políticos. Estas atrocidades sucedieron durante la Cuarta República de Venezuela, anterior a la presidencia de Hugo Chávez. Bajo Chávez, Venezuela dio grandes pasos para combatir la corrupción y los abusos de los derechos humanos. Y aunque ha habido reveses serios desde la muerte de Chávez, la Revolución Bolivariana, en mi opinión, no puede ser abandonada.

En este momento estamos trabajando con una perspectiva flexible, empleando un enfoque que engloba todo. Tenemos que alejarnos de los intentos de construir un mundo mejor que emplean categorías desde las cuales se han construido las mismas estructuras de opresión que estamos cuestionando.

Por ejemplo, he escrito un libro recientemente donde abordó el mensaje comunista de Jesús y planteo el argumento de que Marx y Engels estaban muy influidos por las enseñanzas de Jesús y por el mensaje de los Evangelios. Ahora, estoy escribiendo desde la perspectiva de la Teología de la Liberación, desde la perspectiva de América Latina. Mi mentor, Paulo Freire, era un cristiano y tenía simpatías por Marx; y aunque, nunca tuve la oportunidad de hablar con él sobre la Teología de la Liberación, creo que habría sido una conversación fascinante.

Para mí, la conciencia crítica es algo central en el movimiento de la Teología de la Liberación. En el sentido de que los cristianos llegan a reconocer su opción preferente con respecto a los pobres, yo diría su obligación preferente.

No sé cuántos de vuestros lectores tendrán suficiente edad para poder recordar dos incidentes estremecedores y crueles en El Salvador. Estos incidentes sucedieron en los años 80 durante la Guerra Civil que estalló durante la dictadura militar que duró desde 1979 hasta 1992. Me refiero a los cinco curas y las dos mujeres que fueron asesinados fuera de la residencia de los jesuitas de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” –UCA– (San Salvador), en noviembre 1989, por un lado; y por otro, a un acontecimiento que sucedió 9 años antes de aquello, en 1980, cuando el arzobispo Óscar Arnulfo Romero (ahora beatificado) fue asesinado a tiros mientras celebraba misa en una pequeña capilla de un hospital.

Antes de la llegada al poder del régimen militar en la década de los 1970, los jesuitas habían empezado a replantear y reorientar su trabajo en un intento concertado de abrazar el llamamiento de Medellín de estar codo con codo y sin reservas con los campesinos pobres y sin poder. Entendieron que esto significaba dar su apoyo activo a los derechos de los campesinos y de los movimientos que promovieron reformas sociales, económicas y políticas.

Durante los años del régimen militar, fue el padre Ignacio Ellacuría, Rector de la UCA (fundada en 1965), el que jugó durante la década turbulenta de dominio militar, un papel clave en el replanteamiento de la misión de la Universidad que conllevaba la adopción de una posición de solidaridad con las mayorías empobrecidas del país.

Sepultados en una cripta de silencio y miedo, los campesinos tenían una imperiosa necesidad de reformas gubernamentales y de que la Iglesia les protegiese de las torturas a gran escala y asesinatos masivos perpetrados por el régimen militar. Haciendo eco del lenguaje de Medellín, la misión de la Universidad de 1979 estaba inextricablemente ligada al servicio del pueblo y, de hecho, la misión de la Universidad estaba orientada, en un sentido amplio, por la misma gente oprimida.

Evidentemente, el gobierno salvadoreño vio en el padre Ignacio Ellacuría y en la UCA una seria amenaza a la continuidad del apoyo financiero y político de los Estados Unidos. La dictadura apoyada por los Estados Unidos era consciente de que si el Congreso estadounidense empezaba a preocuparse por los abusos de los derechos humanos cometidos por su aliado salvadoreño, podría retirar su imprescindible apoyo. Pero había otro factor en juego. La influencia más inmediata que las enseñanzas de Medellín sobre la justicia social –el ejemplo del mártir arzobispo Óscar Romero– podía tener entre los propios jesuitas.

El padre Ellacuría se encontraba entre las víctimas de los asesinatos de la universidad. Poco después de los asesinatos, el comandante Eric Warren Buckland, un asesor militar estadounidense de alto rango, testificó que su homólogo salvadoreño, el coronel Carlos Armando Avilés Buitrago, jefe de las operaciones psicológicas de la Comandancia Conjunta salvadoreña, le informó con antelación de que la matanza estaba planificada. Más tarde se retractó de su testimonio bajo presión.

Juan Pablo II era totalmente contrario al comunismo y consideró a la Teología de la Liberación como un fenómeno peligroso dentro de la Iglesia. A finales de la década de 1970, poco antes de su elección como Papa, empezó a oponerse directamente a la Teología de la Liberación, y la jerarquía de la Iglesia se desplazó decididamente hacia la derecha. Nombró al Cardenal Ratzinger (más tarde Papa Benedicto XVI) como responsable de contrarrestar las interpretaciones y acciones de los teólogos de la liberación. No por casualidad, Juan Pablo II realizó numerosos viajes a América Latina. En 1983, el Papa visitó Nicaragua para regañar al padre Ernesto Cardenal y para oponerse a la Teología de la Liberación. Tuve la buena fortuna de conocer a Ernesto Cardenal en un programa de televisión dirigido por el presidente Hugo Chávez en 2006. Juan Pablo II expulsó a Ernesto Cardenal del sacerdocio a raíz de su compromiso con la Teología de la Liberación. Afortunadamente, el Papa Francisco anuló esta decisión en 2014.

En la actualidad, ha habido serios avances por parte de los EEUU hacia la normalización de relaciones con Cuba. Pero al mismo tiempo, los EEUU se niegan a ratificar el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) y sólo han ratificado el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Los EEUU no se quieren comprometer con el PIDESC por razones bastante obvias y ridí- culas: los EEUU equiparan los derechos económicos, sociales y políticos con el socialismo. Me acuerdo de haber hablado de esta clase de hipocresía con Aleida Guevara March hace unos años en La Habana.

Los EEUU sacan pecho y condenan los abusos de los derechos humanos en Cuba mientras hacen caso omiso de las políticas cubanas que han garantizado el acceso universal a la vivienda, a los cuidados sanitarios, o a la equidad salarial entre hombres y mujeres.

¿Creen ustedes que los EEUU alguna vez pedirán disculpas por hacer estallar un avión de pasajeros en 1976; por invadir Playa Girón en 1961; por infectar a exiliados cubanos con peste porcina y obligar a Cuba a sacrificar medio millón de cerdos; por infectar los pavos cubanos con la letal enfermedad de Newcastle, matando 8.000 pavos; por rehusar a enviar a Cuba un pesticida para erradicar el mosquito responsable de la epidemia de dengue; por mantener un bloqueo despiadado a la entrada en Cuba de bienes y dinero; o por los cientos de intentos de asesinar a Fidel Castro (algunos informes dicen que ha sobrevivido a más de 600 atentados)?

La extendida inclinación de los docentes progresistas contemporáneos en los EEUU es la de ignorar o rechazar el razonamiento dialéctico, y esto, en mi opinión, constituye un fracaso a la hora de tener en cuenta los procesos más importantes que configuran nuestras vidas. Debemos quebrar aquello que sustenta nuestro sentido normal de individualidad incorporada [embodied selfhood]; debemos reorientar nuestro predeterminado sistema de redes neuronales para poder descubrir formas creativas de resistir al imperio neoliberal; se trata de un nuevo gradiente, un nuevo sentido de orientación, y no necesariamente un resultado final, un fin fijo o un gran punto omega.

Necesitamos una nueva visión dialéctica de qué aspecto podría tener un universo social fuera de la producción capitalista de plusvalía. Debemos explorar la inmensidad de la crítica inaugurada por Marx. Y dado que estamos esforzándonos por obtener una diversidad teórica, un cierre de la crítica en este punto sería muy prematuro. Hay un carácter esencialmente incompleto en lo que hacemos mientras perseguimos nuestros objetivos, el “inédito viable” del que hablaba Freire.

Como resultado de nuestra incapacidad para razonar dialécticamente y para construir una filosofía de la praxis fundada en el humanismo marxista, nos estamos ahogando (aquí en los Estados Unidos) a causa de los vientos furiosos de esta cultura de Armagedón, de declaraciones apocalípticas y teorías de la conspiración de extrema derecha de Donald Trump, sobre una camarilla de banqueros internacionales que han tomado el control del mundo y están dejando a los EEUU bajo la estela de una élite corporativa globalizadora que ha dejado a los blancos pobres vigilados por los helicópteros negros de las Naciones Unidas; así como devorados por grupos como Black Lives Matter, inmigrantes de todo tipo, musulmanes, feministas, activistas ecologistas de la Costa Oeste y por los que gestionan la industria del ocio en el seno de Sodoma. Pero es precisamente este billonario del capitalismo transnacional, que juzga al mundo entero con la mirada de un director de circo o un juez de concurso de belleza, la persona que más daño hará a la clase trabajadora.

El reino de cielo no va a aparecer de repente después del apocalipsis que nos está acosando de manera retroactiva desde el futuro. El fin de los tiempos es ahora, y es la lucha por la justicia social la que lo hace inminente. Esta lucha estipula que debemos unirnos y averiguar cómo crear un universo social fuera del sistema capitalista de producción de valor. La educación debería de jugar un papel significativo en esta lucha, pero no lo ha hecho.

Es por esto por lo que he estado intentando impulsar la pedagogía crítica como movimiento social transnacional, para unir a los educadores progresistas a hacer frente a los problemas del capitalismo contemporáneo y buscar alternativas. Nos enfrentamos a un capitalismo que ha generado genocidio, ecocidio y epistemocidio, este último término se refiere a la abolición de las formas de conocimiento de los pueblos indígenas. Tenemos frente a nosotros una larga revolución.

Fuente: http://publicaciones.hegoa.ehu.es/assets/pdfs/357/Hariak-1.pdf?1482746831

Notas

[1] El concepto de indentured servants hace referencia a hombres y mujeres que firmaban un contrato por el que trabajaban una serie de años a cambio del transporte desde Europa a Virginia, además de comida, ropa y alojamiento (Nota del traductor)

[2] “El concepto de plusvalía que fue desarrollado ampliamente por Karl Marx a finales del siglo XIX no es más que el excedente monetario originado por el trabajo humano presente en cualquier acción productiva y del que se apropia “gratuitamente” (según la teoría marxista), el capitalista o empresario”. Fuente: http://economipedia.com/definiciones/plusvalia-economia.html

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Revolcones de vida

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Sólo la Antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente. Única ley del mundo. Expresión mascarada de todos los individualismos, de todos los colectivismos. De todas las religiones. De todos los tratados de paz. Tupi, or not tupi that is the question. Contra todas las catequesis. Y contra las madres de los Gracos. Sólo me interesa lo que no es mío. Ley del hombre. Ley del antropófago.1Oswald de Andrade: En Piratininga, Año 274 desde la deglución del Obispo Sardinha por los Caetés. Revista de Antropofagia, Año 1, Nº1, mayo de 1928. Según el vanguardista brasileño Oswald de Andrade, somos antropófagos por naturaleza. Nos vamos consumiendo unos a otros en una dinámica continua […]

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Repensar los sistemas educativos para la descolonización del conocimiento, la cultura y la política en Iberoamérica.

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Diálogos iberoamericanos I: Análisis y propuestas desde las ciencias sociales para repensar Iberoamérica se plantea reflexionar sobre las complejas relaciones instauradas en las sociedades iberoamericanas y que han ido produciendo en su desarrollo histórico el mantenimiento de un sistema en el que el aumento de las desigualdades se ha convertido en un eje fundamental sobre el cual se sustenta. En este entramado de relaciones sobre el que se basa la sociedad se acepta de forma unánime que los sistemas educativos se sitúan como uno de los núcleos esenciales para su vertebración. Los sistemas educativos son considerados como el conjunto de instituciones educativas que preparan a los estudiantes para su inserción […]

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Efectos prácticos de los supuestos ontológicos y epistémicos en las disciplinas moderno/coloniales: la cuestión del desarrollo.

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Introducción Con éste trabajo quisiéramos poner de relieve en primer lugar la crisis multidimensional que habitamos. Lo anterior,  con el objetivo de contextualizar los efectos prácticos y discursivos que imperan en las ciencias sociales al estar configuradas bajo presupuestos ontológicos y epistemológicos que nos remiten a la autorreferencialidad con que el sistema capitalista pretende seguir afrontando los profundos problemas socio-ecológicos, políticos, alimentarios, financieros y energéticos que sus modelos de desarrollo y patrones de producción, consumo, intercambio y distribución han generado al ser reconocidos por varios la raíz de la fase de crisis sistemática que comenzamos a enfrentar (Martínez-Alier, 2013, 2009; Delgado, 2015; Escobar, 2015). Con este primer apartado daremos paso […]

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